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sábado, 2 de julio de 2016

Con siete pies



Con siete pies te abrazo.
Tus ojos respiran un ruido feroz.
A la muerte le gusta aplanar las calles.
La vida cría cuervos y le salen pájaros hablantines.
La luna llora lágrimas de cebolla.
Me arrodillo ante rosas sin espinas y no llueve clemencia.
Ando y ando por los oasis del alma y sucumbo a su inocencia
rota.
Soy una marioneta con colores discordantes.
Estoy ligada al resplandor del pecado del himen extraviado.
Tú y yo rompiendo barreras que hemos construido.
De tripas hemos hecho nuestros corazones y nos indigestamos
de amor.
En el huerto hipocóndrico de tu corazón quedé con la
razón atolondrada.
Tornasolada yo, con ese vestido de sílfide alada.
Círculos en la tierra las rodillas sangrantes a la mitad de un baile.
El túnel de tu corazón por donde nos escapamos de la era medieval.
La biología de tus besos que me enseñan a ser humana.
Tus caricias psicópatas y mis manos para encarcelaras.
Mi corazón de piedra y el tuyo, una pala mecánica, que lo tritura.
Ivette Mendoza