Caracol del silencio
A buen recaudo hilvano una palabra
entre el polvo que resguarda su pequeñez.
En el código de mi lengua se anudan
las hebras y sus miedos.
En mis neuronas doradas, las primeras
sílabas
se escriben con agua y ceniza.
Abren signos,
sacuden estructuras que se niegan.
La pupila del pensamiento se dibuja
y en su centro se quiebra
el asombro de estar viva.
Regreso a las primeras páginas de mi
niebla,
a reescribir la savia de lo que fui.
Para leerme de nuevo,
deletreo en el caracol del silencio.
Es un milagro que aún nazcan tramas
en la erupción de mi verbo inclinado.
Es un milagro que la noche respire en mi
canto.
Y es un milagro este sueño que desata la
sed,
este nudo en la garganta que se abre
en una sílaba más
para nombrarme, otra vez, cada día,
y ablandar las piedras.
Ivette Mendoza Fajardo