Acordeón del amanecer
Domingo, soy el acordeón sobre las piernas
del sol,
me acerco y arrebato su chaleco de flores;
soy ceniza contenta, más que el sueño,
harina estupefacta en el aceite
que cae en nieve —bolsa de avellanas—.
Camino puentes de bordes insepultos,
como un canario que canta en la capilla,
de banca en banca, con una cruz en el
pecho.
.
Mi tiempo se colma de sotanas, panderetas y
canciones;
desde el campanario miro el césped,
mi calabaza de fe no termina en ilusión,
sino dentro de la corteza de mi cráneo.
Soy camarón que no se deja llevar por la
corriente,
escucho desde la colina del reposo
el cordón defensivo que hila la cebolla en
su llanto;
y mientras el sol brota ajo sosegado
desde la yerba que me refleja entera,
mi huipil de aliento, y mi café caliente
en medio de la multitud sonríen inmortales.
Ivette Mendoza Fajardo