El rencor paulatinamente escoge sus cuadrangulares
El rencor paulatinamente escoge sus cuadrangulares,
el aislamiento apacigua la sed de sus heridas,
la estancia reconstruye la médula de los
anocheceres.
En el renacimiento de tus costados,
—vasija de extravagancias y dolores de adioses—,
permanece el olvido y sus prudencias entre
enflaquecidas conjeturas afables y corpiños crueles.
Despilfarro presentimientos, barajeo el vicio del vacío.
Aves amorosas venden su ternura de naranjo.
Pincho los manantiales oscuros de la soledad pinocha,
la obtusángula noche de ida y regreso dispara a
las múltiples personalidades del tiempo y a
la voluntad renuente de los retratos pesimistas.
Te observé una y otra vez, en donde se
balancean los silencios de indefensa catadura.
Se saja sin prisa el esfuerzo con caritas planas;
me saboreó un estío regordete con la velocidad
de un vaticinio andante.
Ivette Mendoza Fajardo