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jueves, 4 de septiembre de 2025

En la intemperie académica

Anochecida recorro las ruinas de la fragua antigua.
La noche golpea mi carne con su prosa seca.
Llevo siglos diluyendo el juguete de mi tristeza,
maravillosa entre pájaros mínimos.
 
Pastoreo mariposas del fulgor mental
cargadas de semillas heroicas.
La polea intuye mi paso:
no es heráldica, ni un girasol ciego.
 
El cenicero es un ruiseñor que se sabe bello
en la eternidad sangrada,
en la risa de la garúa del trueno,
en el confín.
 
Se resquebraja la incógnita de mis pasos;
el tiempo tras el cristal queda resentido.
No es el cabello sagrado de la pregunta salvaje.
 
Mi ataúd es un puente de hojarasca sonora.
A mitad del sueño, mi maúllo retrocede
en la oquedad del pasto.
 
Al nombrar los pliegues de dolor,
mis esqueletos se alzan, fabulosos,
a lucirse en la intemperie académica.
Ivette Mendoza Fajardo