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jueves, 21 de agosto de 2025

Caracol borrego

Rutina insostenible del alma:
horas de amapolas detenidas en la sal secuestrada,
caracol borrego vacío que grita al viento su espuma,
sonrojo estremecido sobre el coral y la concha
se enloquece.
 
Fatiga de pedal en flor:
una miel a punta de caramelo se petrifica en luz,
deleita la nada del desenfreno de arrecifes,
la vasija de piedra calla su secreto en muda corriente,
un jardín interior se disuelve a rienda suelta.
 
Rutina insostenible del alma:
el encuentro a tientas en su ligadura, como algas verdes,
espuma quebrada a todo trance en la uña del alero,
ventanas celestes hacia un pasado intacto.
 
Destino incierto:
en la brecha de la ausencia se aburre la ostra,
un párpado clausura la mecha ardiendo, y no hay preguntas,
futuro rabo de hoguera que nadie elude.
Ivette Mendoza Fajardo



Voces extrañas sobre la tierra

Me redimo entre voces extrañas que se inclinan,
el suelo es mi dueño y me desarma a la vez;
no huyo, no me diluyo en los pantanos de la bruma,
el mundo me observa y me desvanece
en la desazón de un alma adolorida.
 
Cuchichean las raíces que laten bajo mis pies,
el viento me despotrica, se lanza al silencio silbando,
las piedras no dejan que caiga ni que me levante,
el tiempo se enreda en mis baratijas amistosamente.
 
La luz bebe las tormentas que atravieso,
el abandono roza mis brazos de ave resentida,
la savia de los días se ahoga en charcos de silencio.
 
Me renuevo en aire: solo existe
una tierra incomprensible: cercanía y fuego,
el crepúsculo es blanco y me llama a desaparecer y rendirme.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 20 de agosto de 2025

Aventurera en lontananza

¡Una aventurera!, me digo.
Camino por sendas de polvo y hojas secas,
busco la lontananza
donde la congoja de mi pañuelo no aúlle
y mi vida no sea arena movediza bajo mis pies.
 
Aprendo de la esperanza del tranvía expreso,
siento el cielo crujir en mi sangre
como ramas secas que se parten;
avanzo, mitad sombra, mitad filo de acero,
soñando en el silencio que me aprieta el pecho.
 
Atrapo metamorfosis de troncos dormidos
que visten almas humanas de tallo y polen;
olfateo nubes de fragmentos
que flotan como humo entre mis manos,
tesoros que nadie reclamó en esta vida,
como si fueran mis monedas de oro.
 
La luna burla los cigarros del mundo,
ese sueño insano que devora la carne,
y queda solo, perdido,
en la bruma que huele a barro mojado
y al carbón del tiempo que consume los días.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 19 de agosto de 2025

Esqueleto de palabras

El vidrio orgulloso guarda un reflejo,
como un eco detenido en su fiebre.
Me acerco al borde,
mi cuarto se abre en tajos invisibles,
el polvo respira,
mi mano hiere la página pensante.
 
El encierro se estremece,
y el café que tomo me grita cansancio.
 
Una calavera circula en los espejos,
me devuelve un idioma asustado.
Abro la puerta,
y los días desfilan sin color,
solo deseo,
solo ruido creciendo adentro.
 
Allí,
tras la tela del humo,
 
el esqueleto de palabras
se levanta en otro refugio.
La hoja me expulsa,
pero me deslizo a su médula,
como sorprendida
de mí misma.
Ivette Mendoza Fajardo



El agua se hace cuerpo

Un nombre tuyo —placer antiguo—
me borronea y me consume
hasta que en mis entrañas
la culpa se disuelve.
 
Ese fuego de ideales aún vibra
bajo el ombligo de un gesto,
puro espectro. Ansío, me entrego.
 
Un imán con garras me deshila,
nervio tras nervio me arrasa,
derrama con fuerza absoluta.
Un recado ya es piel. ¿Quién sostiene
tal conjuro secreto?
 
En la grieta del instante perdido
algo huye de su brújula rota,
se precipita en caricia,
trastorna la memoria.
 
Mi agua resplandeciente se hace cuerpo,
placer —soñado— regresa,
mi vivir se convoca a sí mismo.
¿Alma, carne? Mi esencia,
meticulosa, todavía gime.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 18 de agosto de 2025

Narradores de Soles Nacientes

He sido signos cegadores entre la luz lánguida,
centinela de noches que escrutan su propio silencio,
narradores de soles nacientes
que iluminan laberintos desdibujados que se niegan a dormir.
 
Este Génesis en mis manos es el rito final,
el brío que quema la alegría de la memoria
y convierte la existencia en chispas de luna,
un mapa que arde sin geografía.
 
Los valles de tanta sed se retuercen bajo mis latidos,
el eje interior se despereza como un pájaro oculto,
músculos en sombra, colmillos de aire,
buscando escape en la tierra herida.
 
Ni siquiera el horizonte podrá borrar
lo que hemos sido, lo que aún nos habita,
como la mano que desafía el infinito.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 17 de agosto de 2025

Voz de quesillo y pinol

Tu voz es enchilada en mi hambre,
roce que quema y germina,
deliciosa en mi paladar,
como bolillos que abrazan nacatamales,
nacidos con tierra y sol nica.
 
Me desata, me enciende,
un Gueguense despierta en mi pecho,
memorísticamente,
para domar la brisa azul y blanca
con la tuya.
 
Sigilosa me invade,
guardatinaja ardiente susurra en mi oído,
himnos de lagos y volcanes
derriban mis silencios
y nos arrastran a la danza del Toro Guaco.
 
Tus sílabas y las mías se buscan,
se hieren, se enredan,
y el aire, sudado y vivo,
se hace nuestro cuerpo ungido,
ritmo y alma de quesillo y pinol.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 16 de agosto de 2025

El Muchacho y la Marimba Existencial

Yo lo sé:
regresa a mí el muchacho de vinos inciertos,
ese que resuella en madrugadas torcidas
y se zarandea al compás de una marimba inspirada.
 
Lo miro regatear con hablantines de distancia,
cambiar mi desvelo por un plato de fritanga,
y en mi alma atesora la noche como candil de festival.
 
No entiendo el conjuro de su zapateo,
pero me provoca —quieta, absurda—
en el petate áspero y en la sed de la tinaja.
 
He rastreado sus pasos en la tierra astillada del garañón,
donde alguien golpea maderas tercas para tentar la suerte
y el miedo se agita en un vaso oscuro de jícaro.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 15 de agosto de 2025

Raíz de mis noches errantes

Siento un hálito de brezos y cardos,
dulce al tacto y punzante en mi baúl de remembranzas;
mis inocencias se enroscan en nardos secos
y los inviernos antiguos gotean frío sobre mis aleros.
 
Roce de juncos, plumas caídas,
humo que trepa y se dispersa por mis noches errantes,
campos mudos donde mi sueño es raíz,
ciencia temblorosa de la niebla que me toca.
 
El tiempo, raudo del verso y silencioso,
es mi amor sin astillas,
copa que guarda mis sacrificios hiperbóreos,
con sonrisas que escapan, fugaces,
restos de días enterrados bajo ceniza de memorias y objetos.
 
Oh, mis corpiños del agua, olvidados,
mis secretos que tallé en vigilia, de dolientes canas;
¿Dónde buscar, dónde estoy agotada, lo que llora sospechoso?
Sed de lluvias que no caen,
soledad que se extiende sobre los costados de mi santuario inexorable,
y me susurra cuando miro mi reflejo.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 14 de agosto de 2025

El crepúsculo del recuerdo

Mañanas de traslúcido mirador. Agosto,
poblado de espíritu complacido, lleno de hojas y presencias,
se rendía a la suavidad de la lluvia
y escuchaba los murmullos del magnolio.
 
En la espiga del mundo, broches de oro y cendal,
la intensa sensación de reverdecer
al alborozo fresco de la natura.
 
Mañanas fértiles de flores y azul profundo,
radiantes de terciopelo, radiantes de vides.
Qué diría esa nube devorada por el tiempo
si el alma, colmada de luz y azucenas trémulas,
se sumerge en el crepúsculo del recuerdo.
 
Qué fragmento de vida nos lleva el andar hacia lo pálido,
hacia el animismo de la sortija rota que custodia los siglos.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 12 de agosto de 2025

Moldeo el instante

Moldeo el instante,
como un pulso lento que pule un remolino de barro,
con la paciencia de fábulas encorvadas,
extraviadas al pie de un hueso de desvelo,
sin más anclaje que el roce de mi mano
imitando su latido en la greda,
donde cada engranaje se adelanta a mi trazo.
 
Quizá sea una estatua sagrada,
árida y quebradiza en su relieve,
entre vasijas urgidas en la trama
de una modulación visible,
como cuencos que me miran
ante la extrañeza de sentir
cómo el cauce del recipiente
se extingue en mis dedos, agua blanda.
 
Tallo la figura pétrea,
sin artificios ni risas,
y en esa disonancia,
sin remedio posible,
las arenas densas se agitan
dibujando, tal vez, un horizonte
hacia el segundo preciso
que interrumpe la fatiga
de un cuerpo que, al fin, pronuncia su voz.
Ivette Mendoza Fajardo 



Simplemente un Sacuanjoche

Sólo un sacuanjoche me mira.
Desde el barro, una maraca-picaflor
bendice la mano de un volcán
que me pinta azul una mancha blanca.
Aún sombría, me persigue,
me acecha en una mañana madroñal
y exhala su hálito explosivo.
 
Pero me consuela, en pasos fugaces,
con pinolillos lacerantes
que recuerdan proezas
de gorros frígidos e inmortales.
 
Y desde un lago, unas pencas
se mecen en hamacas
con las caras festivas de los polvorones;
abarcan la piedra eterna
donde levanto la choza azul y blanco
de mi destino.
 
Y he aquí,
tocando la marimba con la ayuda de la luna,
zurciendo el huipil dolido de mi carne viva,
modulando las torceduras de un cenzontle
que canta, una y otra vez,
en la voluntad de un jocote
que lame mis heridas.

Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 11 de agosto de 2025

Vergel de Enamorados

El vergel es un mundo de sollozo enamorado,
un antojo en el mapa de las visiones
de un remanso indefinido de la natura;
tiene la ilusión de ser hermoso,
que navega hacia un infinito delicioso,
donde las flores tienen formas y olores celestiales.
 
Impenetrado,
su interior de fruta enloquecida, esa fuerza
que derrama —detrás de las primaveras—
la cara gozosa de la eternidad,
y se aferra en mí, en el ojo de frescura sazonada,
donde salgo a caminar por las noches,
junto a tu compañía, esperando la fuente clara
de tu amor. ¿Y qué nos une?
Las espinas de la vida,
y un vacío que se llena de belleza y persistencia.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 10 de agosto de 2025

Espada del destino

Etéreo y fascinante,
embarco lo que arremeda avellana,
y soy ave que no loza en destiempo:
mi única garrocha sostiene el viento.
Perdimos su jazmín —yo con su aroma—.
 
Lavado logotipo en evocación del goce,
por la luz del saber, mis ojos quedan
en este poema que sabe a paladar,
dulce, aún sutil, que se mustia todavía.
 
La complicidad del sol, crin bermeja, ara suave,
yo manejo el ómnibus soberano del óvulo otoñal,
bajo los inmensos paraguas que trepan al cielo,
y en sus tres cordajes, en el genio giro,
mi vivaz espada juega con sus destinos.
Ivette Mendoza Fajardo


Capucha oscura
 
Capucha oscura de la noche,
fina tela que abraza el silencio;
mi ser se engarza a la imagen eterna
de su forma:
guárdame en la agonía callada de sus gestos,
a flor de lumbre.
 
Estaré en el remanso, solitaria,
y en el surco germinaré, firme y lenta;
plantaré un trigo de oro,
curva dorada fiel en estío.
 
Entonces, en cielos sin dolor,
y en el llanto tierno de la luz,
ya no duermo,
y la marchita espiga quebradiza no renacerá.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 9 de agosto de 2025

Neón aletargado

Trenzas de desilusiones me embisten,
entrelazan aguas densas sobre el tapete del sol
del camino que cargo con poros de luna.
 
Pedal giratorio se alza desde el semáforo del mundo,
vuelca el neón dormido de mi carne
en su jaqueca incolora.
 
Golosina que ahoga buches
en la giba que se arquea en mi sentir.
 
Glóbulo que derrumba la calma,
alza en lo alto un botín oscuro
que me ronda, mordiendo el vivir.
 
Cráneo apocado que hiere con su choque pausado
cuando el querer pide reposo y no lo concedes;
destornillador ciego que raspa el hueso codicioso,
exprime sal como la pena
de habitar sin candelabro.
 
Ah, los desniveles desconfiados
que encogen la vida.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 8 de agosto de 2025

La orilla del minuto

Mis ojos, un reloj compartido
vibrando en la orilla del segundo.
En las líneas de un ayer sin agujas
rozamos el cobre sin escudo,
fijos en descifrar un temblor,
mendigando la hogaza prometida.
 
Y vino, callada y exacta,
la curva final del minutero.
Fuimos chispas cruzando el estío,
metal y escama en compás,
fogata sin suelo
borrando la huella de la llama.
 
Sembrador de horas latiendo,
dejaste voces en la brasa,
hasta que la ceniza te volvió clamor,
y el clamor, mi oxígeno.
Paletas de savias, de mapas, de umbrales, de cielo:
saxofón dormido frente a la calle.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 7 de agosto de 2025

El latido interno de la materia

En la plataforma pétrea del abismo
late la médula embrionaria
como el hálito hinchado de la savia
que en la arcilla
sin fervor
fluctúa
dibujando sus raíces sobre el río
 
Más hondo percibo la urgencia
que quiebra
la terca quietud del vacío
 
La materia severa se disuelve
en tránsitos
y borrascas errantes
se pliega al aliento que fermenta
su propia silueta esencial
su estudiosa ceguera de lo externo
 
Sigue vibrando el quiebre
en la senda glacial de su garganta
 
Un abrigo respira aislado
chisporrotea de gozo entre la tela florecida
 
y en la garra más profunda
una brasa invisible
se reconoce
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 6 de agosto de 2025

La Hendidura del Exhalar

Intuyo el umbral inasible del exhalar,
el tul de resplandores mudos en la entraña del abismo.
 
Tejo hilos perpetuos desde mi génesis.
 
Rescato ascuas pretéritas
en cristales y tapias
donde abro hendiduras para avistar el ocaso y el albor.
 
En los mausoleos
palpitan lágrimas fulgentes,
sombras calmas sobre la roca
o en el sustrato del juicio,
donde duermo sobre el yermo.
 
Devuelvo contorno a mi clavícula descosida,
descifro la mueca de mis falanges abismadas
que brindan merced al náufrago que soy,
aserto con cerdas y nudillos.
 
Poseo la tonalidad,
la fricción nívea y umbría sobre el hilo de agua,
el segundero del hálito,
la cautela del aliento.
 
Yo replico. 
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 5 de agosto de 2025

Puente del Ocaso

Puente leve del sonido.
Desde mi epidermis novísima, el viento:
pulso del ocaso.
Insectos mínimos vacilan pensando.
 
Abro las lluvias
sobre un tapiz dorado de semillas.
Abro el torrente, y allí germino,
como se expande el hueco en mis pupilas alucinadas,
como despiertan bocas vedadas
cuando la dermis del cosmos reposa en lo que toco.
 
¿Fui trino en la frescura?
¿Grito jamás?
Puente leve.
Ocaso.
Insectos mínimos vacilan pensando.
 
Quizá la obstinación de las espigas
o mi abundancia celeste en el temblor del ojo.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 4 de agosto de 2025

Rueda de Espantos

Barco agonizante,
me bulle en mi sangre,
carne viva / marfil.
 
Una rueda gime espantos,
sangra la sombra en mis venas,
puñado frío, deshielo.
 
Cúpula cubierta de gusanos,
machaca misterios de espiga,
carnes que se desgarran, ausentes,
gritan, gritan por las noches.
 
Luna confusa,
en la borrasca de mis dudas,
se mueve, se mueve, encendida,
como un faro sin puerto.
 
Jardín que huye,
sacude, sacude árboles de mi ser,
coronas, coronas abolidas,
curvando el amanecer.
 
La música lame,
mi rostro placentero;
extraña sensación
espumosa imprime.
Ivette Mendoza Fajardo
Instructor: Taller de Creatividad y Poesía Contemporánea
Vancouver, British Columbia, Canadá.



Vigilia de luz y sombra

Por la ribera perezosa del río,
mis cabellos sueltan mareas.
En pestañas, rocío,
en besos, frescura,
en canción, miedo.
 
Copo de nieve en mis párpados cae,
pies cansados pisan arena,
lluvia viste mi piel de oro.
 
La tarde nubla, monótona;
el silencio se extiende,
despierta ansias en mi cuerpo.
 
Piedra lacerada, vigilia de mi sueño,
el tiempo abraza la llanura,
lluvias del mundo.
 
Lengua que inventa distancias,
giros del viento en mis oídos,
la mano recorre el vacío.
 
Latas que lloran con furia,
ráfagas suenan dentro de mí,
tierra salvaje, corceles de luz.
Ivette Mendoza Fajardo



Vestigios de Luz y Óxido

No pudo escapar el rubor del ayer:
huellas arden en el fuego de mi memoria.
 
El fulgor,
como silencio en la oscuridad.
Todo cambia
cuando me alumbra.
 
Estrofas perfilan
penas que brotan,
lecho que cobija
sombra en la calle.
 
Armario de ilusiones,
estallan en multitud de horizontes,
luces que sueñan despiertas
en mi noche festiva.
 
La soledad rompió mi esternón de acero,
el aire se hizo astilla,
me visto con relojes oxidados.
 
Cuerpos emocionados, tinta que huye;
mi vestido es luz que arde en el dolor.
 
Alas oscilan en chispas.
Ecos de ritmos idos,
sanador de mi tierra pasada.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 3 de agosto de 2025

Melena de pensamientos

La mañana es soñolienta.
Los recuerdos duermen en mí.
 
La melena llena
de pensamientos ausentes,
el viento los desparrama
leyendo mis poesías.
 
El astuto grito
se quedó amarillento,
asustado,
se derramó en tu presencia.
 
Los labios soplan
paisajes infinitos;
sus raíces
cuentan mi historia.
 
Los chirridos
de un ojo que brilla
llevan el mensaje
de mi realidad incumplida.
 
La burbuja se esfumó,
como mis sueños.
El aire estaba cargado
de mis pesadillas.
Ivette Mendoza Fajardo
Instructor: Taller de Creatividad y Poesía Contemporánea
Vancouver, British Columbia, Canadá



Las Sombras del Vacío

La silla buscó mi forma,
y yo me deshilachaba
en sus colores roídos.
La butaca volvió la mirada.
Escuché palabras
sin pronunciarlas.
 
La ingenuidad de la hoguera,
beso que nunca tuve,
quedó en cenizas.
 
En el vaivén de la puerta,
un largo compromiso.
La tiniebla me arrulla
el cansancio de mis manos.
 
La sombra distraída del tiempo
en el mar.
Silencio en movimiento.
 
Agua que me salpica,
filosa y fría.
El milagro de la vajilla
sigue al sol en el agua.
Cantan mis caracolas
en ese torrente.
Ivette Mendoza Fajardo




Entre porcelanas y sombras

Los escaparates del cielo guardan la vajilla de mis quimeras,
como porcelanas desapegadas que, súbitas, se quiebran
en el mar blando de la bondad.
 
Una cúpula de vigor —la realidad que no miramos—
moja lozas exasperadas con designios traviesos;
sombras amargadas cosquillean al dragón
que rejuvenece en la yerba de mis laberintos.
 
En un instante tropical avanzo sagaz y menudo
por estratos amañados del sonido, proclamando destellos de arengas
como lenguajes sellados en nuestras anclas sumergidas.
 
Te valoro con estallido en el licor rutinario de nadie,
y cada noche se licua la diversidad de todo cuanto existe.
 
Satisfecho es mi sueño de bengala; su textura frágil persiste
en la palabra entubada, sincronía compleja de mis vestimentas.
 
El aura del tiempo que me aprovecha delira con recelo de azulejo,
y conmociona en compañía de tu oído primordial.
 
Sin complacencia atravieso la fealdad
del origen de la butaca invertebrada; en su tolvanera irritada descifro
el precio de sus misterios.
Y para decir verdad, todo está para poder yo cambiar,
porque solo así resisto
a esta gran fuerza de batalla perpetuada.
Ivette Mendoza Fajardo 



sábado, 2 de agosto de 2025

Frutos del Silencio

Se extingue el recuerdo de la tarde radiosa,
en un mutismo extraño, donde un haz de flores,
ya sin dueño, disipa su fragancia.
 
Todo centellea en un claroscuro tenue, que carece
de expresión en el perímetro del atardecer,
mientras yo, en un mundo desnudo, asombroso,
percibo palpitar a las sombras más eufóricas.
 
Un montículo temerario, suspendido, salpica
los destellos en bruma, vulnerablemente incendiada,
y la estancia taciturna entera se me nubla, con su silueta vidriada.
 
El instante, absorto, cruza sin presagio, y mis pupilas se deshacen
hasta que un pensamiento pesaroso en su sedosidad, revela
una figura virgen de espuma, que cae ante las cortinas rotas.
 
Siento, una época oculta que llega tardía, y es una manzana letárgica,
que madura en mi pecho, y las lágrimas me brotan
en ese firmamento del ayer, afligido, sellado, ilusionado.
 
Una luna doliente gira en mi entorno
sin manual de la vida y sin alegrías, a veces incoherente. La ausencia es
ese recinto que se vacía, se abandona, se ahoga,
con sus ventanas del siempre, y lleva los frutos diciendo:
que florezca el reino, porque el reino está en mí.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 31 de julio de 2025

La taza insospechada en sobresalto de nostalgia

Un remordimiento, en la mesa del silencio,
agita los adornos con jazmines de euforia.
Un piso exaltado, a medio terminar, se construye
sobre nubes de oro y trigo.
 
Cierto viento disperso, en un brazo penitente,
nos entretiene bajo el grifo impaciente del desamor.
La puerta, de emoción inestable, renegada de bisagras,
cóncava de cautelas, con distinta apetencia,
con el asco novilunio, me deshace los hilos necios del ayer.
 
En otro lugar, la taza insospechada que dejaron sobre esa mesa,
cierra sus puños para no herir al tiempo, y el reloj, sobresaltado de nostalgia,
se suspende en el jardín de las caricias.
 
La hendedura es perversa; quien la quiere llenar de buenos artificios
encuentra una mirada novedosa, con cierto desaire en los siglos del olvido.
En una fricción de labios, de corajes blandos,
la mesa suelta el timón del descontento y no me ve temblar.
 
El pasado se recoge en mi pecho,
como un puño invisible que no aprendí a soltar.
Una quilla en el infinito quiere divagar en el espacio
de mi pálido milagro, y vuelve al mundo claro y divino,
mi primavera es ya una imagen muy lejana en el andén donde
no molestan los silencios que me dejaron.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 30 de julio de 2025

Manos de madera en curva de deseo

Con las manos abrumadas, hechas maderas
y de mañanas dulces,
me aferro a la curva de los deseos y la palabra
con olor a destino.
Derribo el atronador resuello del ocaso
sobre la nieve incrédula de los siglos.
 
Desorientada, sin aversión, en el vestíbulo
de un tiempo sin mejillas,
disimulo el doliente alumbramiento de la luz
indómita, cubierta de ceniza,
hasta la fiebre de su oruga equivocada, febril.
 
Los vitrales de los justicieros se agitan,
muecas de sus dentaduras;
y Perseo titubea en la ribera
de un sueño exánime.
Con el rostro hecho huerto, froto mis angustias.
Cada laude cincelada es un alborozado fuego insepulto,
una rama de un espejo crucificado,
manual del desapego y de la ansiedad,
un pan burlado por los libros sin letras.
 
Las flechas son la justicia en modo de llanto,
hecho pantano,
donde la pasión me trenza el cabello alado del sudario
hasta ser su forma. Y su cruz.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 29 de julio de 2025

Rabadilla de Clamores

Rabadilla de clamores resuella aburrida,
por caballerosidad o desagravio,
flota en mí, como cuando un gesto de dulzura
me arrastra a caracolear en la tiniebla retraída.
 
¿Qué pertinacia tan maligna requiebra, en esta desmelenada
manía cósmica que me precipita al paso acelerado?
Qué párpados arrugados de falacia,
cuando el agorero signo de la hebilla giratoria
se deja ver,
cada día trémulo de valentía, más límpido en la historia.
 
El monólogo musculoso que arrastro, anheloso,
es un regazo mustio y estrellado,
donde seco lágrimas sobre la lengua extraña
de la palabra.
 
No es posible sobrevivir a esa idolatría enloquecida,
ni a esa canción paleteada por las naguas del dolor;
cruz de sonrisa suave, quebrada y sin recriminaciones.
Las horas se alargan aceptando el tacto que palpa
una delgada eternidad de rencor desmesurado.
 
Solo falta añadir mi cabello a las punzantes trenzas de los mares,
que el nuevo oleaje derribe una hebra de mi pura geometría,
para tejer las cosas que afligen los atardeceres, que huelen ansiosos,
en un día inaplazable de luz amaestrada.
Ivette Mendoza Fajardo



 


domingo, 27 de julio de 2025

Cuerdas Demacradas

Yo soy el arpa, un laborioso amanecer
que enmienda gozosa sus grietas demacradas,
entre fusiles inquietos que revientan fuegos
en el clarín sensual de mis ojos angustiados.
 
La nostalgia —copiosa, secreta—
se trepa a la consigna de mis labios
y va más allá de sí misma,
naufragando en huesos de esferas enguantadas,
como un barullo que no cesa de provocarme.
 
Un beso de celuloide, sagaz, perdido entre muchos,
me reconoce en la flauta seductora del infinito,
pausada,
pero desbocada y fuera de control.
 
Aturdida, remiendo con rabia esta hecatombe irrefrenable
cuando apenas soy el sueño apegado a la guitarra exultante,
y un iris que suspira los días, rasca la espada de
mis astros invisibles.
 
Me entumece este antagonismo documentado,
corazones cauterizados de utopías
envueltos en melodías de suerte inteligente.
Y me pregunto:
¿para qué nos hemos envuelto esta noche
en esta sinfonía tenebrosa, tensando en mis cuerdas?
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 26 de julio de 2025

La cicatriz del bostezo

No cesa de oscurecer la bocina flagelada:
presiente el revés de mi historia en su esternón callado.
 
Aprieta en su mentón gramatical
el reino endurecido del intento,
bajo el verbo insólito de la aurora.
 
Mis vestigios, secos y solitarios,
son un juicio atornillado en las fábulas del horizonte,
que se esconden en la cicatriz del sueño,
bostezo sediento que espejea
la carne excitada del pulgar más peligroso.
 
El licor del deseo me chorrea
por los espejuelos del invierno,
donde se preserva la trampa líquida
entre charcos de pesares y el mapa de la desazón.
 
Hay un heno melancólico en la cisterna de mi piel,
casi invisible,
entre el tobillo que lo culpa y el oasis falso
que rebuzna la verdad desbordada.
 
Esa verdad, detenida en la vida,
la encuentro ardiendo en la llama del temor,
donde germina la semilla de mi gemido inevitable.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 25 de julio de 2025

Anillo de Flauta y Niebla

Atada a las alegrías ambarinas de tu pecho,
ceñida al anillo colérico de tus manos,
juego a desgarrar las vestiduras de la niebla
con un volante nuevo,
rompiendo vitrinas que tus eclipses de flauta
llenaron de noches y trópicos latidos,
donde el silencio es escalera en espiral de serpientes
digitales.
 
Los bailes de música celeste eran abejas pinchadas por el tiempo,
besos tímidos en caída oblicua,
defendiendo sus poderes roídos por tintas huidizas,
mientras el cedro triangular
se viste de algas secas,
se cuelga mansamente, sin pausa,
y lleva un astro atrapado en la garganta
que quiere ser violín hasta el aura de la piedra,
ser gala epitelial, pluma de inocencia fría,
silbato y caricia magnética,
transparencia infalible
que sólo pulsa en mi distancia desigual
donde la sierpe intacta descifra mi latido.

Ivette Mendoza Fajardo



La Noche No Me Ofrece Tregua

Con la sonora voluta, pintada de festines,
Agosto se pronuncia
con el descontento de la lluvia. El sol
sube rectamente, abundoso y asertivo.
Afuera, un fuego de meñique va atesorando
sus gurullos entre las almendras empachadas.
 
Toda la pálida belleza de la yerba impía
escarmienta en el flujo mustio de su sinfonía:
su cambiante mugir entre las agujas victoriosas
de su timidez,
cual índigo agitar sobre el terciopelo de su torbellino.
 
Ya nada, por la limosna mutilada de la fragilidad, se aventura
en esta hora enigmática de cielos disecados.
Y sus leves ruidos se mantienen, con sus manos vacías;
abiertos los collares de tintas china,
pasan las proyecciones del heno fresco de jolgorios
con hipnótico aplomo,
así como ventanas mentales de sus temores: temen
a los carniceros cristales intempestivos.
 
La noche es un retornar sobre las alambradas de placeres,
de vientres esponjosos.
La noche se incorpora a mi enorme melancolía,
y yo no pido tregua.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 24 de julio de 2025

Torrente de Esencias Intransitivas

Desde el candil persa
se derrama un torrente de esencias
sobre el bosque secular.
El esqueleto intransitivo
de las manoplas salvajes
duerme en la noche,
que huele a espuma y catarata.
Remonto, febril,
las mesetas rasgadas por la sed,
tiritando en la ceniza santa
de un azul inexplicable.
 
En pugnas diminutas
oscilan las caricias ciegas,
memorias eternas
bajo un relámpago absoluto.
 
Todo me sabe a dolor:
la congoja en el filo de agua nueva,
la cascada de hielos ardientes,
la riqueza de esta flor ensangrentada
y sus páginas vacías.
 
Todo me sabe a dolor
en este paisaje minúsculo
que tapa el vacío
de mi asombro.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 23 de julio de 2025

Yo fui mi propia soledad

Me recuesto en la espesura del consuelo.
Aquí, el alma —sin angustia ni anhelo— se cautiva.
Mientras sé que he de hallar espinos en el monte,
y yo, aun así, escucho otra voz:
sentencias diminutas en la almohada,
vacilaciones hundidas, como bocas muertas.
 
Cantan las aves de París presagios extraños,
y mi dolor, en secretos rumores,
se cobija en la lluvia que toca
lo que fui:
la cáscara mortal de lo inclemente,
el reflejo inefable de un deseo sin grafía.
 
Selladas mis heridas,
me extiendo, creyendo en las promesas
de tu brío —tan blanco como un espectro—,
que llevaba, como un cetro, pulsando en el cristal
los ropajes dormidos de los antepasados.
¿Es el llanto del pájaro cautivo,
o el gris que escapaba de mi garganta, sin miedo?
 
Yo fui mi propia soledad para ser fuerte.
Lo sabía, aunque nadie me lo dijo.
Y el cielo miró arder desde su abismo
cuando tu presencia abarcó el universo.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 20 de julio de 2025

El ocaso y la quimera

Ya la noche desciende, vivida bajo su brújula sagrada,
se transfigura en humo; le llueve un ritmo de paz.
Ronco, el silencio bruñe su lóbrego esplendor,
y la neblina me arrebata el rostro de mi quimera nocturna.
 
El viento del hombre —tenebroso y ritual—
se arrastra atado a mis brazos,
como buscando, en mí, la huella
de algo que aún late en la sombra.
 
Una angustia amoratada se desnuda hasta mis ojos:
un ocaso sostiene su equilibrio
sobre el filo de la miseria suspendida.
 
Bajo ramas de penumbra,
mi error se abriga y flagela la palestra
donde bullen lenguas de fuego y culpa.
 
El denuedo finge su sueño:
batalla el otoño con dulzuras que perforan lo inmóvil.
 
Y crece, insomne, la ascua que palpita en mi semblante.
Esa ascua… ¿acaso no soy yo?
Ivette Mendoza Fajardo


Universos púrpuras en nubarrón de verdades


Universos púrpuras se pueblan de mis sueños:
veo golondrinas volver al otoño de mi vida,
sus nidos velan sonrisas agrietadas por el fuego,
y me mece ese fulgor solluna, niña de mi aurora.
 
La fábula de un ojo tupido de arrebol
apacigua dudas repitiendo pálidos signos de dolor;
mi imaginación es Dulcinea que alza la mirada,
impulsa el mundo y hace lenta la espera del clamor.
 
Entre reflejos que derraman la tintura de la medianoche,
adormezco mi asombro con ofrendas de recuerdo;
una melodía crepita en el murmullo: sé que algo pervive.
 
El deseo renace en un nubarrón de verdades,
música inoxidable que estalla en cada aliento,
y contemplo prosopopeyas desplumadas alzando el vuelo.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 18 de julio de 2025

Raíz del trueno

Barquichuelos de ébanos y quebranto,
polvo de astro inmóvil, luz sagrada.
Sal en diamante, risa que ilumina,
espíritu en rubores de albor que estremece.
 
Víctima del milagro que oscila y muere,
manchas de eternidad, espejismos ardientes,
bolsillo espacial, sarna divina
que zapatea, orgánica e inmortal.
 
Descanso en los aleros de mi alma.
Piedra que fluye con palpitación de verso,
pedrusco de sonidos, memoria de almíbar.
 
Acuden al conjuro de alas frágiles.
Mares de aceros, oleajes de sueños,
fundidos en brumas de látigos ciegos.
 
Tardes de grana con hilos de voces
que surcan el fango: retienen
el manantial de mi corazón,
colando el dolor y el fuego.
 
El silencio desborda su imagen:
con mi néctar: raíz del trueno.
Ivette Mendoza Fajardo