A batallas de tumba, campo de
plumas eternas.
Bajo el agua, algo que punza y
se mezcla en los
cuerpos de la noche, jadean en
invisibles cavernas.
Como una cabellera suelta se
tienden los mares,
se hacen saber cómo frutas
encendidas donde
tu eriges en los peñascos, tu
altar y tus acibares.
El recuerdo de actinia empozar
ríos quiere, la
vena del trueno, el naufragio
de los labios,
la azucena que brota en la
mente de los sabios.
Insomnio del vientre
trastornado entre las
púrpuras sabanas. Insomnio del
relámpago igual
que el ojo de la tarde, en una
alianza celestial.
Aceptar y mirar y estar aquí,
acepto todas las cosas.
Acepto el tiempo sin luz, la
realidad inexacta.
El aire, el cielo, la tierra
que en tus ojos pactan.
Ivette Mendoza