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lunes, 31 de mayo de 2021

Las gaviotas felices danzan sobre el espejo naranja

 

Las gaviotas felices danzan sobre el espejo naranja.
Trepida mi corazón acelajado, en sus luces internas.
En el vergel matemático
el aroma de una ecuación rasga inadvertidamente sus aristas.
El viento zigzaguea de una forma paradójica.
La sombra rumiante es casi un ventrílocuo imponente.
Y en este entorno el silencio navega en la quinta dimensión.
Mi niño interno tiene olor a primavera, y candoroso asombro.
Y, cierto, hay un tiempo paralizado: esbozos
que el puede aprisionar como ternura, brisa nielada de un existir
ya existido, considerablemente.
Todo palpita: un martillo taladrante, la cocina trasnochada, los cuchillos,
los platos, las computadoras, los manteles. Los celulares chismosos,
el cuadro de Van Gogh y esta casa solariega, todo palpita, todo palpita.
Veo más allá de ese horizonte altivo. Veo un cielo cobijar las almas
desesperadas.
Atravieso la penumbra categórica con alas predestinadas.
Pienso en una aurora solitaria, de pronto,
acariciada en sus manantiales curativos. ¡Oh fortuna inacabable!
Corrige el pensamiento de su llanto plañidero.
Día sosegado y dichoso, de amor puro y oloroso a crisantemo, tronado.
Ivette Mendoza Fajardo