Mi obstinado
corazón anegado de juramentos,
ruge entre las brasas
y cenizas
esperando su
estado de gracia
prometiendo desgastar
el temor por los espejismos del tiempo.
En el alma, un
ejército de lloros combate las cadenas del dolor.
Nos sumergimos a
la palabra que ajusta los labios
hacia su verdad
en el día más abrumador,
aún cuando ya
perdida en el desierto de su penumbra,
encuentra las
minucias de una hábil artimaña.
Ivette Mendoza