Conciencia de luna y soles
Conciencia de luna y soles
ha venido a defender
la larga noche oscura.
La empatía atraída
con la escena más primitiva
del crepúsculo y su
complejo de Edipo,
luce inhibida sancionando al
tiempo
con ánimo masoquista y
pálido.
Bajo el sacrificio y la
pobreza
sobornando los deseos en
cupones vencidos,
el narcisismo de la angustia
hace desfalcos sin contornos
ante la neurosis del mañana.
Luego opera la paranoia del
dolor
de almas tóxicas de
culturización.
En el medio nos sensibilizan
los
reflejos condicionados que
escarban
la abnegación de su
ortografía.
Su renegación de ave arruga
cuando su sentimiento de mea
culpa
se une a la alborada hasta el
fondo de su sexualidad
impura, vuelve para canjear
poco a poco
ese valor perplejo
de creer que somos una
canasta de monedas
traumatizadas y una cartera truculenta.
Ivette Mendoza Fajardo