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martes, 2 de septiembre de 2025

Aguijones en la piel

Hay un enjambre de diptongos que late cada ciclo,
y una miel de ceniza mancha el alma.
Perseo, intuías la fractura de cada abeja en mi pecho:
solo al hallar la otra cara de la vida en otro panal
me reconcilio conmigo.
¿Por qué, Eurípides, zumba esa condena?
Si la lluvia vuelve a fecundar,
solo el aroma solar de su cuerpo me sostendrá.
¿Cómo revolotear el tiempo viscoso?
 
Un instante de calma me da un segundo nacimiento;
déjame beber pólenes húmedos en el bosque.
Aún queda fulgor en la colmena,
y la miel respira resignada.
 
No logro destilar dulzura;
un zumbido de hiel repercute en mis sienes.
Canción de aire, ¿me rondas?
Te deseo, te miro, pero no te encuentro,
contemplar el almíbar de mi casa
en semana santa:
que el deleite quiebre mis sentidos.
“...no te dejo ni sol ni sombra...”
Subías a mi paladar cuando era niña,
y una sabihonda abeja nos juntaba.
Echo de menos aquel verde campo,
aguijones prendidos en la piel.
Ivette Mendoza Fajardo