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domingo, 7 de septiembre de 2025

Ceniza de sándalo agraciado

A cuánto guiño de párpados el cielo me reprende,
oh humor mortal… frágil, hechizado.
Me encojo en la fiebre de mi propio empeño,
me hielo cuando la farsa estalla,
me hielo otra vez, como si fuera nueva.
 
Me asusto si el cetro del lamento me acongoja,
si la rienda se dobla y me consiente,
si el teclado me sujeta en su rigor:
días y noches —tan hoscos—
con ceniza en la frente, arcilla de mis días.
 
Mas sólo guardo sombra para el sueño.
Ni al picaporte.
Ni al pulso insolente.
Ni a la herida… ni al sándalo agraciado.
 
Y, sin embargo, me defiende mi quimera incierta:
el gesto de mis mareas celestes, desmayadas,
me embriaga de clemencia,
y en ese naufragio —renazco—
como luz que se disuelve y regresa devuelta en mí.
Ivette Mendoza Fajardo