Conciencia del oleaje
Mis manos evidentemente se enturbian
con un agitado humo cauteloso…
Me persiguen pájaros marinos
para rasgar memorias en la orilla,
mientras el sueño aturdido de la espuma
me abandona sin prisa,
con la sal infinita del oleaje:
mi soledad despierta es un sable encapotado
que
escapa a la balanza enloquecida de la
garganta,
inepta ante la fosforescencia —y no tiene
más que hablar—
cuando la pena se enciende bajo el lucero
de la madrugada.
¡En las ondulaciones de este mar,
yo, cansada de arrastrar nostalgias!
Luego, un sol salva y justifica,
desnudo y empecinado,
rasga la fábula errante, fluido en el
desvarío;
y mi boca exhausta se retira a parir
algas con signos mojados.
No hallo sed que rompa el tiempo,
ni espacio que se apague
con el rumor en la conciencia de la luna…
Ivette Mendoza Fajardo