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lunes, 13 de octubre de 2025

Fiesta de ortigas

Tengo que doler cuando el mutis rompe mi amargura,
para adormecer lenguas y exhumar el catre que gobierna mis siglos.
He aquí, con el ciprés de la insistencia en el hipotálamo verbalizado,
para comprobar si su balbuceo aún habita mi sombra apretada.
 
Fiesta de ortigas de un verdugo suspendido en mi mundo,
adonde llegué vestida de deseo con máscaras de azabache.
Llegué sin esta voz corroída, joroba penitente y tardía,
que, de prisa, llevaba el hábito empapado en saliva y culpa.
 
Aun así, alcé mi copa a la rueda de la fortuna.
Vacié océanos de vidrios junto a la malhumorada arena,
y juntos bebimos la suerte ya echada,
leales al vértigo de estar vivos.
 
Nadie cruzó conmigo la frontera de la lógica cadavérica,
ni quiso aguardarme en la colina del éxtasis.
Pero yo: devoré las consonantes vitales en su reino,
dejando el amanecer consumido en su propio jugo.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 12 de octubre de 2025

Caracol del silencio

A buen recaudo hilvano una palabra
entre el polvo que resguarda su pequeñez.
En el código de mi lengua se anudan
las hebras y sus miedos.
 
En mis neuronas doradas, las primeras sílabas
se escriben con agua y ceniza.
Abren signos,
sacuden estructuras que se niegan.
 
La pupila del pensamiento se dibuja
y en su centro se quiebra
el asombro de estar viva.
 
Regreso a las primeras páginas de mi niebla,
a reescribir la savia de lo que fui.
Para leerme de nuevo,
deletreo en el caracol del silencio.
 
Es un milagro que aún nazcan tramas
en la erupción de mi verbo inclinado.
Es un milagro que la noche respire en mi canto.
Y es un milagro este sueño que desata la sed,
este nudo en la garganta que se abre
en una sílaba más
para nombrarme, otra vez, cada día,
y ablandar las piedras.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 10 de octubre de 2025

Las Dagas de Rocío

¿Qué hay cuando arrastro un metal sumiso
en el tedio leve de lo extraviado,
esa carga de desgarros que reposa
en la voluntad cansada de mis pupilas?
 
Escucho el golpeteo de mis pasos
en la suavidad del viento; ah, caray,
este tránsito dolido, en luna llena,
aún tibio de carne y juventud, oculto
como una flor que no responde.
 
Por qué dejo que la noche me rastree,
me lea las rimas del cansancio
en el tumulto de sarros encendidos,
como una eternidad azul que se desborda.
 
La luna se me desliza, vacía,
recoge el amor del éter inmóvil;
encierra el filo de mis ojos,
trenza su juego en tus hilos de deseo.
 
Y el tiempo —mi huésped antiguo—,
en esta noche abierta de nostalgia,
empieza su soliloquio: me incrusta dagas de rocío
en el cuerpo frágil de las palabras. Y callo,
porque el que huye también sangra,
aunque nadie lo vea.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 9 de octubre de 2025

Autorretrato en tela rota

Desciendo con los dientes abiertos del zipper
de mi cartera marrón, al abismo de los hilos rotos,
cuando el bastidor se atasca en el ojal de esta bobina.
Arden mis terciopelos ocres en un cuarto sin ventanas,
y una muda devoción se enrolla ciega en mis bastidores,
ergue murallas de gamuza en esta ladera.
Me hiere la luz fría de la hebilla en el jean del olvido,
donde estos dedales ahuecan memorias en el ruedo
de mi falda,
entre astillas de alfileres y ese polvo de bolsillo.
Mi tótem de seda trastabilla en las lentejuelas
del viento,
y en el aire este alfiletero balbucea a la camisa sucia
hacia la vastedad del sendero de encajes
que me oprime con sus estaciones suavizantes.
Soy esta percha que cruje hacia lo perecedero,
al tumulto de voces donde el nylon
cose a tientas mi edad entre los siglos.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 7 de octubre de 2025

Filtro de juventud

Remojar de lluvia mi piel de luna crinada,
en un líquido espeso que retuerce su batalla.
Siento la osamenta en flor a labios, abrazarme,
cómo quien abraza la desnudez de la tarde,
cómo el veneno deleitoso del día que alborota
aterciopelados velos de vapor, saturando
el cáliz salvaje de mi alma pálida.
 
Atisbo el objeto arrebatado del poniente,
cómo enumera la carne del espíritu:
he aquí las antorchas ilegítimas,
el fulgor místico, la fiebre del tormento,
encantados por una nota discrepante.
 
Aguardo, con vértigos de sangre,
a que la luna me derribe:
ungüento desolado de una juventud engalanada,
filtro triple de preciosidad,
nacido en la majestuosa cintura del secreto.
 
Mas nada llega —mi humor vagabundo—
desde la fuente inquieta donde bebí mi niñez.
Mi epidermis empieza a tener sed, y
mi rostro se broncea desde su nombre virginal.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 6 de octubre de 2025

El mar inmobiliario

Observo al mar inmobiliario cantar en mi manía anacoreta…
¡Oh ilusión lúgubre de lata!
A lo lejos pastoreo mi orbicular sereno,
mi paradigma de aspecto pestañoso.
Siento que los dados oprimidos traen
fortunas arrulladoras de letras hinchadas,
y que mis cadenas se rompen al apretar
sus sabidurías.
 
Siento el credo salitroso que me inspira,
mitocondria paralizada en pedrusco bondadoso,
llevar mi piedad sujeta a la yugular
de esta madrugada donde va mi pasión rota.
Me transfiguro estridente entre vergeles malformados
que, en tiempo de cenizas, se alzaron sigilosos
hacia la cimbrada cintura de la niebla,
con nardos entibiados por sendas fracturadas,
con mis rebeldías.
 
El mar suda caminando. El mar canta con voces ajenas.
Mi voz resuena en el letargo de lunas de bochornos,
en los renglones caóticos, el mar se lleva
mis tristezas con claveles miopes.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 5 de octubre de 2025

Protocolo para una Metamorfosis Velada

Pido al aire de mis cruces que sollozan furias penitentes,
que el silencio, en su senda quebrada,
descifre mis plegarias.
 
No hallé cielo hereje en el ancla de mi alma,
solo esta ceguera terrosa que se interpone a mi emoción.
 
Disfrazo mi dulzura de hojalata en protocolos de calma,
bajo lágrimas de óxido y ritos de fuego creador.
Si un destello naciera sin llama, mi mano caería
en su metamorfosis velada.
¡Oh Píndaro ausente!, hallaría luz en el desaire
humilde y abatido. Ejecuto mi ritual.
 
Mi paraguas custodia mi sombra fatigada,
se adorna sin aliento,
tejo fragmentos de mí entre la marea inmóvil
de mi sonrisa suspendida.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 2 de octubre de 2025

Acuarela del sol

Me pregunto cómo se enhebra la acuarela del sol
sobre el rojo ardiente de mis inviernos,
si hasta Picasso confiesa que su ámbar
se torna mugido verde
que me arrastra en ráfagas de ideales,
colores que germinan en los barrancos de mi mundo.
 
Y yo,
oh aventura a pincel,
me deslizo sin poder dibujarme,
brizna devota y puritana,
en pasos galopantes hacia mi nada,
allí donde se esconde mi caballete auroral,
donde me miran miradas intensas
y me rozan gradientes de mi cansancio yerto.
 
Es penoso abrazar sola el auricular flotante
de mis sueños en su paleta desbordada,
probar la saciedad fría de lo negado;
es certero sombrear los jugos de mi instinto
que hablan tanto de mi ayer
en este hallazgo personal:
sólo admito la transparencia de mi silencio
en su oscuridad,
su boceto pigmentado.
Ivette Mendoza Fajardo