Con siete pies te abrazo.
Tus ojos respiran un ruido
feroz.
A la muerte le gusta aplanar
las calles.
La vida cría cuervos y le
salen pájaros hablantines.
La luna llora lágrimas de
cebolla.
Me arrodillo ante rosas sin
espinas y no llueve clemencia.
Ando y ando por los oasis del
alma y sucumbo a su inocencia
rota.
Soy una marioneta con colores discordantes.
Estoy ligada al resplandor del
pecado del himen extraviado.
Tú y yo rompiendo barreras que hemos construido.
Tú y yo rompiendo barreras que hemos construido.
De tripas hemos hecho nuestros
corazones y nos indigestamos
de amor.
En el huerto hipocóndrico de
tu corazón quedé con la
razón atolondrada.
Tornasolada yo, con ese
vestido de sílfide alada.
Círculos en la tierra las rodillas
sangrantes a la mitad de un baile.
El túnel de tu corazón por
donde nos escapamos de la era medieval.
La biología de tus besos que me enseñan a ser humana.
La biología de tus besos que me enseñan a ser humana.
Tus caricias psicópatas y mis
manos para encarcelaras.
Mi corazón de piedra y el tuyo,
una pala mecánica, que lo tritura.
Ivette Mendoza