Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

sábado, 21 de junio de 2025
Lanza sin Destello
Quizás bruño la trama incandescente del jade al
libreto del clima
viernes, 20 de junio de 2025
Oleaje en el Barranco Aridecido
Yo trazo la sombra desde el asombro dulce
de corazón,
una revuelta íntima en la claridad de una
llama férvida.
En el borde de una nueva primavera,
delimito
la señal que se disuelve en su propio
gesto,
el hueco que se forma donde el aire nos
vence.
Borro los instantes junto al mar, y miro su
fin,
jugábamos —dos latidos con clamor hacia el
infinito—
en un pulso que no cabía en los astros,
ni en los atrios del reflejo compartido.
Pero lo inerte, lo que no pulsa en la
sangre solar,
yo lo anclo con la estela de mi oleaje.
Forjo analogías salobres para cada ademán,
figuras que surgen en el soplo sin destino
donde la palabra sólo es la abismada
anáfora dormida,
si se escapa de sí misma,
sí vibra en la fuga de su sentido, en el
barranco aridecido.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 18 de junio de 2025
Silencio Desenvainado
Desde el hueco de cristales concéntricos,
el brío de la brisa renueva mi quimera
con racimos de cadencias transitorias,
que arrastran las aves, tallando las
mañanas apasionadas
sobre el pentagrama flotante de la ciudad
sinfónica.
Y es en mí la obra musical de mi
presentimiento eternizado.
Mis pupilas archivan visiones en giros menguantes:
confidencias entreabiertas, selladas a la
clandestinidad
del tacto.
En la penumbra recién huida, la razón arde,
como dos bocas que se funden en una larga
despedida.
En fuentes desventuradas, el mutismo se
vuelve
el verbo inusitado,
suspendido en su estallido para alcanzar la
pantorrilla
de los cielos.
A lo lejos, la extinción y el deseo luchan
por el estruendo,
por el resguardo del precipicio de claros dolos.
Tensa la cuerda rota,
como el legado sagrado de los dioses en
vientos esculpidos,
desenvainando lo caótico que deja mi
silencio.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 15 de junio de 2025
La memoria del rocío que exhala ceniza
Me envuelve una niebla de mancha
irrespirable,
la ciudad se retuerce bajo su mordida
feroz;
los árboles imploran al vidrio ceniciento,
caen, arrastrando secretos del río en celo.
Tu sonrisa generosa se extravía, y yo
en avenidas donde el aire se quiebra
conmovido.
El pulso sombrío del hierro, me oprime y
sacude mi rutina con impaciente desazón.
Me sobresalta el pecho con su prisa.
Al otro lado del cristal,
contemplo el ocaso del arco iris: la
memoria del
rocío se enturbia coronado de vapores
desvaídos
y un canto fúnebre envuelto en pena, de tez
rosada
exilia su aliento entre carcajadas.
Para despertar preceptos de dulces
existencias,
desentierro cántaros de sílabas adoloridas
y edades de espejos esquineros,
persigo umbrales cifrados y señales
oxigenadas,
revuelvo brasas de pétalos y cortezas.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 13 de junio de 2025
Flor de escarcha y pregunta
Es la flor sombría que me estremece
sin tregua los bordes del pensamiento,
inscritos como fiebre en mis riberas
caudalosas con quejas a la vida.
Un arrebol traicionero que sin pausa
me disuelve los párpados de ámbar
con una llovizna ciega, implacable,
que anega mis venas de acertijos.
Ese escarcho, esa costra, ese descenso
son las uñas del tiempo desgarrándome
con sigilo una congoja de atrevido paladar.
No alcanzo en su silueta de flauta
astillada y llanto,
su pisada de piedra que escucha crujidos,
enmarcando
su aliento tan leve que ensancha la sed, en
una música seca que se oculta en el hueco
de mi resistir
mundano. Pero mora, vigila, con trance de
sombra,
¡cómo muerde el silencio de su espera de
viejos helechos!
me va royendo el borde de las horas,
con el hocico de un arpa en tensión,
se somete al zarpazo que sube por mi voz.
¿No es acaso ternura lo que finge su tacto
cuando me lame los nudillos, al lavar mis
manos
con la ternura del engendro,
manso y risueño como un río más bien
dormido,
y me trenza los gestos fatigados
con caracolas mínimas y vivas desde aquel
momento?
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 11 de junio de 2025
Lágrima sin fuente
Del jardín caluroso junto al origen,
se enfrían mis generosos rosales,
con un aura de gracia y de enigmas,
me transforma en el rudo torbellino
arrebatado de corales.
Una sombría cascada en tu inteligencia
dio el equilibrio que mi cuerpo toma;
hoy mi pecho anochecido como el vino es,
la vida que me rompe en pleno encanto
de clemencia.
Directo, el corazón atribulado lo percibía,
y los hilos, por la tristeza despistada,
lloraba
y arrancaba de mi voz la dulzura del mañana
sin saber lo que yo decía.
Con ella surjo al miedo más arcano,
en sus corrientes hondas me desvía,
y nada sirve; todo está yermo en mis manos.
Muchos años han pasado, y una lágrima,
desde su fuente, todavía no seca y yo
sigo aquí día a día.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de junio de 2025
Cien colores hacia el alma
Llega el ígneo crepúsculo de cien colores,
y nutre un cielo de gala soberana.
¿Jadeante su reino de razones? Por tanto,
sea florida
la corona del encanto en los nuevos mundos
luminosos;
que esta pensativa hiedra —en el cuerpo
frío en que vivo—
con sola su navaja de fuego fue hecha.
Vino denso del alma, de talento dotado,
tibio reflejo
con el que le rescato y lo celebro, aunque
por dentro
me desvanezco ¡me quiebro de emoción!
¿Quién aúlla guarda superdotados
movimientos?
¿Quién busca que la cordura no se halle
rota,
desde los cuatro elementos disecados al
olvido?
De pronto, todo se detiene, con lava
embriagante
desplegada de energía; donde después
misteriosamente
se hace costumbre hasta el pináculo
triunfante.
Cien colores se unen al corazón mío, con el
aire de
mi semblante y una dicha que, como rosa, se
deshoja
docta de renuevos, sin despreciar
la fantasía que la vio nacer.
Ivette Mendoza Fajardo
La plegaria del pez goloso
Yo percibo rimas como brillos locos de
bellezas aromáticas,
y me embriagan placeres risueños de lejanos
fulgores;
saboreo venturas fecundas de mil postres y
lamentos
cuando habito la gloria de la aurora, en su
luz imprecisa.
Rodeada de nubes, contemplo la cuna,
rozagante de encajes.
Tullida escarcha cuaja el pantano del
cielo: en pavura,
siento cómo las siestas domingueras se
agitan en los follajes,
y me dejo llevar por los atributos de
suaves trinos.
La luna, ya saneada, se amamanta en dulces
piras;
y ante los cabellos de ángeles, el sol me
purifica
con la roja plegaria de un candor auroral.
Pero mi pecho sangra de dulzura inútil,
como una anhelante bergamota, me asomo al
goloso pez,
conjurado en arte, pureza en los ojos
—primor
de reina prisionera de una tiniebla del
amor, donde ya
me encuentro.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de junio de 2025
Vapor Ceremonial en Gritos de Duelo
El tiempo que contagia las persianas del
olvido
es mi vida: vapor ceremonial que grita
duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee
conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin
miedo.
Titubea la imagen, engañosa, cuando pienso
en ella,
lentitud que arrastra el mundo, escalonada
y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta
rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
Es el aposento del alba pura
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota
herido.
Es purga harapienta la confianza vacía que
adoro,
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga
domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que
ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza
es mi vida: vapor ceremonial que grita duelo.
Mis iniciales son ágata que me lee conmovida,
como cántaro que renuevo abierto, sin miedo.
lentitud que arrastra el mundo, escalonada y extraña.
Ave rubia que vuelve a colmar mi garganta rota,
palabras dichas que apenas puedo soltar.
sobre la piel de mi mano, sonriendo frágil.
Como simiente que arde, que ansía,
mi corazón, antes agraciado, ahora flota herido.
porque el velo no cura la ceguera del alma
que navega en el oleaje frío de la tarde.
Y en ese renglón de vida, la luciérnaga domina mi gusto,
quemando luces, regresando a un pasado que ya no quiero
volver.
Ivette Mendoza
sábado, 7 de junio de 2025
Bajo la torre de marfil
Bajo la torre de marfil que da lumbre a esta hora,
siento el alborozo ardiente de este amor que me devora.
Hondas palabras giran en el verso de la penumbra,
se agita una ausencia fría, gélida como mi sudor,
y las cornisas furiosas queman con ego derretido.
En ese pensamiento boreal, bailamos sin miedo,
sin acecho, sin la agonía de flotar en llanto abierto.
Así danzamos, todos helados, en la sorpresa de sus párpados,
como si el frío pagara el precio del milagro.
Remo, sola, en la calima que tus labios arrojan,
remando lento en la marea indomable de mi aflicción.
Remo en el mar de la aurora latina, entre sollozos puros,
la garganta abierta al naufragio de tu pecho.
Triunfos blancos, frágiles, que un lazo une a mis aventuras,
risueña contemplo rumores de carabelas,
aunque sé que ninguna volverá,
y el bergantín efímero de mis curiosas memorias
se desarma callado al primer recuerdo.
¿Qué cosecha tengo, partitura piadosa,
que marcó de frente ese azogue celestial?
Pero sigo aquí, alma en mano, invocándote tanto,
cantando mis coplas, descalza en esta fe inmortal.
Ivette Mendoza Fajardo
Bajo la torre de marfil que da lumbre a esta hora,
siento el alborozo ardiente de este amor que me devora.
Hondas palabras giran en el verso de la penumbra,
se agita una ausencia fría, gélida como mi sudor,
y las cornisas furiosas queman con ego derretido.
En ese pensamiento boreal, bailamos sin miedo,
sin acecho, sin la agonía de flotar en llanto abierto.
Así danzamos, todos helados, en la sorpresa de sus párpados,
como si el frío pagara el precio del milagro.
Remo, sola, en la calima que tus labios arrojan,
remando lento en la marea indomable de mi aflicción.
Remo en el mar de la aurora latina, entre sollozos puros,
la garganta abierta al naufragio de tu pecho.
Triunfos blancos, frágiles, que un lazo une a mis aventuras,
risueña contemplo rumores de carabelas,
aunque sé que ninguna volverá,
y el bergantín efímero de mis curiosas memorias
se desarma callado al primer recuerdo.
¿Qué cosecha tengo, partitura piadosa,
que marcó de frente ese azogue celestial?
Pero sigo aquí, alma en mano, invocándote tanto,
cantando mis coplas, descalza en esta fe inmortal.
viernes, 6 de junio de 2025
Botones de ilusión bajo tormenta
Huracán melancólico impaciente
me crece en el pecho y no espera, pero
vuelve intocable
sobre pirámides que imagino entre
parpadeos,
con elogio oscuro y botones tibios de
ilusión.
Una muralla se derrite dentro de mis manos,
su pendiente da vueltas en una merienda
amarga,
y me disuelvo en humores que ya no
reconozco.
Salvavida sin rumbo soy, ermitaña en
tránsito
por las calles turbias que me habitan, con
el viento.
La tormenta florece como un presagio de lo
que seré.
Una rana dormida respira en mi sombra,
su frivolidad renace en un gesto olvidado,
bajo felpas que laten como pañuelos
agitados.
El pellizco deja una huella en mi carne
quieta,
la cutícula, irritante, como mujer que
grita dentro
de retratos tristes y nítidos pendones sobre
una bandera que cuelga en la penumbra de
las flores.
Una orquesta dentro de mi ser
ensaya su última perorata contra la lluvia.
El látigo nace del brazo de la noche que me
niega.
Mi sudor es ave bajo ciudades que gotean
cielo.
Revista Vanidades flota en mi desgano,
y la luna, en pozos callados, insulta
cuervos
que, con máscara de falla, saltan desde mis
ojos
para levantar lo poco que aún pulsa en mi danza inconclusa.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 4 de junio de 2025
Mares, Faro del Saber
Revelo insomnios despreocupados en mi
espalda,
riberas doradas palpitan en el muslo de tu
silencio.
Estoy de puntillas, asomándome al punto
subterráneo
donde duermen aguas mansas y verdades desnudas.
Pequeños soplos de hojuelas fulgurantes en
mi paladar,
rosa del adiós, vertiginosa, que arde en mi
tierra eterna.
En el taller de los besos del sol, hechizo
de mares,
renuevan idolatrías viejas con el fuego de
un recuerdo.
Insectos de marca neutra habitan mis
auroras,
prisioneros de la clepsidra, pestañas que
escapan.
Ruiseñores de paz despiertan en olas de
corazón,
y yo, ávida, tomo del fulgor un faro para
guiarme,
esa lengua traviesa que disputa tesoros
perdidos
en la vastedad del mar que soy y no
alcanzo.
Un rayo me muerde, y mi sábana blanca se
estremece,
ojos de lunas llenas guiñan desde la línea
gris de la noche.
Desaparezco en el procesador de la
hermandad,
luz que desvela mi sed, que bebe el viento
y crea mundos.
Conejos, erizos de espasmos claman bajo el
amparo
de un velo paternal que sólo tu arrullo
puede romper.
Solo tu voz me pertenece, entre lo
verdadero y lo irreal,
canción antigua, fragilidad viva en esta
piel sin nombre.
Ivette Mendoza Fajardo
riberas doradas palpitan en el muslo de tu silencio.
Estoy de puntillas, asomándome al punto subterráneo
donde duermen aguas mansas y verdades desnudas.
rosa del adiós, vertiginosa, que arde en mi tierra eterna.
En el taller de los besos del sol, hechizo de mares,
renuevan idolatrías viejas con el fuego de un recuerdo.
prisioneros de la clepsidra, pestañas que escapan.
Ruiseñores de paz despiertan en olas de corazón,
y yo, ávida, tomo del fulgor un faro para guiarme,
en la vastedad del mar que soy y no alcanzo.
Un rayo me muerde, y mi sábana blanca se estremece,
ojos de lunas llenas guiñan desde la línea gris de la noche.
luz que desvela mi sed, que bebe el viento y crea mundos.
Conejos, erizos de espasmos claman bajo el amparo
de un velo paternal que sólo tu arrullo puede romper.
canción antigua, fragilidad viva en esta piel sin nombre.
Ivette Mendoza Fajardo
La Encrucijada del Pedernal
Copas de labios auríferos, se abren
sobre la oquedad hambrienta de lo que calla.
Cabezas lavadas, estalactitas enfermas,
engordan de sombra bajo mis dedos pulgares.
Armiños ardiendo en tus ojos de luna, solo
tú,
cruzando la soledad negra del deseo.
Eres tajante a contraluz, una punzada en la
boca,
niebla y violín al borde de mi espina.
Entre chicharras, saltas, te quiebras,
tiemblas,
y tus veinte caletas abiertas me llaman sin
miedo.
Corazón de carne y delirio, indivisible,
llegas a mí oliendo a mies mojada, a
historia viva,
a llamarada tropical que derrite mi cintura.
Oh guante de tu voz susurrante, giro de
planetas,
sientes cómo mi lengua se enreda en tu barba
áspera,
cómo me evaporo en tu noche caliente de
amaranto.
Escucha: mis huesos se parten en las cuevas
del silencio.
Vives en la tormenta de mi cuerpo,
oh anís salvaje, dulzura hecha bruma,
que me tocas desde el alma hasta el cuello,
desnudando mis cenizas.
Y cuando se rasga el velo de la razón,
me empujas a quedarme a vivir en el filo
del gozo:
bello reloj de jade, en paladar agudo del tic tac,
la luna cava su piedra en la encrucijada pulposa de anhelos,
y me sostiene, desprovista de todo,
mientras caigo
en tus brazos apretujándome con tu alma de
niño.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 3 de junio de 2025
La flor del beso Afortunado
Como signos en el nunca tragafuego,
deseo tus besos de agua fresca, porque con
ellos
rompería horizontes, y brotaría el delirio
en el infinito.
Solo anhelo que esta ofrenda del destino
sea eterna
y no se marchite en el sinsabor.
Ni hambrientos ni tenues, pues eternamente
ardemos allí, combatiendo un despecho
rabioso y contagioso.
Cuánto desearía yo, en este junio,
un murmullo inspirador sin revuelo sombrío,
pertinaz como el mástil de un navío
afortunado, que navegue
en la marea dulce de una flor, como una vivaz cofradía
de caricias —latidos blancos—
entonados cuando nos amamos en su llama
invisible.
Con virtudes y defectos, la puesta del sol
es siempre mística.
Allí cargo los arañazos de la vida,
filtrados de dolor.
Toco la playa imaginada, que nos lleve a la
exótica
beldad de un verso acariciando tus
cabellos; se afinan
con los dedos de la emoción.
Soy trino de universos en pecado, yo, aquí
y ahora, soñolienta,
esperando la sinfonía del planeta en su
hora inicial,
en las aguas del mañana.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 2 de junio de 2025
Caminar contigo en la noche
En aguas celestes de mirada temblorosa,
se cierran despacio las grietas de mi
corazón.
Atrás quedó el círculo de fuego, candil
del manantial donde pagué mis errores.
Me preguntaste qué había hecho:
te hablé de dudas, de hambre de vida.
Cuando seguí andando, viniste conmigo,
tus frases ardían en mi espalda,
sedientas, agudas, vivas, crueles.
Dijiste que mis sueños eran fantasía,
que apagara la calma, coronada de espinas,
en el vendaval de tu cuerpo, en el arte de
una
borrasca, quebrando mi presente.
Reías mientras la noche se extendía,
y yo oía los sollozos —bajo alas—
de los que habitan la frontera del olvido.
Y supe que el final estaba aferrada a tus
dedos.
Subo hacia la claridad, me repito,
desprevenida,
pero, ¿dónde está la ternura de una flor que
me reviste?
¿dónde está la voz que firma promesas, dónde el
ardor renace?
Camino contigo en esta noche, y dentro de
mí,
algo se rompe: no sé si es la esperanza
o la tibieza del sol que ya no me alcanza.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 1 de junio de 2025
Entre sombras y deseo
Oh,
presencias sin rostro, te vi florecer lento,
como si el
deseo tomara forma
en aquel
beso inventado por tu inocencia.
¿Y yo?
Desnuda entre ramas de insomnio,
cuando el
amor se escapa, se vuelve ilusión,
apenas un
suspiro que no vuelve.
Mi boca te
llama con fuego contenido,
por ese
pasillo donde cruzan
la pena y
el placer entre sombras.
Y solo
recibo el nudo en la garganta
de lo que
ya se ha ido.
Un papel
con aroma en la orilla de la frialdad.
Aves ciegas
giran en el rocío,
que tiembla
antes de romperse en gozo.
¿Quién me
llevó al límite de tu sombra callada?
¿Quién usa
el vestido
que llevé
en mis sueños rotos?
¿Cómo la
luz de tu alma encendida
corre
detrás del velo del silencio?
Y este
recelo que trepa,
como lluvia
sedienta entre mis huesos,
dobla ramas
sobre mi cuerpo detenido
en la
tierra,
como una
tarde que se hunde con los ojos abiertos.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 31 de mayo de 2025
Los Geranios Siguen Amando
Los geranios te guardan en la sinrazón transparente,
donde
habitó el sonido de la luz adentro,
conjugando
el episodio excitante que nunca termina.
Es una
senda florida que atosiga los fragantes sentimientos
que
desbordan mi asombro.
El
sentimiento edifica los telares de sus carbones,
y conversa
en lenguas a flor de labios,
revolviendo
por dentro
mi palidez
turbulenta, este latido
que se
inclina ante el manto de su voz.
Cascabeles
de habla, silueta moribunda del rigor,
me empujan
a besarte en cada estación posible.
Es la
secreta perseverancia que me invade
en la
levedad melancólica
de esta
vida mía, rebosante de ternura imposible.
Sé que no
volverás.
Alucino con
los encantos de la bocina extraviada,
saboreando
la fresca hierba del sonido
hasta la
exhalación final,
en esta
huida disecada de ritmo virginal.
¡Los geranios se pierden en sus luces de dolor…
y aún así,
siguen amando!
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de mayo de 2025
Flor del Yelmo
La acacia,
dormida, está de fiesta. Yo la miro. El pliegue marino, triste, piensa conmigo.
El león se
filtra por los nervios de esta hora cristalizada,
y sus ojos,
hambrientos, irrumpen la distancia que me separa del mundo.
Una marca
de sueño eléctrico altanero convulsiona en el aire del salitre,
y siento
que la psique de la hierba va coronada de sentimientos que pesan.
La
tempestad levanta su látigo espectral en la primera tolvanera de la tarde
y algo en
mí se sacude.
El país
aprieta su corazón sangrante, sembrado de ciprés en la hoguera,
y yo le doy
las manos a quien comparte conmigo un pan de estrellas.
El león
recita los versos de Neruda.
Está a
punto de romperse a llorar dentro de su caracola imaginaria,
y en su
vientre siento crecer al muñeco santero.
El resorte
destructor todavía aviva la canción sobre mis pestañas,
pero
desvencijado tropieza envejecido, y me dice “yo soy tu boca”,
con el
desapego de las nubes. Resignado, muere contra la pared.
Yo atiranto
la pausa de su soledad.
La hormiga
huye temblando. Con sus extremidades marchita el clavel.
El violín
se acerca para detenerla.
Cae en la
hoya del letargo y caza terciopelos enamorados.
Caza
indefinida. Terciopelo en trozos de vida. Tiempo vengativo.
El
semblante de los muertos estudia la aritmética de la pólvora.
El rezongar
del león entrecruza los nardos de la calumnia.
La flor del
yelmo está escarmentando. Su vejiga enferma pacta con la muerte.
Y yo
observo cómo la gaviota errante vuela en un ritmo rimbombante.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 27 de mayo de 2025
Piedra Sórdida
Piedra sórdida.
Espiga ceremonial. Sensación foránea y acantilado.
Cristales
humildes horadados en ademanes de noches desvaídas.
Ideas
estelares ennegrecen girasoles que olvidan
entre
montañas venenosas bordadas por el abismo.
Abrupto.
Eternidades verdes. Sensación foránea y nieve prepotente.
Ademanes
espejados sin ceremonia ni silencios de osamentas...
La noche
congela la virtud. Trampas de zapatos mártires y quietud.
Gimen las
escamas, en sucesión pertinaz de la constelación del perro.
Montañas
venenosas. Plumas de la marea encantada.
Espiga
ceremonial y petróleo solitario, fundando tesoros resonantes
en
gargantas de flexiones en cuerpo estremecido.
Langostas
de paz profunda corren en ademanes de silencio desvaído.
Concierto
de cucharas. Penumbra. Mecánica muscular del tiempo.
Relojes
cósmicos torturadores. Batallas de ideas estelares.
¿Alguien habrá visto que alguna vez tuvimos la cabellera sensible de
la fría
oscuridad en lágrimas pluviales?
Ivette
Mendoza Fajardo
domingo, 25 de mayo de 2025
Cabelleras de Algoritmos
Un
tetraedro con detalle caprichoso
busca la
estampa de mi pensamiento.
Esta, que
articula los ribetes amarillos
del acecho,
se sitúa en el receptáculo
de nuestra
tristeza y de nuestros cuerpos.
Husmear
verdades blancas nos toma
de las
manos, suavizando asperezas.
Miro
fórmulas, dosificando el espacio y el tiempo,
mientras
mis dedos, por el infinito, van gastados
dentro de
lunas de inteligencia viva.
Mis pupilas
son el cataclismo que llora tu aliento
con sabor a
eternidad, halagando los muslos
del
escándalo, que hacen sus robots numéricos;
y yo sacudo
sus inquietas cabelleras de algoritmos.
Desciendo
desde elásticos corazones
que,
aplaudiendo, chocan y se hacen añicos.
Un número
cotidiano es la razón que me desangra
de una vez
y para siempre. Un número cotidiano
me hace
cosquillas en mis costados, y con una
mano de
madera china, yo lo ahuyento.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 24 de mayo de 2025
El pie de mi Abstracción
Bajo las
cucharillas de la muerte,
y dando una
sola vuelta
una lechuza
se me presenta relevante,
y caducan
mis horizontes de alergias,
multicolores:
florestas
de cielos derrumbados, quizás extraviados
arrancan
huracanes en cuclillas delirando
dentro de
aguas secretas, y gozos en sillas plegadizas,
alguna nube
persiguiendo a su madre...
pero la
confianza, en todo esto es para mí, más lejana.
Acudirán
hacia los proverbios con sobriedad vegetal
en ramas
coordenadas por sagradas
caridades,
que desorientan la injusticia
de mis
vestiduras con sus guardapolvos digitales;
o, si éstas
son muchas, se despilfarran
a ocultar
las hostias de mi carne.
Antes de la
prisa, el pie de mi abstracción
saluda,
corroído,
yace en las
cuadraturas de topacios,
de besos
decaídos, en oro titilante;
y arrastro
planetas difuntos, y el neón
de luces
artísticas hasta la mitad del ébano
reverencial,
allí mi nostalgia está hecha y desecha.
Ivette
Mendoza Fajardo
Calles del Ágata Vacilante
La palestra
es el sonido de la paz que me hiere,
ornamenta
de piedra este vientre mío de seda, donde
brotan
ortigas sinuosas en el séquito de mis labios.
Es espiga
perezosa del pasado y fluye estornudando
si mi alma
camina sobre lenguas cansadas,
sí tus
manos la equilibran en la necedad de mi desventura.
O acaso
echa raíces, siempre igual, por las calles del ágata
vacilante,
por la
caricia funeraria del tic tac de mi universo.
¿Es un
abanico que se fermenta cuando muero
y en lluvia
se me trasmuta?
Perdura
oriflama en la plenitud de esta nada
tal vez
destruye lo que veo: patines rebosantes,
y desde
allí gravitan
partículas
que no terminan de insultarme.
¿Y qué
importa la razón de los gatos voluptuosos?
Como de la
fresa promesante, como desde la gaveta
de un
consejo que eclipsa.
A picotazos
subimos por las arcas del mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
En la
Calculadora de mis Sueños
En
invierno,
se
precipitan al abismo las mecanografías sin letras,
trituradas
por mirra y espinas en revolución celeste.
He sentido
cómo las noches viriles, de hieles perdidas,
se
extravían dentro de una lágrima mía y derruida;
una gota
que, al caer sobre el torso bien labrado
de un
semblante antiguo, hecho de espuma hidrópica,
rompe la
escena como tinta china derramada
sobre el
horizonte.
Allí se
enfrían cien minutos de agonía inexplicable,
y en las
yemas rígidas sepultan nieves irritadas,
que han de
regresar con las manos florecidas
sobre mis ramajes
de dolor y redención.
Es en la
línea abierta de mi cráneo donde se hiela la noche
y aguarda
su juicio, dividido,
como un
torrente ensordecido o una grieta amable y salitrosa.
Yo,
acosando al tiempo —en la calculadora de mis sueños—,
renazco con
cifras en los dedos, y mi voluntad alumbra
los
castigos que huyen de una fiebre magullada y glacial.
Ivette
Mendoza Fajardo
ornamenta de piedra este vientre mío de seda, donde
brotan ortigas sinuosas en el séquito de mis labios.
si mi alma camina sobre lenguas cansadas,
sí tus manos la equilibran en la necedad de mi desventura.
O acaso echa raíces, siempre igual, por las calles del ágata
vacilante,
por la caricia funeraria del tic tac de mi universo.
y en lluvia se me trasmuta?
Perdura oriflama en la plenitud de esta nada
tal vez destruye lo que veo: patines rebosantes,
y desde allí gravitan
partículas que no terminan de insultarme.
Como de la fresa promesante, como desde la gaveta
de un consejo que eclipsa.
A picotazos subimos por las arcas del mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
se precipitan al abismo las mecanografías sin letras,
trituradas por mirra y espinas en revolución celeste.
se extravían dentro de una lágrima mía y derruida;
una gota que, al caer sobre el torso bien labrado
de un semblante antiguo, hecho de espuma hidrópica,
rompe la escena como tinta china derramada
sobre el horizonte.
y en las yemas rígidas sepultan nieves irritadas,
que han de regresar con las manos florecidas
sobre mis ramajes de dolor y redención.
y aguarda su juicio, dividido,
como un torrente ensordecido o una grieta amable y salitrosa.
Yo, acosando al tiempo —en la calculadora de mis sueños—,
renazco con cifras en los dedos, y mi voluntad alumbra
los castigos que huyen de una fiebre magullada y glacial.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de mayo de 2025
Océanos sin Fondo
En océanos
sin fondo flotan rumores y fieras,
fragmentos
perdidos, como si el tiempo olvidara
que los
lirios ya no viven en estanques, sino en abismos
donde la
espuma no distingue orilla ni forma.
Sigo un
globo vidrioso, inerte, hundido en su órbita,
viajando
por túneles de imágenes, guiado por hilos invisibles
hacia un
abismo con lunas cosquilleantes.
Es una
danza sin fin,
siempre
guiada por una palma extendida,
que parece
salvar y a la vez rechazar, estirando su humanidad.
Un párpado
de alcanfor, que nos lee la mente,
crece con
sonrisas frágiles
y al
quebrarse, se vuelve cuchilla de vidrio.
Tiemblo
cuando esa mano lo envuelve,
caricia
afilada que eriza carne de papel.
Veo el
musgo en sus sienes,
como quien
revive su infancia,
la esencia
verdadera de alondras,
la última
silueta de labios amados,
ahogados en
gemidos de mar.
Ivette
Mendoza Fajardo
fragmentos perdidos, como si el tiempo olvidara
que los lirios ya no viven en estanques, sino en abismos
donde la espuma no distingue orilla ni forma.
viajando por túneles de imágenes, guiado por hilos invisibles
hacia un abismo con lunas cosquilleantes.
siempre guiada por una palma extendida,
que parece salvar y a la vez rechazar, estirando su humanidad.
crece con sonrisas frágiles
y al quebrarse, se vuelve cuchilla de vidrio.
caricia afilada que eriza carne de papel.
Veo el musgo en sus sienes,
como quien revive su infancia,
la esencia verdadera de alondras,
la última silueta de labios amados,
ahogados en gemidos de mar.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 21 de mayo de 2025
Estatua del amor Blanquecino
Me
sorprendió el desvelo de la estatua del amor,
alta y llorosa,
vestida por manos pálidas
que rozaban
las laderas antiguas,
en el valle
donde habitan los querubines.
Su rostro
sereno abrió mi pecho con cuidado,
y en mí
brotó un diálogo sin cierre,
como
mandíbulas cansadas que no cesan de llorar.
Entre
mechones de plata y hebras en nudos nocturnos,
escuché el
canto distante de un relámpago.
Vi esa
imagen extraña que ofrecía su misterio,
sentí un
adorno marchito rozar mi oreja,
y mi
corazón aferrarse a sus pies de mármol frío.
¡No me
quites el cincel renovado,
déjame pulir esta plegaria con mis propias inquietudes!
Imploro esa
fuerza perdida en el tiempo,
porque ese
desvelo me habita como un templo,
un vacío
suspendido que gira sin respuestas,
mientras
disuelve mi alegría en yeso vivo,
entre telas
nobles y fragmentos celestes,
que me
llaman a recordar lo que fue.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 20 de mayo de 2025
Soy este Latido sin Sabor
Mi corazón
late sin sabor en alfabetos vivos,
mi tercer
ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me
atraviesa este ritmo de espasmos
que la
ciudad me impone sin clemencia.
Llevo
conmigo un diccionario exhausto, lleno de quejas laceradas,
y siento
cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa
lágrima de avellana que sueña,
esa arena
que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
Me levanto,
intento atrapar una imagen de viento arisco,
mi mano
derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende,
con torpeza, la hoguera de sus melodías.
Me habitan
espirales que se sienten como carne de cañón,
soy agua entrelazada
en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una
monomanía oscura de pertenencia,
el dorso
del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve
ácido en mi verso del mañana,
y entre
recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el
calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette
Mendoza Fajardo
mi tercer ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me atraviesa este ritmo de espasmos
que la ciudad me impone sin clemencia.
y siento cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa lágrima de avellana que sueña,
esa arena que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
mi mano derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende, con torpeza, la hoguera de sus melodías.
soy agua entrelazada en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una monomanía oscura de pertenencia,
el dorso del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve ácido en mi verso del mañana,
y entre recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette Mendoza Fajardo
Temblor en las Vigilias
Me detengo
a observar cómo se repliegan las manos
que ayer se
abrían como promesa sobre otras superficies
cansadas de
pretensiones.
Persiste en
mí el temblor de las vigilias
cuando
acepto que volverás a tu rutina de dejar huellas
chillonas.
Yo
presencio el trueque discreto de tu mirada,
esa forma
en que intercambias silencio
por un poco
de abrigo apenas sostenido.
Presiento
que quien te daba sombra
ya no
demorará su marcha en tu destierro.
¿De nuevo
esta escena repetida?
Me acerco
al laberinto opaco de mis ideas,
¿qué parte
de mí aún quiere tu regreso
cuando sin
pedir permiso deshojo lo intacto de tus días?
Tus
incertidumbres son flores torcidas
y tus
nostalgias tienen el rostro exacto
de quien
empieza a convertirse en alguien
que nutre
mi olvido.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 19 de mayo de 2025
Donde reposa el letargo
Permíteme ser sombra, reposar en tus
brazos:
ávida de reposo, tensada por la fatiga.
Existencia quieta que se escurre dócil por
mis contornos,
donde mi llanto abierto carece de alivio,
vena quebrada que anuda con sangre el ocaso
de tu melena.
Seré sombra silente, sin abreviatura,
vacío bastión que carcome la médula,
como soledad de alas en hilos de fervor.
Permanezco porque me consumo en la niebla,
porque ansío persistir, porque imploro
cesar
y grabar con sal un mundo más vasto y
efímero.
Permíteme ser penumbra que brota sobre tu
boca:
lenta y en el nudo del sigilo,
desde tu torso abierto y tus pupilas
oscuras,
ante el espejismo de ser la sucesora,
que desde mi sombra acecha.
Permíteme ser tú, tu esencia, que sin furia
se expande,
corriente con temblor de borrasca que se precipita.
Estación que desfallece o delira, en mi
costado en llamas,
que a escondidas devora mi pecho al
amanecer.
Labios-jade, suaves, amargos y dolidos,
néctar en calma vertido sobre mi oleaje.
Que tus labios sean filo enrojecido,
boca que no indaga, que muerde mi fortuna.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 18 de mayo de 2025
Un Capricho en la Espera
A la
tristeza por los oídos le lloran los días infinitos
pero nadie
contesta en los laberintos del primor.
Quedaron
encerradas a la orilla de tu lecho,
como las
memorias vivas del deseo.
Entonces
decidí poner un rostro helado y
juntar los
silencios en las rocas lejanas
de tu
enronquecida voz sobre mi almohada.
Y vi tu
imagen, moviéndose como un péndulo
—colgada—
en el
relámpago de la desolación y
mis
tormentos. Era igual estar dormida.
Trazabas
otra historia ardiendo insospechada
de
madrugadas ácidas, entre la lluvia y mi broche
de violetas
que proyectan tu sentir como página vacía
en mi
lejanía.
Fui hasta
el santuario donde enterraste las monedas
de nuestras
verdades, ¡Todavía valen en la tímida realidad!
sobre
figuras acaracoladas fantasmales de horas compartidas.
Y volví a
decirte:
¿Hacia
dónde vas en sereno tiempo, con el rostro escondido
como un
capricho que se espera?
Ivette
Mendoza Fajardo
La
Sombra Borda el Silencio
Era inútil
esperar una palabra doblada de todo.
Tu aliento,
quieto, invocaba la flaqueza del deseo,
reposaba
sobre la tarde como una promesa
que traía
de regreso un milagro dulce
entre el
crujido del frío.
Entonces
entendí
que no hay
regreso sin hambre,
que hay
manjares ocultos en el crepúsculo,
y soles que
no arden,
sino que
despiertan como panes frescos
llenos de
memoria,
rebosantes
de perdones
que rezan
al queso que se funde lento.
Pensé:
la sombra
es como terciopelo,
puede
bordarse también
sobre la
lentitud de los párpados.
Y el amor
como diciendo algo entre las paredes —
—ese amor
que arde desde el barro,
que huele a
tierra mojada —
se hornea
en capas de savia y silencio.
Pero ya era
tarde, y la poesía se había ido
con aquella
bandada de pájaros
que
supieron cantarnos bajo la briza.
Ivette
Mendoza Fajardo
sábado, 17 de mayo de 2025
La flor de tu sangre
La obsesión
de garabatear sueños me arde en la epidermis,
sujeta
máscaras de viento que se niega a morir.
Ese abismo
que domesticó al miedo —pero nunca le devolvió la risa—
es quien
borra los cantos que escuché de niña,
cuando el
error crecía como fruto podrido en la rama.
Ahora me
besa con labios de ausencia,
desde un
amor resquebrajado hacia un hambre de ojos vendados.
¿O será el
plomo en su lecho lo que pesa más?
El pavor es
un muro de cristal: grita en mis venas y no cae,
como
péndulo fijo en el aire,
como
chaqueta abandonada
que no
acepta la claridad del día. ¿Encenderá un cigarrillo?
Lucha con
el vacío, aniquila al ocaso,
pierde su
fuego de gratitud.
Los hijos
del anhelo, desnudos, inmóviles,
gritan sin
voz: yo soy la flor de tu sangre.
No hallarán
descanso en la luz.
¿Quién los
busca en su muslo agusanado?
Nacieron
antes del tormento. Ese es su sino.
El abismo
no vive en ellos. Está en mis cenizas, sin espuelas,
en esta
costumbre de quemarme las manos
esperando
lo prohibido.
Y eso… eso
es lo que más duele.
Ivette
Mendoza Fajardo
sujeta máscaras de viento que se niega a morir.
Ese abismo que domesticó al miedo —pero nunca le devolvió la risa—
es quien borra los cantos que escuché de niña,
cuando el error crecía como fruto podrido en la rama.
desde un amor resquebrajado hacia un hambre de ojos vendados.
¿O será el plomo en su lecho lo que pesa más?
como péndulo fijo en el aire,
como chaqueta abandonada
que no acepta la claridad del día. ¿Encenderá un cigarrillo?
Lucha con el vacío, aniquila al ocaso,
pierde su fuego de gratitud.
gritan sin voz: yo soy la flor de tu sangre.
No hallarán descanso en la luz.
¿Quién los busca en su muslo agusanado?
Nacieron antes del tormento. Ese es su sino.
El abismo no vive en ellos. Está en mis cenizas, sin espuelas,
en esta costumbre de quemarme las manos
esperando lo prohibido.
Y eso… eso es lo que más duele.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 16 de mayo de 2025
Quién Habita en la Sombra
Yo perseguí
la estela del errante,
descifré la
clave secreta en la noche cerrada,
dejé mi
garganta marcada por un filo de miedo,
y en mi
ausencia, que gritaba sobre la arena,
forjé mi
verbo preguntándome si aún eras sombra en mí.
Algo lúcido
me estremeció las raíces,
escuché el
murmullo de mi propia fuente,
vi mi
rostro con extrañeza y pregunté:
¿quién me
habita ahora? Me quité el desdén,
me senté a
esperar con las manos abiertas.
Por vez
primera, al mirarme, mi alma se rompió sin consuelo.
El soplo me
arrastró lejos. Y fue entonces —
cuando el
presente me rozó — que entendí el vacío.
Desde el
balbuceo del alba rompí mis orillas
con un
temblor que supo decirme. ¡Ah, caes a lo oscuro!
me lancé a
sus brazos, besé su dicha, me dejé envolver.
La noche
ardía entre nuestras manos.
La tormenta
escribió su canto.
Nuestros
cuerpos rasgaron el hechizo.
Y yo, con
mi bufanda,
cubrí la
desnudez que tú dejaste en la aurora.
Ivette
Mendoza Fajardo
descifré la clave secreta en la noche cerrada,
dejé mi garganta marcada por un filo de miedo,
y en mi ausencia, que gritaba sobre la arena,
forjé mi verbo preguntándome si aún eras sombra en mí.
Algo lúcido me estremeció las raíces,
escuché el murmullo de mi propia fuente,
vi mi rostro con extrañeza y pregunté:
¿quién me habita ahora? Me quité el desdén,
me senté a esperar con las manos abiertas.
Por vez primera, al mirarme, mi alma se rompió sin consuelo.
cuando el presente me rozó — que entendí el vacío.
con un temblor que supo decirme. ¡Ah, caes a lo oscuro!
me lancé a sus brazos, besé su dicha, me dejé envolver.
La tormenta escribió su canto.
Nuestros cuerpos rasgaron el hechizo.
Y yo, con mi bufanda,
cubrí la desnudez que tú dejaste en la aurora.
Ivette Mendoza Fajardo