Nación de mi
ilusión en el ruido de la locura,
Mi opio
vespertino anhelado y extasiado
Donde hoy
azulados lagos sudan libertades
En sus aguas
sedientas con ideas cenicientas.
Frígido
torso de quietud sobre mi alma
Abate de
trizas burlado y fatigado.
Qué suene el
céfiro y me revele la crueldad
De esta
enmascarada mentira.
A veces se
anidan en su belleza flores mentirosas
Deshojadas y
el volcán que ya no parpadea.
Duele el
corazón ver tu cabeza degollada
Y tu
espíritu lacerado donde la palabra clara
Se ha sacrificado,
sé muy bien qué tú lo sabes.
Me fastidia
a veces que la pura rareza
No haga
mucha diferencia:
Alacranes
pican en las puertas del destino,
Polillas
carcomen las córneas de la nación,
La acompañan
en su marcha al epitafio.
Me invaden
espejos esplendorosos
Para
envolverme en la perversidad de su luminosidad
Y ser
testigo de este sueño truculento y sometido.
Luces
desgreñadas, que invitan al dolor,
Océanos
felices derrotados,
Melodías que
resuenan sin amor,
Piedras en
panes multiplicados en agonías,
Detrás de un
manantial que chorrea
De belleza disfrazada,
En el
canturreo de la noche,
No me pone a
dormir.
Ivette
Mendoza
2014
Gioconda Belli
Oda a un país gueguense
Este país me somete a su pasión, a su locura,
a la droga de tardes incendiarias
donde volcanes caminan horizontes abajo
sin que nadie los detenga.
Este país me pone sus pies fríos sobre el pecho
su rostro de máscara ilegible extendido como burla.
Me obliga a implorarle al viento que me explique la
voracidad de este engaño.
El rasguño, el rapto, el olor a podrido que se escapa a veces
de sus flores
más esplendorosas.
Este país sabe que no quiero ver su vientre adolorido,
sus vísceras laceradas, las cicatrices de múltiples heridas
la huella de punzantes dardos, de puñales enterrados.
Este país me hace odiar que mis sentidos no discriminen
y borren las visiones oscuras antes de que me toquen:
Espaldas apaleadas que gimen como bocas,
rostros maltrechos desalojados por la esperanza.
Este país suda sus mediodías luminosos
para que yo crea en la torva perversidad de su belleza.
Para que no levante el sudario resplandeciente de sus
paisajes,
y vea a la muerte traficando huesos bajo mis narices.
Embadurnadad de lágrimas me tiene este país.
Sale la luna alfanje a descabezar luciérnagas.
Los grillos cantan notas de sopranos imposibles.
Los vientos alisios revietnan olas invisibles en mi balcón.
Pero ya no hay belleza que me engañe,
ni arrullo que me haga dormir.