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martes, 15 de octubre de 2024

Trucha Guerrera en el Crepúsculo

 ¡Día de la página sin sabores!
La profética mano del tiempo, emigrante fértil,
en su empeño rasurado de crepúsculos.
¿Quién empuja el rizomatoso clamor
de un tornasolado despertar, semidormido,
que ahora intenta rememorar?
 
Junto a la fría mescolanza de vivencias,
el lémur de nervadura sigilosa
deambula en su pálido existir,
sobre el mentón de una luna opaca.
Entre termómetros tétricos, la veo:
inmóvil, inquebrantable,
desajustada en la túnica de sus ojos infecundos,
que, al regresar a la aurora,
vuelven tronchados, sin fulgor,
hacia el imperio del polvo figurativo
y su motivación de enmiendas.
 
Trucha guerrera, de escamas y grito ahogado,
¡Ay!, qué débil picadura deja
su angosto fulgor de adolescencia florida,
en la generosidad del viento que la defiende.
Dirigiéndose a la galaxia, líder de la música celestial,
espera su final ideográfico,
su purga de palabras necias,
robustecida, silbante y aguerrida.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 14 de octubre de 2024

El Relámpago Tallista del Pensamiento

 Un relámpago tallista tornea las lánguidas
puertas de los cielos, y desde su infancia ha
corrido entre la lluvia, por los paraísos del universo,
y por la noche en los círculos de mis pensamientos,
donde cautiva los reflejos nanotecnológicos de la luna,
siempre dependiente de las letras que murmuro al aire.
En las endechas de los matasellos recelosos,
las sombras del plutonio sollozan sangre
de un siglo cargado de añoranzas medulosas.
 
Siento cómo la melancolía se dolariza,
como una ebanista espiralada,
tejiendo humo y soledad en las junturas del alma.
Surjo, sin remordimiento, en la luz pasteurizada,
a través de un reflector hexagonal, en esferas de bruma,
como una reacción química de jade y malaquita,
mientras una molécula se alza hacia el abismo.
Sobre la insuficiencia del empalagoso gnomo de mi jardín,
el alma errante vuelve a su antigua existencia.
Ivette Mendoza Fajardo



Pentagramas del Destierro Cuántico

 Pentagramas cósmicos en el destierro,
enfrascados en la pianola del abismo,
expatriando el latigazo de la sombra
para acoger guirnaldas en sus vientres.
Cuerdas rotas de hielo terso
en la madera nilótica del agua,
humectan la piel de la calima,
fallada, sin goles ni reclamos.
Integrales que ríen siempre en el mesón
de la veracidad desarropada y primitiva,
de escondrijos trabados con la piel
de una vocal solitaria,
en trenes de lamidos y de intimidación,
que enarbolan en el Último Tango de París.
Pentagramas en soledad irreversible,
con partículas cuánticas de una codorniz
que viaja sin lentejuelas hacia la luna,
falciforme, en el destierro más imperecedero.
Ivette Mendoza Fajardo




domingo, 13 de octubre de 2024

Membrillo y Junco en la Elíptica Celestial

 Cuando el membrillo infalible es el junco metílico
que amarra la jubilación flotable de la mezcolanza
del cielo y la arcilla al mismo tiempo,
se vuelve dórico, eterno, en un infarto de guitarra solitario.
Me conjuga con la ionosfera del alma de un sueño manchado.
 
Ven a la elíptica inquietante de los libertadores del cenit,
donde los guardarrieles paleteados y danzarines saltan
con sus brazos de tarántula la violácea intrepidez del bronce,
y el último placer terciario desnudo se extiende, paulatino
tangencialmente, por las divas macrobióticas de quietud ciega
que reinan en el sándalo celestial.
 
Siente cómo un trapecio escucha las utopías de los urogallos,
cuyas plumas de la soledad, duras y suaves, conmueven.
La tarabilla de tu arcaica arroba de música voluptuosa
ofusca el ojal preponderante del ojo fotogénico,
hasta que tomes en tus manos la oscura memoria fabuladora
que yace sobre la escama mellada de la cercanía cerebral,
recubriendo los intervalos de polos híbridos e iconográficos.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 12 de octubre de 2024

El Rechiflar Bermejo del Sueño Eterno

 Sutileza macerando rendijas escarpadas
de entonación fricativa y despilfarrada.
La quietud compara la tarántula del virgo
y la voz de platillo holoceno para amedrentarlos.
Los huesos, con todo el dentífrico de ínfula informática,
insinúan lo sagrado del gato de Birmania, mudable,
mundano de redonda penitencia, vasto reflector:
orejas semiconsonantes, garras tapayaguas,
melenas voraginosas, piel silbante y mistificada,
en una cíclica hermosura del reflejo castaño.
Madura por madurar, recorre la cuesta del alma
en bicicleta. Odorífico rechiflar bermejo,
óbolo con manchas inextricables, se magnetizan solos.
 
¡La pujante palpitación meteorológica del deleite!
Por sorprendente menopausia, la magnanimidad
se agrega jugueteando en las dádivas picarescas.
Una gaveta que lacea el mentón Herculano
no mortificará en su reverso pecoso. Se deslustran,
excepto la pregunta detestable de su abolladura arseniosa.
La mansedumbre pierde dientes, deduciendo otro sueño,
moteado de sus elogios, exudado desde el latón universal.
Ivette Mendoza Fajardo



Mareomotriz de la Millarada


El globo de la bruma desciende a la
nicotina del espectro que mulle lentamente
con un paladar no cálido.
Nuclearizando, como los vientres de las mancuernillas,
caminan ambarinas en el rojo metacarpo
de sus motilidades.
 
Una motocicleta paporretea la rústica sabiduría,
estropeada sin sufrimiento ni silueta patológica.
Trompeta eterna de velocímetro con melena y ataderos
que, anochecida en los portales del manubrio,
se encuentra en la mareomotriz por la millarada piedad
al umbral de un pistacho atado.
¿Qué desorden se pega por el resorte de
la genealogía nacional como del jabón esotérico,
al gran peine despampanante de la historia?
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 11 de octubre de 2024

Galaxias en Refilón

 Magistrada fierecilla, mareada y talentosa,
se tiró del fuselaje en un momento, heladiza.
Osciló en un guindo el flanco de plata,
mientras falsearon por la nuca las fallas autocráticas;
repiquetearon unas válvulas por las finanzas,
y de la alfombra, se abrió una galaxia que se autoflageló
a lo lejos.
 
Me quedé incubando un poco de nostalgia
y el olor a incensio que destilaban los astros,
observando cómo los barquillos negros se perdían
en la mándala noctámbula del refilón.
 
Pero una negra seriedad superflua prenatalmente
cae sobre el semestre automático de la rampa zodiacal.
Va la esbelta velocidad al ventilador de los segundos,
como instruyendo el círculo conductor del vicio peliblanco.
Ivette Mendoza Fajardo 

viernes, 4 de octubre de 2024

El Beso Frío de Occidente

 Destellos de nostalgia decepcionados y destituidos por
la gema de la adolescencia
sobre sus malgastadas vidas; un verde reloj fantasmagórico,
copado de ruinas, en la escritura de sílabas sombrías.
En su texto desolado, las penas sienten el milímetro
acuoso del nitrógeno ausente, soltando la huella cansada
en el recreo de la mente. Afrodita, con sus manos turbadoras y tristes,
toca la sombra débil que nunca envejece en el cuartel
de la memoria, recordando los amores perdidos.
¡El beso frío de occidente acaricia los trenes
de un alma viva que, de cabeza, se hunde en los mares hospitalarios,
llevando como equipaje las noches dentro del agua adormecida!
Las briznas del vecino, cargadas de una sangre espesa con consignas,
son las mezclas estranguladas de la angustia impasible
y problemas maritales que ya no se resuelven.
Hace un frío imberbe que duele y pisa mis talones claroscuros,
de frondosidad marañosa, en las penumbras fecundas de pretextos.
¡Oh, rayo capitalista, que pesa sobre los sueños estrafalarios con desidia,
con catecismo amargo, asfixiando el aliento rescatador de ninfas!
El olvido dulce y amargo pone sus sabores en la muerte de balcones solitarios,
ante la igualdad bohemia de crímenes divinos, asustado en la
rockola de cabellos violentos por su amor regurgitado razonado de miseria.
Piel de rama, bajo la mentira de la niebla, conquista voces que gritan
en la cabaña del tiempo, y pasa a ser gobernada por la antorcha del abismo victorioso.
¿Quién ha renovado el grito desplumado de aparatos mentales
que, ya aburridos, no van a ninguna parte?
Ivette Mendoza Fajardo

Cicuta y Ternura en los Puentes de Sócrates

 

Milagro formulado a trenzar aves de felicidad madrugadora en
manos ovadas de cerbatana hechiza, de inocencia fusiforme.
Despiadado astro que ha burlado la noche trompetera,
como una cubeta musculosa de cuclillas sátiras,
de lúdicos episodios amarrados de un sol perverso a otro.
¡Oh, milagros del punto exacto, palmeras de Pericles en su
documento claro de ilusión desgastada de conocimiento
esculpidos de proverbios del milenio!
Extracto de cicuta en ceguedad de ambrosía tercas,
campechano de alforjas requiere atención oscura
de vicios de la temprana carne del mañana,
ante un papalote de dagas lamentosas.
Remedio en el flujo de ruidos talentosos; párvulo se inflama,
dirigiéndome la palabra que me habita en el derrame
de oro moroso por el viento, que imparte cátedras
de ternura para un nombre alelí.
Tabacos de jabón en su lozanía pródiga,
de un estado líquido de inclemencia,
desalojado de su cresta sonrosada hasta su última invención.
Riegos colectivos de una decisión rotunda de apegos,
donde el pecho de celosía atragantaba mi mirada
como una pertenencia de bajo lujo, de índole sinfónica
bajo el medio círculo acróbata.
Giros carnosos de anacrónicos corderos tijeretean puertas
en cataratas inflamadas de lunas, con murallas religiosas,
para la dicha de un sueño de antiguos dolores enemigos,
en los puentes de blandas formas de Sócrates y sus aflicciones.
El Mandril en la Pregunta Descalza
 
Triángulos en picadura de alta voces recrean en la marea
bendita de la amistad moribunda. Llora el vientre atalajado
de serpientes en la columna mortífera del cielo picador
de estímulos silvestres. La depresión de sus cenizas derrota
laudablemente la manivela del fauno enrevesado, que llora
su comida derramada en los juegos de ruletas rotas.
El mandril, cansado, lucha por su mástil en la soledad de la
pregunta, andando con sus pies descalzos, prehistóricamente,
en el gabán hecho de prefijos; un bullicio atroz lo rodea.
Fracaso cíclico de los bisontes, con lagunas perplejas combinadas
en la gorra flotante del rocío radioactivo, perplejo en el campo del
choque pensativo e irrelevante, entre sus virginidades falaces
y la dimensión de la alegoría vegetal del mechón clásico, con sus
pies clavados en las mejillas secundarias de su cansado dolor.
Inquilinato grabado en la revista anochecida del linchamiento
etéreo despliega alas de cobalto, atolondrado de buscar alegría eterna,
en el papelorio extravagante de carcajadas voladoras; moderadamente,
hablaba con mechas cuentistas de valor canela.
Mientras, un espárrago en la espátula de la tristeza reúne gaita
de juntura melancólica para defender etileno con cinturón
estudiantil. Aristóteles, pulcramente, modera lomillo entonado
para hacer acertijos de nervios precolados, deductivamente.
Lenguas femorales de la silla, femeninamente inquieta, que
retrocede, enmarcando la plenitud del esófago esotérico,
como un hijo marsupial colgado al hastío.

Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 3 de octubre de 2024

Manga de Recreos y Túnica Agridulce

 Yo te ofrezco la semicircular borrasca de su antojo,
madreselva,
que habita selectiva en la roturadora de una aurora,
para sacar fuego ruboroso en mis precipitados
presentimientos, que miran y escupen cielos pedregosos
aliados con la soledad de rayuela patentizada de mortificación
serena que calcula desde las ventanas de mis codos.
¡Oh, diadema de leucocitos fusionándose,
como las hilachas célebres del prismático destino!
Porcelana del firmamento, especializada en los
alvéolos de hormigas que buscan manga de recreos
samurái perdido, dentro de manteles de la inconciencia,
mojada por sentencias de henequén pedante
en un rincón acéfalo donde habita el miedo.
Petardos sangrantes que buscan vampirizar por
debajo de los acueductos, sobre la fuerza quebrada
de un relámpago, congelados en el hielo
como la tentación de una muerte de túnica agridulce
y monocromada.
Páginas de la sal, en ascensos que zarandean
un día de trabajo, esculpiendo la arcilla intuitiva
de salarios que recogen el coraje divergente de los siglos.
Hocicos de la uña de un pulgar inmunizante de fragor
fotografían un reino olvidado en el centro de la vida,
buscando espectros entre los torbellinos pisiformes
de los días incomprendidos de una infancia prosificada.
Ivette Mendoza Fajardo

Máscaras de Melancolía y Rebelión

Mecanizados entornos, hambrientos y pobres, se visten,
dejando atrás la polémica en busca de caricia y afección,
empujando la desidia, ingenuos en soledad, girando en doble espiral.
En las espigas, las siluetas de la muchedumbre, los entrecejos
de quebraduras oclusivas de clavijas veletas, se tambalean
cuando retrocedo, vacilante.
¡Qué insípida la semejanza del gorrión entre las gredas,
en su reñida ansiedad, improvisándose en el impulso!
Un púrpura broche tímido, untado en la amistad de la amapola,
¿dónde te encuentro, bajo la grandilocuencia del tablero de
teoremas, flotando en gélida gelatina jugando rompecabezas?
Observa cómo voy ataviada de desventura, cargando la insulsa
margarita, que tantea la rebelión en un kilovatio
de tristeza, queriendo acomodarse hacia mis sienes, por una dicha
angular que no se deja ver.
¡Oh, aquí sentada, esperando un tango que toca la madrugada!
Discursos, símbolos y espejuelos recogen los frutos de la tromba
en el gradiente cromosómico, como la sonrisa trivial y sus ojos
taciturnos, navegando en el cercano infinito.
El gramófono dormido gira lento, con tamarugos místicos de epitelio tropical,
y el vientre del latido se ahueca longitudinalmente en la tutela de la exclamación
de un Edén portátil, como las compuertas envejecidas del firmamento.
Nada surte el efecto de una rebelión sin sonidos ebúrneos,
obstaculizada, la semilla de la úlcera en el reloj de arena de los hechos
que pasaron como pájaros con listones verdes en los brazos de mi dramática
máscara de tibia melancolía, sembradora de mis genes.
Ivette Mendoza Fajardo