La primavera caldea oscura en
párpados de
cristal negociados al deseo.
Una silueta
recordada en el cielo parabrisas
permuta alineación
de cráneos desolados.
Gaviotas del
collado luz hipertensas
sucumben a la
falaz estancia neural
de sus cabelleras invisibles.
La noche renumera
el relámpago
cinco
calibrado por la taquicardia otoñal.
Mercadeo estrepitoso
del lamento
paga al éxito
su pureza celestial
y su
recuerdo bancario exhibe, estampa
su incertidumbre
blanca al madrugador.
Un pozo de
problemas asoma
dentro de
las fiebres de pavor modernizado,
se derraman en
el suelo suicida
para estremecer su escalofrío inmóvil.
Ivette Mendoza Fajardo