Filtro de juventud
Remojar de lluvia mi piel de luna crinada,
en un líquido espeso que retuerce su
batalla.
Siento la osamenta en flor a labios, abrazarme,
cómo quien abraza la desnudez de la tarde,
cómo el veneno deleitoso del día que alborota
aterciopelados velos de vapor, saturando
el cáliz salvaje de mi alma pálida.
Atisbo el objeto arrebatado del poniente,
cómo enumera la carne del espíritu:
he aquí las antorchas ilegítimas,
el fulgor místico, la fiebre del tormento,
encantados por una nota discrepante.
Aguardo, con vértigos de sangre,
a que la luna me derribe:
ungüento desolado de una juventud
engalanada,
filtro triple de preciosidad,
nacido en la majestuosa cintura del
secreto.
Mas nada llega —mi humor vagabundo—
desde la fuente inquieta donde bebí mi
niñez.
Mi epidermis empieza a tener sed, y
mi rostro se broncea desde su nombre virginal.
Ivette Mendoza Fajardo