Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
martes, 15 de octubre de 2024
Trucha Guerrera en el Crepúsculo
¡Día de la página sin sabores!
lunes, 14 de octubre de 2024
El Relámpago Tallista del Pensamiento
Un relámpago tallista tornea las lánguidas
puertas de los cielos, y desde su infancia
ha
corrido entre la lluvia, por los paraísos
del universo,
y por la noche en los círculos de mis
pensamientos,
donde cautiva los reflejos nanotecnológicos
de la luna,
siempre dependiente de las letras que
murmuro al aire.
En las endechas de los matasellos
recelosos,
las sombras del plutonio sollozan sangre
de un siglo cargado de añoranzas medulosas.
Siento cómo la melancolía se dolariza,
como una ebanista espiralada,
tejiendo humo y soledad en las junturas del
alma.
Surjo, sin remordimiento, en la luz
pasteurizada,
a través de un reflector hexagonal, en
esferas de bruma,
como una reacción química de jade y
malaquita,
mientras una molécula se alza hacia el
abismo.
Sobre la insuficiencia del empalagoso gnomo
de mi jardín,
el alma errante vuelve a su antigua
existencia.
Ivette Mendoza Fajardo
Pentagramas del Destierro Cuántico
Pentagramas cósmicos en el destierro,
enfrascados en la pianola del abismo,
expatriando el latigazo de la sombra
para acoger guirnaldas en sus vientres.
Cuerdas rotas de hielo terso
en la madera nilótica del agua,
humectan la piel de la calima,
fallada, sin goles ni reclamos.
Integrales que ríen siempre en el mesón
de la veracidad desarropada y primitiva,
de escondrijos trabados con la piel
de una vocal solitaria,
en trenes de lamidos y de intimidación,
que enarbolan en el Último Tango de París.
Pentagramas en soledad irreversible,
con partículas cuánticas de una codorniz
que viaja sin lentejuelas hacia la luna,
falciforme, en el destierro más
imperecedero.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 13 de octubre de 2024
Membrillo y Junco en la Elíptica Celestial
Cuando el membrillo infalible es el junco
metílico
que amarra la jubilación flotable de la
mezcolanza
del cielo y la arcilla al mismo tiempo,
se vuelve dórico, eterno, en un infarto de
guitarra solitario.
Me conjuga con la ionosfera del alma de un
sueño manchado.
Ven a la elíptica inquietante de los
libertadores del cenit,
donde los guardarrieles paleteados y
danzarines saltan
con sus brazos de tarántula la violácea
intrepidez del bronce,
y el último placer terciario desnudo se
extiende, paulatino
tangencialmente, por las divas
macrobióticas de quietud ciega
que reinan en el sándalo celestial.
Siente cómo un trapecio escucha las utopías
de los urogallos,
cuyas plumas de la soledad, duras y suaves,
conmueven.
La tarabilla de tu arcaica arroba de música
voluptuosa
ofusca el ojal preponderante del ojo
fotogénico,
hasta que tomes en tus manos la oscura
memoria fabuladora
que yace sobre la escama mellada de la
cercanía cerebral,
recubriendo los intervalos de polos
híbridos e iconográficos.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 12 de octubre de 2024
El Rechiflar Bermejo del Sueño Eterno
Sutileza macerando rendijas escarpadas
de entonación fricativa y despilfarrada.
La quietud compara la tarántula del virgo
y la voz de platillo holoceno para
amedrentarlos.
Los huesos, con todo el dentífrico de
ínfula informática,
insinúan lo sagrado del gato de Birmania,
mudable,
mundano de redonda penitencia, vasto
reflector:
orejas semiconsonantes, garras tapayaguas,
melenas voraginosas, piel silbante y
mistificada,
en una cíclica hermosura del reflejo castaño.
Madura por madurar, recorre la cuesta del
alma
en bicicleta. Odorífico rechiflar bermejo,
óbolo con manchas inextricables, se
magnetizan solos.
¡La pujante palpitación meteorológica del
deleite!
Por sorprendente menopausia, la
magnanimidad
se agrega jugueteando en las dádivas
picarescas.
Una gaveta que lacea el mentón Herculano
no mortificará en su reverso pecoso. Se
deslustran,
excepto la pregunta detestable de su
abolladura arseniosa.
La mansedumbre pierde dientes, deduciendo
otro sueño,
moteado de sus elogios, exudado desde el
latón universal.
Ivette Mendoza Fajardo
Mareomotriz de la Millarada
El globo de la bruma desciende a la
nicotina del espectro que mulle lentamente
con un paladar no cálido.
Nuclearizando, como los vientres de las
mancuernillas,
caminan ambarinas en el rojo metacarpo
de sus motilidades.
Una motocicleta paporretea la rústica
sabiduría,
estropeada sin sufrimiento ni silueta
patológica.
Trompeta eterna de velocímetro con melena y
ataderos
que, anochecida en los portales del
manubrio,
se encuentra en la mareomotriz por la
millarada piedad
al umbral de un pistacho atado.
¿Qué desorden se pega por el resorte de
la genealogía nacional como del jabón
esotérico,
al gran peine despampanante de la historia?
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 11 de octubre de 2024
Galaxias en Refilón
Magistrada fierecilla, mareada y talentosa,
se tiró del fuselaje en un momento,
heladiza.
Osciló en un guindo el flanco de plata,
mientras falsearon por la nuca las fallas
autocráticas;
repiquetearon unas válvulas por las
finanzas,
y de la alfombra, se abrió una galaxia que
se autoflageló
a lo lejos.
Me quedé incubando un poco de nostalgia
y el olor a incensio que destilaban los
astros,
observando cómo los barquillos negros se
perdían
en la mándala noctámbula del refilón.
Pero una negra seriedad superflua
prenatalmente
cae sobre el semestre automático de la
rampa zodiacal.
Va la esbelta velocidad al ventilador de
los segundos,
como instruyendo el círculo conductor del
vicio peliblanco.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 4 de octubre de 2024
El Beso Frío de Occidente
Destellos
de nostalgia decepcionados y destituidos por
la gema de
la adolescencia
sobre sus
malgastadas vidas; un verde reloj fantasmagórico,
copado de
ruinas, en la escritura de sílabas sombrías.
En su texto
desolado, las penas sienten el milímetro
acuoso del
nitrógeno ausente, soltando la huella cansada
en el
recreo de la mente. Afrodita, con sus manos turbadoras y tristes,
toca la
sombra débil que nunca envejece en el cuartel
de la
memoria, recordando los amores perdidos.
¡El beso
frío de occidente acaricia los trenes
de un alma
viva que, de cabeza, se hunde en los mares hospitalarios,
llevando
como equipaje las noches dentro del agua adormecida!
Las briznas del vecino, cargadas de una sangre espesa con consignas,
son las
mezclas estranguladas de la angustia impasible
y problemas
maritales que ya no se resuelven.
Hace un
frío imberbe que duele y pisa mis talones claroscuros,
de
frondosidad marañosa, en las penumbras fecundas de pretextos.
¡Oh, rayo
capitalista, que pesa sobre los sueños estrafalarios con desidia,
con
catecismo amargo, asfixiando el aliento rescatador de ninfas!
El olvido
dulce y amargo pone sus sabores en la muerte de balcones solitarios,
ante la
igualdad bohemia de crímenes divinos, asustado en la
rockola de
cabellos violentos por su amor regurgitado razonado de miseria.
Piel de
rama, bajo la mentira de la niebla, conquista voces que gritan
en la
cabaña del tiempo, y pasa a ser gobernada por la antorcha del abismo
victorioso.
¿Quién ha
renovado el grito desplumado de aparatos mentales
que, ya
aburridos, no van a ninguna parte?
Ivette
Mendoza Fajardo
Cicuta y Ternura en los Puentes de Sócrates
Milagro
formulado a trenzar aves de felicidad madrugadora en
manos
ovadas de cerbatana hechiza, de inocencia fusiforme.
Despiadado
astro que ha burlado la noche trompetera,
como una
cubeta musculosa de cuclillas sátiras,
de lúdicos
episodios amarrados de un sol perverso a otro.
¡Oh,
milagros del punto exacto, palmeras de Pericles en su
documento
claro de ilusión desgastada de conocimiento
esculpidos
de proverbios del milenio!
Extracto de
cicuta en ceguedad de ambrosía tercas,
campechano
de alforjas requiere atención oscura
de vicios
de la temprana carne del mañana,
ante un
papalote de dagas lamentosas.
Remedio en
el flujo de ruidos talentosos; párvulo se inflama,
dirigiéndome
la palabra que me habita en el derrame
de oro
moroso por el viento, que imparte cátedras
de ternura
para un nombre alelí.
Tabacos de
jabón en su lozanía pródiga,
de un
estado líquido de inclemencia,
desalojado
de su cresta sonrosada hasta su última invención.
Riegos
colectivos de una decisión rotunda de apegos,
donde el
pecho de celosía atragantaba mi mirada
como una
pertenencia de bajo lujo, de índole sinfónica
bajo el
medio círculo acróbata.
Giros
carnosos de anacrónicos corderos tijeretean puertas
en
cataratas inflamadas de lunas, con murallas religiosas,
para la
dicha de un sueño de antiguos dolores enemigos,
en los
puentes de blandas formas de Sócrates y sus aflicciones.
El
Mandril en la Pregunta Descalza
Triángulos
en picadura de alta voces recrean en la marea
bendita de
la amistad moribunda. Llora el vientre atalajado
de
serpientes en la columna mortífera del cielo picador
de
estímulos silvestres. La depresión de sus cenizas derrota
laudablemente
la manivela del fauno enrevesado, que llora
su comida
derramada en los juegos de ruletas rotas.
El mandril,
cansado, lucha por su mástil en la soledad de la
pregunta,
andando con sus pies descalzos, prehistóricamente,
en el gabán
hecho de prefijos; un bullicio atroz lo rodea.
Fracaso
cíclico de los bisontes, con lagunas perplejas combinadas
en la gorra
flotante del rocío radioactivo, perplejo en el campo del
choque
pensativo e irrelevante, entre sus virginidades falaces
y la
dimensión de la alegoría vegetal del mechón clásico, con sus
pies
clavados en las mejillas secundarias de su cansado dolor.
Inquilinato
grabado en la revista anochecida del linchamiento
etéreo
despliega alas de cobalto, atolondrado de buscar alegría eterna,
en el
papelorio extravagante de carcajadas voladoras; moderadamente,
hablaba con
mechas cuentistas de valor canela.
Mientras,
un espárrago en la espátula de la tristeza reúne gaita
de juntura
melancólica para defender etileno con cinturón
estudiantil.
Aristóteles, pulcramente, modera lomillo entonado
para hacer
acertijos de nervios precolados, deductivamente.
Lenguas
femorales de la silla, femeninamente inquieta, que
retrocede,
enmarcando la plenitud del esófago esotérico,
como un
hijo marsupial colgado al hastío.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 3 de octubre de 2024
Manga de Recreos y Túnica Agridulce
Yo te
ofrezco la semicircular borrasca de su antojo,
madreselva,
que habita
selectiva en la roturadora de una aurora,
para sacar
fuego ruboroso en mis precipitados
presentimientos,
que miran y escupen cielos pedregosos
aliados con
la soledad de rayuela patentizada de mortificación
serena que
calcula desde las ventanas de mis codos.
¡Oh,
diadema de leucocitos fusionándose,
como las
hilachas célebres del prismático destino!
Porcelana
del firmamento, especializada en los
alvéolos de
hormigas que buscan manga de recreos
samurái perdido,
dentro de manteles de la inconciencia,
mojada por
sentencias de henequén pedante
en un
rincón acéfalo donde habita el miedo.
Petardos
sangrantes que buscan vampirizar por
debajo de
los acueductos, sobre la fuerza quebrada
de un
relámpago, congelados en el hielo
como la
tentación de una muerte de túnica agridulce
y monocromada.
Páginas de
la sal, en ascensos que zarandean
un día de
trabajo, esculpiendo la arcilla intuitiva
de salarios
que recogen el coraje divergente de los siglos.
Hocicos de
la uña de un pulgar inmunizante de fragor
fotografían
un reino olvidado en el centro de la vida,
buscando
espectros entre los torbellinos pisiformes
de los días
incomprendidos de una infancia prosificada.
Ivette
Mendoza Fajardo
Máscaras de Melancolía y Rebelión
Mecanizados
entornos, hambrientos y pobres, se visten,
dejando
atrás la polémica en busca de caricia y afección,
empujando
la desidia, ingenuos en soledad, girando en doble espiral.
En las
espigas, las siluetas de la muchedumbre, los entrecejos
de
quebraduras oclusivas de clavijas veletas, se tambalean
cuando
retrocedo, vacilante.
¡Qué
insípida la semejanza del gorrión entre las gredas,
en su
reñida ansiedad, improvisándose en el impulso!
Un púrpura
broche tímido, untado en la amistad de la amapola,
¿dónde te
encuentro, bajo la grandilocuencia del tablero de
teoremas,
flotando en gélida gelatina jugando rompecabezas?
Observa
cómo voy ataviada de desventura, cargando la insulsa
margarita,
que tantea la rebelión en un kilovatio
de
tristeza, queriendo acomodarse hacia mis sienes, por una dicha
angular que
no se deja ver.
¡Oh, aquí
sentada, esperando un tango que toca la madrugada!
Discursos,
símbolos y espejuelos recogen los frutos de la tromba
en el
gradiente cromosómico, como la sonrisa trivial y sus ojos
taciturnos,
navegando en el cercano infinito.
El
gramófono dormido gira lento, con tamarugos místicos de epitelio tropical,
y el
vientre del latido se ahueca longitudinalmente en la tutela de la exclamación
de un Edén
portátil, como las compuertas envejecidas del firmamento.
Nada surte
el efecto de una rebelión sin sonidos ebúrneos,
obstaculizada,
la semilla de la úlcera en el reloj de arena de los hechos
que pasaron
como pájaros con listones verdes en los brazos de mi dramática
máscara de
tibia melancolía, sembradora de mis genes.
Ivette
Mendoza Fajardo
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