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sábado, 29 de mayo de 2021

De cuerpo en cuerpo de cruz en cruz lloraba el mundo

 

De cuerpo en cuerpo de cruz en cruz lloraba el mundo,
sangraba desde su condena en mares,
de toda ultratumba presente contra presente,
enormes garras, rugidos muecas, mar inerte;
instantes de odios inéditos, cruz como parlante,
endemoniado y cogotudo.
Yo no escucho / yo no escucho /yo no cedo /
Solo siento la hambruna de la filosofía universal
de tenedores y cuchillos con sus elocuencias de
estrellas patulecas y su yugo demencial.
 
Ciencia que hace llover al embrutecido calendario,
acecha desde adentro, acecha consumido desde
el barranco manco, acecha, acecha por acechar,
un puntapiés aguanta para dejar su mente en
blanco, para dejarme a mí también.
Cavó su fosa de tormento maquinal
para la humanidad pretérita,
pretérita, pretérita mil veces pretérita para relamer
su llaga con mil memorias en ultramar, con una gloria
de melcocha y una infamia de guitarra en el jamás.
 
De cuerpo en cuerpo, de cruz en cruz lloraba el mundo,
abrió brecha para adelgazar, cerró sus ojos para no llorar.
Y dijo-al César lo que es del César-y se dejó enterrar.
Cargaba en su espalda la indecencia de su corazón
chiflado, la aurora mercantil del pecador y todo
olía a lágrimas de cocodrilos en desolación.

Ivette Mendoza Fajardo