Repica aquí la dentellada de
la carne que brama en el lego de la iniquidad,
y busca galopar el dolor de
un ciempiés y las dagas del espanto,
y en el dolor de las
pistolas, del cobre y de la mandíbula imbatible,
la miasma contra el tumulto
de neón de pánico estrepitoso como las
siete cabritas y las siete cabronas en Sodoma y
Gomorra, degenerándose.
El ciclo silvestre de las
uñas proletarias que aúllan en batallas que
se esfuerzan por contarlo
todo, o nada o quizás todo o quizás nada
contra nada.
Se emboza el sol detrás de
las espadas romanas, su ojo de fuego
quema el vientre de un
cantar, y de frente se tizna en un infierno
apetecible sin embargo, en
naturaleza legañosa anda afuera caminando
sobre brasas gurús olfateadas
de mis imágenes de carbón vegetal instauradas
como mitos y cinco recuerdos
zodiacales con chalecos de hierro temeroso
porque mi mundo lo veo en un
cosmos de heridas sin calzones
ni portabustos y hormiguean
el cadáver de los sueños, se ríen de un
crepúsculo macabro y despernancado con su nariz abombada, definiéndose.
Ivette Mendoza Fajardo