Bosque grafitado
Mis dedos, esos que laten en rojoazulino
pecho,
avanzan hacia el bosque grafitado de
bronce.
Hablan en la oscuridad,
como héroes de un cuento olvidado,
con la sabiduría del tacto.
Son como Eurípides, sí,
pero un Eurípides de este tiempo,
cubierto de polvo y collages,
de teorías frágiles como el azogue,
pero aún radiantes, aún de ámbar.
Por el camino encorvado, la risa del ayer
regresa
y deja atrás una semilla orbital que se
deshiela
en la palma de mi mano.
La mañana se agita en el giro de la
humanidad,
y en lo más hondo, lo insolente,
calienta su rostro olfateado.
Es fácil multiplicar soles
en un insecto de tinta voraz,
extraviado sobre mi espalda.
Y así, atrapo este dolor de cabeza
que evoca pasividad, hasta perderla de
camino
a las garras que devoran mi miedo inmolado…
con la magia pardusca de estos dedos
que vigilan el páramo en fuga de mi alma.
Ivette Mendoza Fajardo