Voces, llamadoras de Sigfrido
siempre calladas, redimidas,
sin eco ni furia, virtual, se
enfrenta
a la regresión de los titanes.
Cúspide revestida de cristales
detrás de su salvadora luz,
el halo móvil que las
circundan
y luego se conciben, alma
tuya.
Voces retiradas, lloviznando,
como hebra de amor,
en cada golpe soportando,
vestidas diferentes, iguales
una pena extraviada por aquí
otra por allá,
el mismo lenguaje respirando,
el mismo lenguaje respirando,
en el paralelo del consuelo.
Ahora siendo alma pura, posa amorosa
enredándose en el viento
de todo pensamiento, del mío
su sed inagotable se arroja y
busca un río,
lo que queda de ti, lo de las
voces.
Ivette Mendoza