Palabras con cara de muerto,
páramo sin borde,
el amor aquí no tiene cabida,
no es amor ideal,
entre dos mares se ahoga, sin
descender.
Ha visto el cañaveral infinito
en la cordillera del sueño
y tú lo sabrás más adelante.
El puente que se abre de par
en par; de la historia
se alimenta, aunque lo único que
yo sé es que a todos
nos da escalofrió cuando abajo
pasa un rio sonámbulo.
Guirnalda de espera, sin raíz
y sin hojas derrotando
la imposibilidad de un cuello
de vidrio que quería tener
solo lagrimas benevolentes.
Dos veces heredo, dos veces
memoria, dos veces he
vivido la vida como un pan en
castigo, eran yo joven
y mucho más pude haber ofrecido.
Palabras con cara de muerto, yerta
mortaja que alza
la voz muy fuerte, mano
rodeada de puros aranceles,
en vez de cultivar versos como
las flores, claudicas.
Me inclino a majestad y
alteza, me doblego ante la
torre que solo tiene una idea
fija y se declara profeta.
Ante todo melancolía existe;
me receta un grillete para
que no pueda soltar los pies.
Un amor a domicilio me hace
falta, pero no visita de médicos,
un amor oriental que desemboca
en una cascada del
Mar de la China con una
terrible sed de permanencia.
Ivette Mendoza