Corre una lluvia que hiere la vida
Corre una lluvia que hiere la vida en
millares de gotas de voces chillonas;
por mi corona, el status de la noche,
ensancha su fuerza laminada.
Madruga entre labios de sollozos
una sola hebra de estío gutural y
es un enjambre poliédrico de
verdades adiposas para
ver pasar activamente la
tarde germinal.
Se retocan paisajes invisibles
de cielos videntes y salvajes,
y exhiben sus ramajes amados
en universos distantes y serviles.
Lechuzas del alba,
de ademanes escarchados,
alientan crueles minerales
y luego entre sí se desmuelen
lentamente en la tétrica odisea
como cenizas de obsesión
por sus costados oscuros
de luna anfibia en su platónica canción.
Ivette Mendoza Fajardo