Límbica en primavera
Fue un largo cromosoma metafísico, una
planicie de quimera,
una anemometría decorada en radiocasete que
se peleaba
en una mullida membrana carburante que
coexistía
más allá de la red de mielina primaveral.
Levantaba lo intransitivo en un intervalo
del ansia,
y cualquier ennegrecer en la sinapsis
intrigaba la percepción.
Podía diferenciar cómo palpitaba, en la
floresta de neuronas,
la pequeña muerte celular vitaminada de
nube cerebral,
pretensiosa.
Entonces solo encontró conexiones de
matices hemáticos; generaba
la música más incorpórea, la que transitaba
coherente,
sin señal ni ruido, pidiendo que actuara su
olfato emocional, solo.
Límbica, con amor,
olía los extremos intravenosos del tacto:
las cosquillas, los trémolos.
© 2025 Ivette Urroz.
Ivette Mendoza Fajardo
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