De cuerpo en cuerpo de cruz en cruz lloraba el mundo
De cuerpo en cuerpo de cruz
en cruz lloraba el mundo,
sangraba desde su condena en
mares,
de toda ultratumba presente
contra presente,
enormes garras, rugidos
muecas, mar inerte;
instantes de odios inéditos,
cruz como parlante,
endemoniado y cogotudo.
Yo no escucho / yo no escucho
/yo no cedo /
Solo siento la hambruna de la
filosofía universal
de tenedores y cuchillos con
sus elocuencias de
estrellas patulecas y su yugo
demencial.
Ciencia que hace llover al
embrutecido calendario,
acecha desde adentro, acecha
consumido desde
el barranco manco, acecha,
acecha por acechar,
un puntapiés aguanta para
dejar su mente en
blanco, para dejarme a mí
también.
Cavó su fosa de tormento
maquinal
para la humanidad pretérita,
pretérita, pretérita mil
veces pretérita para relamer
su llaga con mil memorias en
ultramar, con una gloria
de melcocha y una infamia de
guitarra en el jamás.
De cuerpo en cuerpo, de cruz
en cruz lloraba el mundo,
abrió brecha para adelgazar,
cerró sus ojos para no llorar.
Y dijo-al César lo que es del
César-y se dejó enterrar.
Cargaba en su espalda la
indecencia de su corazón
chiflado, la aurora mercantil del pecador y todo
olía a lágrimas de cocodrilos en
desolación.
Ivette Mendoza Fajardo