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domingo, 22 de mayo de 2022

Las zarpas de la conciencia van labrando el mundo en los brazos de la luna

 

Las zarpas de la conciencia van labrando el mundo en los brazos de la luna,
dibujando con luces los oasis de la ilusión, deshilachando tréboles que adormecen
siniestramente la fortuna caudalosa del dócil árbol, en el rincón de los murmullos.
He dispersado el tiempo y la impaciencia, diseminando estiletes de ceniza
incomprensible muchas veces en muslos de jazmines. El resbaladizo
tiempo cristalino es un aleta invisible a la deriva o en el humo de
la razón, agrietando el sosiego en grito y uno y otro pensamiento expatriado
rematado de efervescencia, amparado de un mal imaginario en su rastro
y es una herida hecha de vanidad retorcida y esquiva para llenar el goce
con el orgullo de mi cerebelo. Lo exótico, se esfuma de repente desde mi
imprudente paso,
la dicha alejada, y la sed consigo, prenden y duplican su imposible súplica.
El tormento de la epidermis intacta de la mirada, cual infrecuente y virtuosa
ocupa siempre un lugar en las contradicciones. La rueda de la agonía
hace brotar tus visiones, giran en un lienzo de porosidades donde se resuelven las
dudas que atormentan tus días. Enflaquece la resaca en la roca del idioma,
descifrará el milagroso abecedario de tus sueños llorando en las encías
de un sendero de reflejos incinerados ante el temporal patrullando encrucijadas.
En los adornos del sacrificio caben los paladares del sentir infinito
y en cada alborada el sol está tejido de angustia. Ante la inmensidad del alba
mueren mis sueños y mis ojos se esconden en los ramales de la espera.
Detrás de la ausencia los tigres muertos veneran a la hoguera gualda,
frotan el pecho de una estrella cargando en su espalda la dulzura de la aurora.
Ivette Mendoza Fajardo