Partitura del día
Nace el día bajo la música de los soles.
Abre sus círculos con pulso de clemencia.
Desde lo alto hasta el fondo del limo
se derrama la flor del pudor dormido.
Sobre las orugas tiemblan los metales,
amándose.
En la aurora de Neptuno se hiende el
estaño.
Cuerdas desterradas de lírica y avellana
resplandecen,
filamentos de vellón ahogan el aire a
contraluz.
Asciende un vaho severo, sin cuerpo, al
horizonte.
Lleva en su soplo el fulgor de un rostro
solar.
Del estallido perpetuo caen los mundos
empujándose,
y ahí, heladas lanzas dispuestas a tocarse,
a crujir.
Los ritmos del día se disuelven en la
almohada.
Abren su aliento las bocas del candor
vegetal.
El cauce invisible del canto es nube
trovadora
que lleva la lluvia hasta su edad primera.
Ivette Mendoza Fajardo