El mar inmobiliario
Observo al mar inmobiliario cantar en mi
manía anacoreta…
¡Oh ilusión lúgubre de lata!
A lo lejos pastoreo mi orbicular sereno,
mi paradigma de aspecto pestañoso.
Siento que los dados oprimidos traen
fortunas arrulladoras de letras hinchadas,
y que mis cadenas se rompen al apretar
sus sabidurías.
Siento el credo salitroso que me inspira,
mitocondria paralizada en pedrusco
bondadoso,
llevar mi piedad sujeta a la yugular
de esta madrugada donde va mi pasión rota.
Me transfiguro estridente entre vergeles
malformados
que, en tiempo de cenizas, se alzaron
sigilosos
hacia la cimbrada cintura de la niebla,
con nardos entibiados por sendas
fracturadas,
con mis rebeldías.
El mar suda caminando. El mar canta con
voces ajenas.
Mi voz resuena en el letargo de lunas de
bochornos,
en los renglones caóticos, el mar se lleva
mis tristezas con claveles miopes.
Ivette Mendoza Fajardo