Sábado atolondrado que enfría una rima de fuego
Sábado atolondrado que enfría
una rima de fuego,
i ay !, un Perseo cicatero la
llamaba desde lo infinito,
las notas musicales de la
madre tierra y solterona,
me alegraron con su inocencia
equivocada sobre
el óvulo de aserrín de la
melancolía reumática,
vale mil tajantes silogismos
de las cosas en las jarras;
construyo el impresionante
aroma de la incógnita mercantil
la miasma adivinatoria de
gozo, la vida encarcelada por su gesto
meando, el cuadrado oscilante y
mutable alrededor de la voz,
la gran torre de cuerazos,
surco de ráfagas patológicas,
la configuración de poliedros
y vértebras biliosas, hacia el
allí trenzado, un accidente
tiene un ojo de mil lunas tic tac
ingenio de piedra, dientes de
locura errante a veces dan sainetes
de perros viudos, mezquinos
y borgoña triste antediluviana,
del mundo corpulento,
corpulentísimo corpulento
abolengo de idea marciana con
un kilómetro de sufrimiento gutural;
un pie rebelde sin causa,
buscando morir en el charco amedrentado;
circunferencia de diáfana
efervescencia como las tonadas andróginas
de los triángulos catequistas.
Ivette Mendoza Fajardo
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