Corazón de piedra labrada a mi
súplica,
a mi ruego, mientras tanto dichosa
me siento
adquirir la imagen de una
aurora hermosa
en el encuentro de libra
zodiacal, leal.
Como una brasa capaz de secar la
profundidad
de los mares, es el horizonte
de tus ojos, la
plenitud de una playa
radiante. El tiempo que
pasa y nunca retorna. Sólo las
horas entornan.
Arrebato de caracolas que
espumas dejaron
cantando a un jilguero ansioso
sobre el gemido
de los peces, por dondequiera
probó el amor
y dolor de su corazón agitado
y sufrido.
El sentimiento del rostro, su
contorno, la clara
aceptación del alma. El veraz
pensamiento
que busca seguir la huella
lisonjera del futuro
venidero en tierras semejantes
a esta, en apuros.
Ivette Mendoza