Tríada Poética
Justamente, en su afirmación,
siempre que la ambivalencia del alma halla
cómo dibujar el intervalo preciso de su
creación,
va entregando su desnudez, con su mortaja.
Ropajes llenos de soledad, colisionando,
de un crepúsculo fragmentado por la
anarquía atómica.
En nuestro lúcido vacío, un mar rugoso
vagabundea,
intuyendo los colores de un prisma de
amaneceres,
donde llegan los rigores sin amores, por el
trance
del abandono que fecunda, a su paso,
un viento germinado de fuego y de polvo.
¡Oh, mundo ignoto! —eléctrico de ideas—
frecuencia vibratoria desdoblada en sueños.
Transcurren las horas del perdón entre
rayos
y relámpagos del tercer ojo,
contra el barro quimérico de la vida.
Gárgolas acechan el instante, en el
insomnio
de la sangre, de la hierba, de un átomo
índigo,
a veces incierto en el enigma roto de la
eternidad.
Ivette Mendoza Fajardo