¡Bendito día!, el reflejo del
planeta,
el agua subterránea de las flores,
la voz, el manantial vespertino
en tu leve paso. Son así tus brazos
y la caricia japonesa la que sujeta
una lágrima en su gota frígida,
son así la sangre y sudor donde
reposan los cuerpos fatigados.
Cerúlea deidad la clara pluma,
¡Bendito día! Frente a ti soñando.
Lánguido paso de tus ojos grandes,
vertiente inhóspita, la mañana
pura,
el mar de mares, un pedazo de
tierra.
Ir gritando por la noche oscura,
morir y morir y morir despacio
en la falda del planeta,
implorando.
Ivette Mendoza
2014