Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
lunes, 30 de noviembre de 2020
Lo incierto en los albornoces de la aventura del orbe
Lo incierto en los albornoces de la aventura del orbe /La gravitación
Y la apocalíptica experiencia
Y la apocalíptica
experiencia de crisálidas provincianas /del ángulo injurioso
ha
descifrado en cierto acto compungido/ o bombillos de los muertos/
o en eléctrica
lógica rescatada de un cuerpo sometido/ al hechor reverente crepuscular
clic, clic
maquinando /lentos broches del espanto resbalan por el cansancio/
una prenda
del cuello al deslinde amanecer occipital /yerta ropa de deudas
caducas amenazante
a la cadera que se percude.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Viste de rayo vértigo ciego
Viste de
rayo vértigo ciego todas tus diabólicas canciones para un pergamino sagrado
solo llena
de metal la angustia. Prototipo de grietas y desliz queda una nota gótica
descorrida
de sombras /soy la danzante semilla de la lumbre claustrofóbica de impostura
comprimida
aleluya alhelíes y demás plumas boreales /Homero taciturno del deseo azul
de verde
dicha obvia la sentencia rabia del infinito. Como una alarma defensiva de
mirada
pierdo los
remos de mea culpa craneal y trasmuta fiera poderosa barca última en oficioso
tocadiscos.
Parca sonriente come uñas hades del labio estelar en oración pierde el miedo
muriendo y tocando pantalla plasma me hace rendir al viento párvulo. Cisterna del amante
virginal la lingüística
Diésel te aclama con maravilloso horror. Ecuación de la gelatina
velluda
rompe su cresta hacia al abanico del mar/ desleída campana cuadrante es el pulmón oratorio de
mi presagios de ruleta rusa sobre la brisa coroza.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 24 de noviembre de 2020
Adivinador de dedos hiedras
Adivinador
de dedos hiedras sudaban
del copete amargo una excomulgada fantasía
en las grandes cataratas invisibles.
Disimulados bosquejos cronológicos
ambiguas plumas neurálgicas y cautelosas
al mundo
abruman con su implacable cetro.
Trina la urraca errante en su soledad ecléctica,
donde se amamantó de celajes radioactivos
hasta que los estambres de la noche
oscurecieron internamente mi dialéctica sagrada.
Mi cuerpo brillante entre el aire y su conjetura racional,
con compostura de dulces ademanes, catalogaría
un grito concéntrico de juventud apasionada.
Atrápame en los sueños. Opúsculos carcomidos.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 15 de noviembre de 2020
Viento que conexionado frota su lámpara halógena
Viento que conexionado
frota su lámpara halógena la multitud desvaída apenas cestos de carbones
perplejos. Canciones de los pies enfermos ni siquiera quinteto en su hoguera se
eleva al fracaso eterno. Lo
erosionado estallarán el aceite y el incienso jamás murmullo del ornitorrinco
agravado para el árbol de la sinrazón. Algarabía del medievo martirizado nunca compareció
en esos días mono del susurro velloso arrastra su fragancia acolchada para bien
y a ras de cielo. El miedo es una roca perceptiva con tatuaje en las piernas vino
a ser marmóreo rectilíneo de micro ondas entre los grises bultos y una patrulla de
lamentos. Quizás faldones de hortensias como los gatos al ladrar a su esperanza
la palabra cuesta cinco libras esterlinas de su vientre calloso. Aunque la
gramática fortuita rellena de alquitrán sus gafas translúcidas en proporción igual
la manzana se llena de lágrimas se funden con la carcajada. No me olvides aspas
del molino rojo la reacción impasible el hambre que nos envuelve la raíz de los
jugos amargos la conquista del alfiler ingenuo porque sabores lúgubres daba la
vida nunca recuperó los días. Eje cíclico de la profanación llorada la piel
desborda puertas consabidas otro hombre mediaba vínculo
fuerte gemelo de pensamiento.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 13 de noviembre de 2020
No escribirán sobre el camino del óxido cuadriculado
No escribirán sobre el camino del óxido cuadriculado de un
olmo diamantino para hacerle un terceto de horas tristes/ aun cuando talvez
no sea más que un ofrenda, una esperanza, un rincón pasmoso de un manjar en sueños/ qué lo inventó noctámbulo al racimo de suspiros cual flecha fulgurante en todos
los oleoductos de la vida/ las resonancias que prefieren admirar con mente pensadora a Venus sin desdorar el atavío virginal de los ángeles / se arrojan creciendo hacia
adelante en la neblina las lanzas extenuadas ardiendo con sonido centrífugo / por el cielo turba el quebranto y la tristeza pasando como clavos espumantes para desfogar osadía heterogénea.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 12 de noviembre de 2020
Cautiva bajo la horas marchitas
Cautiva bajo la horas marchitas cancerberas de estas máquinas
de memorizar la fuerza indefendible /contemplo días agónicos en un mar de pantomimas
infinitas para aceptar la cruz en la historia incierta/ Busco diluirme en la
inteligencia de un escoplo sofista la estatua debajo el hondo corazón donde
sangra la vida/ estoy en el desamor tan desolada de olvido integral y asfalto/ El lento desperezo como un fruto apretujado enraizado a la tierra/ de tu conquista la límpida
luz de la esperanza se estrellan copiosamente a las ilusiones de los sueños
como cloroformizados/ con las voces de la lluvia se sella un preámbulo en el
momento/
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 11 de noviembre de 2020
Lluvia clarinada
Lluvia clarinada que nunca borrará tu signo transfigurado en
sangre/ en que explicación se sostiene la sal de la vanidad y el pez en su
ilusorio capricornio son estos cáñamos de maniquís ennegrecidos, a través del tiempo,
aunque se le añada la eclosión soberana de los sentidos. No habrá pecíolos escindidos
que puedan atar al ímpetu indómito de tu alma leonada/ tu espíritu que brilla ante
el rayo inmenso que contiene el sol en una diéresis/ Confinada a la fosforescencia
de tu imagen que empuja a los efímeros esquemas en el cielo gris, para no
romper ese momento peregrino/ Los sueños que llegan para mitigar el corazón afinado
en acero/ la claridad sedienta de una forma entrechocada en su propio ágape y
su duda sollozando su olvido/ se entrega a la aventura garabatosa y quijotesca, donde vetea
la germinación boreal, porque desear una esfera de rapsodias no es fenecer, es
una dádiva que no se halla entre las cosas comunes en una inagotable oscuridad.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 10 de noviembre de 2020
Cimbrea el quicio de las epístolas
Cimbrea el quicio de las epístolas bicéfalas / su rabino importuno su daga de teflón
monta la resonancia por un equinoccio en estampida / ¿qué prefieren? prefieren las
cuevas en trapecio estameña y diagonal entarimada
cresta azul ¡bum bum! / Gravitando en la lectura extraña
de la matriz que nutre el candelero malicioso / en la uña plana de saudades y travesuras
por los bordes del ceibo rojo desde el tragaluz un esqueleto a carcajada llamado
Ja, Ja, Ja con razón de parlamento mastica la palabra, la saborea como filete mingón /
Cimbrea el quicio del final / Propago el poderoso yugo corporal del seto para recopilar
su propia imagen en un quiquiriquí de pavor /!Cáspita! todos ellos se amamantaron de mi caldo cerebral /
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de noviembre de 2020
Manchada odisea
Manchada
odisea como la camisa de fuerza cefalópoda de un andar megalómano solitario del
vértigo, aun así atrincherado en cojera el pelo cano se inventa nieve y no hay
ungüento sintáctico para aliviarlo, ya no hay más que ediciones de paisajes
disciplinados con el alma. Y en estas esdrújulas sístoles viejas el olor a
barro retorcido cuajará como alacranes arrepentidos pero sonoros tras los adjetivos
huesudos, luego se escuchan , millones de ellos reptando en las ruinas del ticket
polaroid, porque es la paz de un forastero hasta el fin y su corbata de
mantequilla. Arcaico como el dinosaurio en el morral de los deseos del fuselaje
enclenque hecho sequía, coexistido en cuatro trozos de plenilunio pero rescatado en
arenal, mi aguacero homónimo ilustre minúsculo polvorín que explota como grapas
dispersadas, esas que quieren liberar finalmente la tierra del codorniz.
Ivette Mendoza Fajardo
Fiera lámpara benigna
Fiera lámpara benigna recortada
orea gemidos lacustres dubitativos
de pupilas
masoquistas acrobáticas
se integran argentíferas escaleras
de cidrada farándula
que hierra.
Se regodea
interna escayola nieta
del alma salen
melcochas medicadas,
de las venas
menjunje y hojalatería
estáticos de
basaltos introspectivos.
Saturado y
perezoso tabernáculo
envuelto en aserrín,
y pellizcante
corazón de
doble recámara
lengua sin
freno menstruante
y el arte
deco de los ciervos.
Se perciben
peces voladores
pero no es
ni en el cielo ni en el mar.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de noviembre de 2020
Hoy me acuna el juramento holístico de la patria desidiosa
Hoy me acuna
el juramento holístico de la patria desidiosa para corroer la palabra escarlata
de la lágrima, que el álgebra del firmamento se haga solamente para
contabilizar la sapiencia de una añoranza de trigo que insuflada atrapa la
substancia viscosa de mi sombra. Cruje sonámbula el arpa de un guerrero lleno
de polillas para cambiar mi recelo entre las cuerdas inconsolables. Me zambullo
en el manantial donde los duendes lavan sus espíritus, con su plétora de
inciensos y sedas verdes y ungidas al
dios amen. Que se moje mi alma con el licor pecaminoso de las constelaciones antediluvianas
encaminadas hacia la eternidad. Una pestaña planetaria saltando las trompetas apocalípticas
y ve
el sueño en ángel
triste del creador que no florecerá. Pon fin, a esta herida que me carcome mi corazón
de dolor, que se apague el fulgor de su silbido satírico y aterrador, pero enciéndeme
una estrella poderosa con esperanza explosiva para morar en los cielos
demenciales del amor.
Ivette Mendoza Fajardo
Los caballitos del diablo
Por si
acaso, los caballitos del diablo acostumbrados al mundo viviente conminaban al
fulgor hormonal de la hosquedad para sufrir y sufrir sufrimiento isobárico de mea
culpa. En el lagrimal, habilidosos aún de momificarse en un tanto de momentos
nacionales osificaban en la pedregosas y malolientes jaulas de tan enigmáticas metamorfosis.
Estrechamiento de caderas y cinturas petrificadas en tachónela. Ansiosos de
porfiar y de ganar alcanzaron a parir mutabilidades de huesos amorosos, de deleites,
de espiritualidad, de espolones y batallas, de mermas y botines, de todo
aquello unidos por más tiempo de soledad y exilio y carburación de placer y reír
por una vida no enriquecida ad libitum. Con una mano de hierro, la máscara a la
deriva en carne viva y codiciosa destila las penurias obsesivas indefinibles
que al flacucho cucurucho lo engranan de todas las decisiones y todos los panales
de los hechos. Una maldición casi obsesiva de cinematografía y expoliación ajustada
a la maniobra del cuerpo celeste y geométrico un maniático centauro que por la
alabanza revisa los rediseños primigenios de las pulpas sin máculas a la ferocidad
del tiempo que desbasta ya piedra dorada, piedra llorada, piedra orada piedra estéril
de la carne, carne estéril de la piedra carne piedra que salto para darte a ti el fuego de mi abrazo y no llegar...
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 7 de noviembre de 2020
El canto de la botella amanecido
El canto de
la botella amanecido en el cuerpo de los barrotes.
Su contoneo
de boscaje en la estría del vinagre, ya retoñan.
Las mansiones
de escarcha perecen siempre en un aceite sensual
y el metal
alucinante araña con la aguja de la desesperanza.
Las siluetas
de los lobos se exilian en tu metacarpo blando.
Los liliputienses
alados siembran sus volcanes de pupilas congeladas.
En palacio apocalíptico
debaten todas las almas expectantes.
Se estrechan
las sílfides en los buzones del televisor púbico.
Una
impresora imperceptible es mi idioma extranjero, un origen que vela.
El círculo
de tierra dicotiledónea se desboca en su forma más asfixiante.
Y un
calendario inveterado de los alegres enrolla encomios al invierno
se
engrandecen, destronados en las sienes, el cráneo y sus ingeniosidades.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 6 de noviembre de 2020
Líquidos forasteros de la sirena musculosa
Líquidos
forasteros de la sirena musculosa.
Inmutable,
en su sonrisa huraña de madre estirpe
en su lengua
muerta justo a su caída
surcada de
nubes descosidas insufladas de albedrío,
la fórmula numeral de los rinocerontes
se llena de
caricias amañadas, de letras al mar.
Filo
ardiente y nervio azul, en argonauta cuervo,
tenacean el párrafo interpuesto,
y la
cuchilla por mi ritmo biológico
que sibila
de otras epifanías,
se clona desde
la floreciente exhalación,
en un caudal
desesperado
que en verdades
descartadas
su naturaleza
inmediata
se archiva, se
monitoriza en la memoria.
Ivette Mendoza Fajardo
Discurren los destellos que guardan el dorso del infinito
Discurren
los destellos que guardan el dorso del infinito y el hollín de las vidrieras.
Allí por donde permanece el poderío diatónico de la soledad mastodóntica
desaborida. Entre el género acusador, la pistola sin calibre y el callejón del
alivio, son hoy derrumbes de cometas amordazados por sus propios gritos. El
descubrimiento martirizante de las almas que agitan mi aliento para escribir curriculum
taquillero, empuja fuertemente para hacer rodar tu biografía cuentista.
Discurren los destellos, volverán al todopoderoso del vacío inasequible hacia
la percepción de la lámpara de neón. ¡Oh cómo es que suena el rumor de un ángel
flacucho que miró sus pies impresos en el muro de Jericó! Quebrándose los
dientes suplicó piedad y aprendió el concepto de los viajes futurísticos. Me
coloco en la luminaria de la titánica tribulación robótica. El que se enfila de
primero siempre será el último macho larva ducha de la vida sideral lamiendo la
pectina del olvido. Ay amor mío embébete dentro de tu nieve diacrítica hasta
abusar tus labios, déjemelos que sangren o que se liberan en su duodécimo
reflejo. Yo habré destilado el cuerpo de mi espíritu...
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 4 de noviembre de 2020
En cualquier alba estentórea
En cualquier
alba estentórea y corporizada, el fusible carnoso del gemido sagrado está en
perspectiva al unísono de las horas crueles. Y mi orilla pleonástica cabalgando
siempre sobre la luz anegada. Mientras desde la profundidad automáticamente flameo
lo que me lagrimea al endosar tu pelo de basalto, el trazo de
nitroglicerina permanece desconsolada como un instante apetecido. La
nomenclatura oligárquica de los pájaros es el pan claroscuro que gotea
polvaredas. Así riñendo sobre un plano del dragón iliterato, un mar se estrella
en la inmortalidad de cuernos volantines. En verdad, en cualquier alba estentórea y corporizada, universos
de espinas dorsales aclamando sus prefijos de redoble que dejaron de existir
tiempo atrás; pero también el furor de risa solidaria que se consume apática a
mi suerte entrañable, encamina hacia el helor de tus palabras hiriendo la penumbra.
Ivette Mendoza Fajardo
Nave herida
Nave herida
lumbre sol
Vectorial
faz de etileno
Un amor un
recuerdo
Por mi fruto
imaginado.
Mujer solo
de ambrosía
Himeneo contra
añoranza
Y un perfil
mercenario
De alegrías en
púrpura.
Soy barrilete
de estrella
Me sufre el
amanecer
Semilla amarga
de luna
Y esta
fuerza de tu piel.
Rio de
puñales ciegos
Temor
paralizante lloro
Alpaca contrahecha
odio
Tu corazón alcohólico.
Espíritu de temor
cariñoso
Incienso del
alma a babor
Pico de
arrepentimiento
Clavos carótida
a bordo.
Araucano placebo
latitud
Astro fuego
adolescente
Vapor espectral
herido
Trigonometría
del averno.
Neutrón del
hijo amado
Madrugada exaltada
Inmigración de
los cielos
Minutos de
tumba plástica.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 2 de noviembre de 2020
Los labios eran una espada germicida
Los labios
eran una espada germicida,
un virus, organizado
en soledades
los labios
eran sólo una taquicardia
como el
llanto de una ambulancia enfurecida.
El escalpelo
que era lanza de fuego en oprobio,
ya el cirujano
no calmaba tu agonía , deslustra.
Enfermeras electrónicas
en todas las direcciones.
Los
porvenires bordados en alcohol color uterino.
Pero la vida
es voltaje para suturar al idealismo.
Debo asumir
que hoy es un lunes medicinal.
Un enfermo a
menudo vivo porque presagia con
penicilina.
Y tú y yo
bailando en el cuarto de emergencia
porque un canción
nos reconforta.
Ivette Mendoza Fajardo
Se inclinan los blasfemos
Se inclinan los
blasfemos más execrables del tiempo
con el esperpento
de la historia de color dorado
atrapados en
noches sin leyendas mefíticas
guindando
por el contorno de la muerte como una letanía
no vemos ni un
sonido deslizándose silencioso
ya sea como el
eterno descifrar del paso olvidado
impalpable
en los cejas que son un arma de doble filo
quizás
descubrieron la eternidad de la figuras fabulistas
se
construyen un planeta de metáforas,
un vacío
inmaculado les arañaban las venas
hasta que no
quedaba huella de sus efigies
volátil como
las lágrimas que no se
transforman
en agua sino en humo
escuálidos, a
soñar solamente con la cerradura
de sus yelmos
de miedo, resonando, repicando
pero pronto
una oscura avidez en la sangre crecía
sobre fuego
muy pausado una delgada flecha rota
asomaba y en
lo que no traspasaba se guardaba y se olvidaba
cuando los letargos
de ilusiones se disuelven en los cristales,
Apolo se
retuerce en el riachuelo pantanoso.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 1 de noviembre de 2020
Busco en la pesadilla del león
Busco en la
pesadilla del león reconocerme:
Mi mano
derecha es un hombre desnudo en primavera
con sus
zapatos de miedo que saben a sangre de mar.
El televisor
absoluto decapita sus ramas de estrellas
alguien lo
quiere, lo quiero yo en el periodo menstrual
de su
camisola de numen.
Oye la fortuna
y la trampa del fantasma agrietado
y sus poros
eran un panal de abejas leucocitos.
Rasco la
espalda del oso polar y escucho sus rencores
invernales y
son esas mis uñas trompetas.
Todo mundo
era un niño de adioses que
hacía reír al
muslo de la vaca marciana.
Verte
emerger desde el ombligo de las vírgenes y
pecando vas en
el ojo de la luz risueña.
La tierra es
un animal en celo y busca un escape
en su piel
de ternera.
¿En qué dirección
del universo fluye tu amor?
Indestructiblemente
temblando por la angustia
de una cuerda
maleable.
Saltando hacia
los nidos del pensamiento en
sus costuras
de sombras.
Desterrada
de la ausencia de tu imagen, temo
a las
palabras habituadas y tatuajes de aceros.
Ofrecida a
la lluvia su frescos labios puros
nadie nos protegerá
de nuestra vanidad.
Ivette Mendoza Fajardo
Teologales carolingios
Teologales
carolingios con su don
sopesado se expresarán escamoteados
y situarse en espacios seculares flemáticos
Ilustrarán
otro punto de acero
las bellas gregorianas
melodías
cuando sus
ojos en círculos amaron
envolvieron
nuestros cuerpos
al alcance
de su eufórico expresionismo
sus
majestuosos perfiles seráficos
no dejarán
de revelar el vacío
como su isómero
arte ennoblecido.
Robusto en
su Olimpo utópico
retorno,
racimo seco, estampa
en un
terceto de susurros
traspasamos la
danza ignífuga
del tiempo.
Ivette Mendoza Fajardo
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