La noche poseyó sutil y purpurada estrella
La noche poseyó
sutil y purpurada estrella.
Una
helicoidal de lluvia degollada disimula
su ocaso que golpea
el estruendo de la hermandad
de los seres
laminados en carne fluida, que
labraron sus
manos en la quinta dimensión
de las
magras nebulosidades al tanteo de
toda lateral
oclusiva de su música sudorosa
por los
cuatro vientos los cascabeles de la brisa
desde su
saludable sedimento nocherniego.
Racionalización
al fuego folletinesco ubérrimo
mana
esmerilado con la diacústica del mundo.
Del vaho
catador que impulsa al azogue
que mide su
recortada costilla de la nada.
Su
crepúsculo muy pocas veces reprochado
destejiendo los suspiros de los ciclos del pistilo
auspiciando
flor dormida ya llorada por el tiempo
de
incontables gritos penosos de felinos alocados
de pasos
categóricos que evapora la existencia.
Ivette Mendoza Fajardo