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martes, 30 de julio de 2024

Mascado y aventurado en el vaivén de las olas

 

Mascado y aventurado en el vaivén de las olas,
Eneas espumea, de mente sola, ardiente, cargado de deseo,
junto a Morfeo, el más feo, que en su diente porta un trofeo.

Mutado en navío errante, tarareando luz que tarda mil años,
daños de hogueras vacías, en consonancias resonantes,
despliego mi velamen, buscando el rumbo en mares inciertos.

Borrega nocturna, colega de estrellas sorprendida,
que en la oscuridad suscita sueños enredados,
como un eco lejano en el horizonte, en el borde de la razón.

¿Es la inocencia que acaricia la consciencia,
o la fragancia oculta que envenena la mente?
Navego entre momentos excelsos, buscando la esencia
en los rincones asombrosos de tus murmullos.

Me encumbro en la cumbre de tus rumores,
portador de tus olores dorados, tan valiosos como efímeros,
melodrama en ramas dulces, cabalgando distancias insondables.

Sin saber dónde me encuentro, qué emoción persigo,
en qué revolución de tu ausencia me revelé,
persigo la sombra de un sueño, como el galgo
que persigue la nada en esta encrucijada.

Ivette Mendoza Fajardo

lunes, 29 de julio de 2024

Llamada telefónica afónica

 

Este momento que me das una afónica
llamada telefónica, un alma biónica
se convierte en mi sustento esencial.
Primordial un dial en tu ausencia sin esencia,
sino de algún modo, como yodo,
fundiré mi ser en la almohada de Ada.
Ella danza, lanzando una lanza, y encuentra
acomodo y declama, y ama con confianza
o devora las horas sonoras.
 
Recorreré las arterias de tu miseria, lloraré.
Haré trizas la resonancia de mis ansias al
escuchar las misas dinámicas e interoceánicas.
En su desasosiego, el trueno quedó ciego,
enclavado en rejas de heno,
porque un puerto anda muerto.
Mis alimañas al hombro del hombre que nombra
mañas sin dones, drones de escombros,
saboreando ilusiones ando, lumbres de cumbres
silenciosas como sombras azarosas
que no resuenan en estos versos tersos,
resucitan inmersos en aguas de Managua
con su enagua colorida y afligida.
Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 28 de julio de 2024

Haciéndote humo en el laberinto de mi memoria semántica

 

"Haciéndote humo" en el laberinto de mi memoria semántica,
te atrincheras en bóvedas estrechas de quemada irrealidad.
Donde el sol nectarino de indolente peregrinación
va iluminando en la nigromancia perenne de la insidia del bastón.
Ese montañoso conjuro surge, conectado a las calimas clandestinas
que rodean mi mirada en encapotada ligereza, “como abeja en flor”.
 
Oh misterio, que “como llovido del cielo”, va peludeando sus lumbres
en el pellizco enclenque de la aurora de lo incierto.
“A cuenta gotas”, mis manos se visten de segundos cenicientos,
vestidura “de brazos cruzados” en sometimiento ante la cerradura
griposa de metales nómadas.
Soliloquio sobre la mordaza de saturnal vestigio que debo plantar,
esperándote “con la lengua fuera”.
 
De la iniciativa hidropónica que se adueña, enlucida hacia
todos mis sueños con lamentos de lo improbable,
“con pelos y señales”.
Ah, volverás al ver el rostro edénico de la vida, para contemplar
un nuevo nombre “con pulso firme”
hasta la última llamada, “con puntos y comas”,
en esta fugaz paciencia de renovar la espera.
Ivette Mendoza Fajardo

sábado, 27 de julio de 2024

La noche aclama la flor de sus reflejos

 

La noche aclama la flor de sus reflejos,
un lienzo de estrellas cae como siglos de brizna,
en los ojos, el fuego ancestral que sugiere
desde precipicios de un oscuro extravío.
La noche decía: “Nunca es tarde, si la
dicha es buena”.
Flor encarnada que solloza dentro de un cántaro
de gemidos, ve su dicha con furia en nochebuena,
desgarrada por el tiempo de dolor eterno.
Dimensión sepulcral de ojos vibrantes, y la flor
que destella visiones de música que toca a mitad
del sueño fugaz, con voces enigmáticas de misterios
en los inviernos de la penumbra, “como de la noche
al día”, pero “a mal tiempo, buena cara”,
¡Oh, cumbre del mundo por las avenidas lunares
de mi alma! Quilométrica fosforescencia de flor
de los reinos azules y blancos, grisácea elocuencia
en segundos que acomete la realidad desencarnada.
¿Quién como tú rompe la copa de los deseos
por donde el mundo una vez me vio pasar?
¡Ah, flor de los mil reflejos! Te lloré en cada instante
de candor desanimado, te sentí púrpura como un
violín desafinado, olí cada color de tu simiente
hasta las tramas de sus incógnitas invisibles…
Ivette Mendoza Fajardo

viernes, 26 de julio de 2024

Soy tu pilar del anhelo de sueños y cobijas

 

Soy tu pilar del anhelo de sueños y cobijas,
pilar ferviente de cuatro paredes,
sólido y seguro, reforzado por el clavo remendón
que guarda cada una de tus ideas.
Como ese pategallina, firme en tres patas,
nos enseña a mantener el equilibrio,
en el mundo tan tornadizo
como una escuela, un vaso, una sílaba, una espiga.
 
Pero, ¿qué hacemos con el reloj
que aún no marca las horas
en tu sonrisa tornasolada?
Las manecillas rotas, el espacio que abre,
un portal al infinito de las cosas venideras.
 
Siento el clamor celeste al contar mis estrellas,
cada una, un bisbiseo de querubes estelares,
eco de alegrías y lágrimas en el tiempo.
Yo, tu pilar de anhelo,
me esfuerzo para que el áspero
concreto no desgaste mi piel,
mientras permanezco
como el valeroso guardián de tus sueños.
 
Como el chilote, cuya luz amarilla
ilumina persistentemente,
brilla en la oscuridad de la incertidumbre,
ofreciendo un fulgor naciente de eternidad.
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 24 de julio de 2024

Cae la brizna bruna, pegando un jonrón

 

Cae la brizna bruna, pegando un jonrón, como si Víctor Hugo lanzara desde Cervantes hasta Rubén Darío, sobre la almohadilla rabo verde, dobleteando ante un trofeo erigido como un gato bravo; en un ¡fas fas!, se disuelve como Alka-Seltzer en un vaso invisible.

Las palabras, cual pelotas fuera del guacal, son fildeadas por el viento que, sin pausa, desbarata la marimba y deja su rastro grabado en el descontento del acordeón. Miguel, acalambrado por años de cachipil, se enfrenta a un panorama desalentador.

No deseo conformarme, prefiero, en mi extravagante forma, explorar lo ambiguo y distante, más que lo irrebatible y cómodo. El tiempo avanza implacable, como una bala; sin enseñanzas, persiste, ¿qué le ocurre?

El tiempo robó mi juventud en un parpadeo, indiferente al principio, dejándome sin palabras, indomable en su curso. Chancleteado de pies a cabeza, murmura y habla, un bla, bla, bla sin fin. ¡Oh, no desesperes, amigo! ¿Quieres depender de mí?

Aliento tu espíritu, no me malinterpretes. Dedico todas mis victorias a tu honor, si no te atrapan en la confusión, y me sumo a tu monumental esfuerzo.

Shakespeare, tú eres Romeo; yo, Julieta. Lágrimas caen, traviesas, en el abismo de un libro desgastado, mientras las fiestas radiantes de Pochomil dan su último adiós.

Los Miserables, cortando el queso, descendiendo desde lo alto, pertenecen a un mundo de fantasía, listos para desafiar a Mr. Fachento, desde chozas hasta balcones dorados.

Una sombra de dudas: la brizna bruna, una metáfora de Rubén, el más astuto, ingenioso sin ostentación.

Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 21 de julio de 2024

Como chirolas abismadas a la oscura bóveda celeste

 

Como chirolas abismadas hacia la bóveda oscura,
arreando tus besos ásperos, cual piedras
pulidas por el tiempo, erosionan mi piel,
dejando huellas profundas en la espuma del alma,
sin extinguirse en la noche amarga
bajo el peso del desconsuelo sombrío.

Ni abrumarlos ni sofocarlos, pues habitarán siempre,
como anhelo febril en este julio caluroso.
Un amanecer envuelto en rocío persistente,
cual lágrimas del alba, besa el día moribundo,
sustituyendo la bruma con los arrullos tiernos
de tu corazón, liberados y frescos.

Como cardúmenes sin fin en aguas gélidas,
mis deseos por tus besos perduran,
acarreados como flores en un vergel exuberante.
Anhelo tus besos, hoy que la soledad me acompaña,
para llorar contigo al amanecer,
cuando el sueño amargo no haya vencido.

Ivette Mendoza Fajardo

lunes, 15 de julio de 2024

Los vientos convulsivos

 

Los vientos convulsivos provocan tormentas
de desigualdades inexpresivas y de eminente integridad.
La noche, espantada, se despeluca, perdiendo sus sentidos;
chilla como una ambulancia estrellada en el aire,
observada desde miles de años luz, tan lejos, muy lejos de aquí.

El mugiente despertar de las ambulancias
se enfrenta a las calles y techos que gobiernan
una serenidad desdichada,
como afligidos que luchan contra la inductividad de los manotazos,
impidiendo el cuarzo en cuarentena
de su simetría carnal, atrevida.

En el bien y en el mal, hay aluviones de rencor;
el frío castiga, como el apogeo de un día que apenas despunta.
Disipo la tristeza en su coreografía trimestral,
trenzando su voto devorador que flota a través de los siglos.
Sé cómo camina su sentimiento lobado, al cavilar.
Escribo mis temores en su novena costilla auricular:
infecunda, infecunda, infecunda.

Nubes lloran en la paginación golosa del norte,
muriendo como mutantes de moralidad.
Miro los cataclismos pujantes en piélagos de amor,
doy gracias al patrullaje, que se eleva espigadamente,
derramando la esfinge mediadora de medias lunas nacionales.
¡El tormento ululante de perpetua personificación,
rugiendo en la borrasca superdotada!

Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 14 de julio de 2024

Me asemejo a una gruta de dulzura planetaria

 

Me asemejo a una gruta de dulzura planetaria donde
recojo secuencias que detonarían el éter, la esencia
tendida como velos desgastados en el regodeo oscuro.
¡Río hasta más no poder ante el sacrilegio de esta
férvida blancura!
¿Acaso los destellos emanan sus telegramas puros y celebran
ante mi sangre envuelta en infortunios esparcida, y la tuya
disuelta, en el entramado de nuestras heridas?
¡Una fortaleza se desploma en el vacío!
 
El alfa resguarda a la más fría suavidad de puntos suspensivos
de Galileo, con su telescopio errante por los mares inquisitivos.
¿Frente a qué rubor de beso invencible se reveló el prodigio
de tu oído medio del ocaso, sumido por una pantera alada?
¡La sed interroga a la herida de oscuridad degollada!
Navega en percepciones peñascosas en la derrota de medusas
de un mar que suspira por amor de frutos encantados,
por otros santuarios con elementos unitarios del barrunto.
No existen defectos virtuosos sin sed nacida en la fragancia
de los números ambientales,
ni tumbas sin la pendiente de su declive.
¡El aliento despojado es un corcel de emociones fragmentadas!
Pareciera ascender cual hierba en la lejanía,
quizás sólo humo en los olores de prismas escribiendo
un largo testamento de joyas vírgenes.
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 10 de julio de 2024

Resuena el clarín y brama (Poesías, poesías contemporaneas)

 

Resuena el clarín y brama, brama el clarín y resuena
su puente de plata vehemente, su malabarismo entrometido.
¿Cómo el paso inexorable de las eras
sobre el criptograma grandioso de la tierra, entre luchas
carnales colosales?
¡Todo es grandioso, monumental y metafórico:
un asentamiento eufórico, abultado, absurdo,
sombrío y extravagante! ¡Descartes y el Güegüense titilan en
poesías!
 
La niebla pícara y piadosa flota sobre las ciénagas; fluctúan
precoces, adineradas de sentimiento.
Mientras, el cataclismo ideal de los cachinflines
chilla su rapacidad, borrando el tiempo. Resuenan
como marionetas entumecidas en un día nublado,
como mentes geniales en noches del toro guaco,
como la maraca descachirulada
de los espíritus metiches
en la bacinilla eterna de los zopilotes,
de macanas esféricas, viajeras en la soledad del macachín.
¿Y los dialectos automáticos, macizos y trágicos,
que en Tipitapa atrapan tapas de rayuelas en la maturranga,
como en un escenario de maravillas titánicas?
 
En esa vastedad, los embatutados de lo inconcebible
se entrelazan, creando un tapiz
de chibolas y chimbombas luces, dispersados en la
impaciencia.
Cada paso en esos caminos es un viaje
a través de lo abombado, donde colgar los guantes
y dar el ancho es salir de un maíz picado.
¡Come pato! Meter la cuchara
lleva consigo adivinar secretos antiguos,
a sabiendas mientras un cartucho cucurucho
vigila, inconmovible,
la marejada constante de la historia humana
atando las lágrimas al poder del corazón.
Ivette Mendoza Fajardo

martes, 9 de julio de 2024

Supuración de lágrimas brunas y brumas fúnebres

 

Supuración de lágrimas brunas y brumas fúnebres solicitando
alegrías; ahora, persistente al tormento, hambre de lobo
alimentándose del seno ulcerado de la marimba existencial.
Crezco en los dominios espinosos del destino, y mi atuendo
es un manto de miseria y mordazas infantiles, eterno en el
arpegio del viento, tan sencillo al pelícano inmortal.
Sin embargo, mis cantos, espejismos de lo absurdo dentro de lo absurdo,
sumisos y humildes, aglutinan la esencia de lo virtual a las páginas portátiles,
en todo el aliento pensante de la estirpe y el susurro del satén.
¿No es acaso la vida un arpegio de misterios insondables?
Me erijo como pasarela de perfume poetizado, por divina concesión,
con partitura desafiante al signo astrolábico del silencio;
ya que mi jerga orgánica brota de rincones polvorientos, en angustias
erguida en la madurez del vidrio, en la melancolía dolarizada de rebaños
terrosos, una tonada en el yugo del desorden.
¡Cuán vasto es el camposanto de nuestras ambiciones olvidadas!
Engendrando axiomas desde los vinos despavoridos del vacío,
y su retórica, acurrucada y vagabunda, tanto imaginada como atroz,
pianos de constelaciones hilvanan continuamente nuevos cosmos;
afirmo o refuto triángulos en derrota, y mi ardor titánico resuena
como una filosofía sin ruedas, inmóvil,
rompiendo el reino obtuso del prejuicio desértico de dolores de cabeza,
el sombrío poblado clerical de lo cotidiano que busca su sinfín.
¡Oh dolor, de hacienda San Jacinto, cruel y constante, cuánto aprendemos de ti!
Sobre el vasto camposanto y los sauces llorones del Cementerio General de Managua,
decrépitos y pardos del mundo, como si entonaran
los cantares de la lluvia, melancólicos; la nostálgica
melodía de los tejados es una caricatura patética de la bicicleta celestial…
¿Dónde encontrar el silencio en el tumulto de nuestras propias existencias?
Ivette Mendoza Fajardo

lunes, 8 de julio de 2024

En el crujir de teoremas universales

 

En el crujir de teoremas universales con la intensidad del fuego,
los códigos románticos y cósmicos me gobiernan “a pecho descubierto”,
una casualidad argumentada segregada por la lluvia impertérrita,
salpicada para resucitar briznas de rumores solitarios hasta el brocal del pozo,
regentes de mi canto natural y sinfónico que se despliega en medias palabras,
pero se despliega hacia el más allá de la lira del espíritu, el instrumento del clamor
en esa vasta beldad subconsciente “mejorando lo presente”, de armadura sigilosa,
lúgubre y precisa, que dirige mis pasos en la penumbra lingüística iluminada;
atravieso eras cantando como en un vasto sueño grotesco, como muñecas del deseo,
mi verdad auténtica, de flexibles y dolorosos versos dentro del corazón de talquezal,
erizos de silencios robustos en el lomo del candil para iluminar, por la resonancia
augusta y perfecta, quitando saltos difíciles de comprender,
la excelsa sinfonía de unánime concordia de sudores sempiternos de la melodía,
los fenómenos convergen hacia ella, hacia la ceniza fecundada de amores,
y estas manos aciagas avanzan, sonámbulas, despejando la mundana recreación—
mi clarividencia persigue los senderos de lo incorpóreo, iluminada y jubilosa;
todo se convierte en párpados que agolpan, en el canto en mis huesos con
perfume sentimental de mis días de sosiego.
¿Quién dirige los remos de mis mundos que se desvarían a contraluz?
Ivette Mendoza Fajardo

 

domingo, 7 de julio de 2024

Las voces me arrastran, como ríos sonantes

 

Las voces me arrastran, como ríos sonantes que invocan mi ser,
sin elección, suman sus ritmos errantes por senderos del
destino ineludible.
Fatal, como la paradójica tonada de la noche figurativa,
devoro la vida en cada nota del reino vegetal, sorbo el éter
de mármoles anarquistas, chorreando fabulosos pájaros intelectuales.
Me desplazo entre sombras melancólicas y sueños de colosales
angustias sin motivo, sin razón; ¿sin mi canto,
soy acaso nada dentro del orden lúgubre de estrellas?
Un eco vacío en el vasto olvido, emancipado de voluntades golondrinas.
 
¡El jardín terso de mis versos monologados adoquina mi pecho!
En los cipreses de sus epopeyas, ante cadenas vagabundas,
máscara dinámica de melodías, zarandean mi alma dentro de batallas
oceánicas.
Incapaz de murmurar verdades mundanas,
solo canto, solo puedo cantar, cantar y cantar dentro de mis auroras boreales.
¡Ah! Me pierdo en la melopea de violetas marchitas; no hay más palabras.
¡OH Catedral de León que guías mis sentidos!
Selvas negras grandiosas moldean mi existencia en su néctar libertario,
en mis huesos abandonados por acordeones impertérritos.
¿Como se acongoja lo andado, por
leyendas de resonancias y olvidos?
mientras mi flauta, desconocida en su propia piedra entusiasmada,
canta a ojos cerrados al viento sus lamentos de antiguas nebulosas.
Desprecio las aguas mundanas a raudales, triviales y ojerosas,
bajo el peso de lo prosaico y a regañadientes, doblego bajo la utopía
de mi almohada.
¿Anhelo la quietud de cosas vivientes como un árbol que sabe sus deberes?
Ivette Mendoza Fajardo

sábado, 6 de julio de 2024

Reconozco el eco silencioso del abismo

 

Reconozco el eco silencioso del abismo en las profundidades,
del enfermo pesimismo y del hambre de la espalda ulcerante,
de la raíz oscura y gentil que pugna por brotar desde la boca
de su restricta envergadura.
¿La torre sonora del lamento, polvoreada, se aleja de su mala suerte?
Reconozco la muerte tembleque y su ñata infinita, aplastada
sin fuerza ni lozanía.
He sentido el desgarro de la carne y el alma que piensa y machuca.
Los titanes del capital, invalorable dentro del aburrimiento,
tenían su bestial lógico, afirmaban sobre el apéndice de su codicia
mientras acariciaban el vacío de sus entrañas avivando sus neuronas.
¡Cuando “a lo hecho, pecho” es un camino de misterios y de trigos!
¡Ay, oro del círculo imperfecto sin añoranza errante!
Pues la existencia cotidiana está infestada de insectos de platino;
luna venerable de la afonía de los ojos, como una sabia trovadora,
luna majestuosa como un corcel, luna antigua como el aforismo,
luna onírica que evapora las lágrimas metálicas en campana rota;
visionario, lascivo, carnicero amordazado de imaginación junto
a su desamparo, valiente y cobarde, camaradería
degustadora de vinos en las turbinas del tendón, al extremo del
infinito o hacia su norte, probador de rosquillas metafísicas de lejanía
andando.
Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz)

viernes, 5 de julio de 2024

Se enrosca el arco tirante del alba entorpecida

 

Se enrosca el arco tirante del alba entorpecida,
lanzando silabarios alados que no dejan cabos sueltos;
luces ahorcadas danzan con tiburones infantiles.

¡Yo, testigo del alba cosmopolita!,
observo cómo el horizonte se tensa y desata
inviernos de luz carmesí y patas de araña.
¿No ves cómo el cielo mismo se desgarra ante tal esplendor?

Contemplo a los ríos, esos dementes que se estiran,
colgando campanas de noches asustadas
en el ramaje obeso de los cementerios.
Es un plato de gallo pinto con chile Congo:
¡Qué locura de contraste!

Siento, en la caricia de planetas recién nacidos,
el aventón frío que roza su moneda fermentada,
sus mejillas virginales de baldosas aún tibias.

Atrapado, un Gueguense metafísico
se desdobla en la escalera de Narciso;
su desnudez pura se enmohece en el contentamiento
de jóvenes sin prisa, llenos de cacahuates,
como su subconsciente sin abismo.

Nos detenemos, embelesados, ante un nido de víboras
que lanzan preguntas envenenadas al aire;
es el plumaje que carga la ira desde el sol,
y yo, ya sin pensar en el amor, observo.
¡Los cíclopes han dejado de danzar en pelota!
¿Había justicia en la edad del pavo?
Con la lengua fuera, llegué a buscar crepúsculos podridos.

Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 4 de julio de 2024

He contemplado la sombra de un loro

 

He contemplado la sombra de un loro en el lodazal,
perdido en el laberinto de cabangas y palabras,
lleno de miedo ante el sendero de carambolas y de maizal,
y haciéndose el chancho, trágico en su elocuencia,
echaba verbos que le prometían tanto
cómo le arrebataban su dignidad que yacía en pirinola.
 
Con el pico rugiendo, vacío de certezas, charchaleaba,
vacila, a hurtadillas en cada encrucijada.
Sin más ni más, ¡aja con que este era un bandido!
¿Lo mismo es punta que pico?, ¿y el güegüense qué diría?
el loro en la masa de su penumbra bajo la mirada
de un universo de plumas indiferentes le preguntaban:
¿Pelón pelado quién te peló?
¡Ni por todo el oro del mundo te acerques a él!
¡Cuidado con las sombras que engañan!
¡Ay, pero qué majes estos que no ven la verdad!
 
Aislado dentro de su jaula y una multitud que lo ignoraba,
saltando, cantaba, cantaba en una estaca de indiferencia,
sin dueño que le amparara ni voz que lo defendiera,
ni un dios ante quien elevar sus plegarias o rencores,
sus retahílas de locuras.
 
Avanza por un cosmos lloroso y áspero,
de barrotes grises, llovida por los muertos
y recordaba que existía un mundo
tejido de desprecio, golpes y dentelladas,
pero le decían: ¿Quieres más masa lorito?,
¡Habrá más desdén que reconocimiento!
de montañas desbordadas de ironías,
una odisea de persistencia y desesperanza.
 
Al alba lo he visto, ¡al pendejo ni Dios lo quiere!,
¡Qué destino el suyo, marcado por el olvido!
En cada palabra, un desafío a la quirina,
en cada aliento, un acto de rabia lo dejaba
en pirinola
hasta que la noche de pájaro se cerraba, inexorable,
y aún en su última voltereta de venado llena de soledades,
pringaba, picoteaba de sarcasmos…
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 3 de julio de 2024

Enterrados con falanges que observan

 

De golpes y porrazos, enterrados con
falanges que observan y picados con guarón,
sollozan en las raíces de un momotombo de exhalaciones
y lienzos de maíz cocido; a veces, se les pasaba la mano,
imprimiendo los grafiteos de La Modelo
con ardientes estallidos de berrinches
en la presencia oceánica de la mota...
hasta dejar sus ojos como llenos de ronchas.
¿Hacerlos chingastes?
 
Al andar por los aguacates,
fijados en las tuzas alastes
de una peineta de desconsuelo,
sus miradas se atollarán como manoepunche
en las espumas de Corn Island,
entre cerrojos de chilates y anhelos de bejucos
que acarician los velos de la belleza
de ese confín,
en la lejanía acuática, mayate y pinto oscura...
 
Sus sienes, como la rencura de un perro mocho,
más feo que el mal ladrón de Masaya,
galoparán en un mosaico de piedras pómez
desde Piedras Quemadas
y encajes desentejados de eslabones,
donde tormentas de escalinatas hechas de güirilas
despertarán los pretiles nocturnos.
¿Quedarán como semáforos?
Con un lamento de mañosas despedidas,
¡se pegaron un susto!
En la distancia del Atlántico, en la distancia perpetua...
Salieron al ruido de los caites, embarajustadas.
Ivette Mendoza Fajardo
 

Naciendo torcidos, sin estrellas, los marañistas manantiales

 

Naciendo torcidos, sin estrellas, los marañistas manantiales
redefinen los alaridos inexplorados y se aferran
a llorar y llorar, echándose la vaca dentro de ellos.
¡No aguantaron el ácido! Andan de brinco en brinco
sobre las espaldas ocultas de la poesía, metiendo su
cuchara en esa arrechura sólida de existir,
de cuando en cuando, y a la zumba marumba,
en el chancleteado de piropos diminutos, armados
no de barro, sino de un olvido rehilado a leche burra—
¡fuego de maracas consumidas, como polvorón que susurra
sobre los silencios de quien, con un hartazgo entre los dedos,
emerge desde el fondo de Tiscapa, sombrío del espíritu!
 
¿Acaso es la vida un acto de achichiguar constante,
a pesar del oscuro cacaste de la noche,
como si todo—como si un chapulín de mala muerte, como si
gavilanes chirizos en llamaradas iluminaran las encrucijadas
de nuestras almas con nervios de acero?
¡Pero adelante, ah adelante, guacal del Toro Guaco!
Has puesto allí, lavando mis senderos desgastados,
los de siempre, los ya transitados con la morriña del mundo—
¿Hablarán ellos para desenredar camastros de dolor
en la desmuelada sonrisa de su tormenta colevaca?
¡Amanecidos ya con goma, con olor a níspero fermentado,
se hacen los ñoñecos, alegando tener calentura de pollo!
Ivette Mendoza Fajardo
Con dichos nicaragüenses

 

martes, 2 de julio de 2024

Con la blandura de mi alma

 

Con la blandura de mi alma,
la tristeza erigió su choza de paja y talalate,
campechanamente
extendiéndose por todos los ángulos de mi ser
como raíces en la tierra del maíz.
Pero la sombra, ¿no es acaso ella misma una prisionera?
en un arranque de locura,
en su zozobra, con su mano pachona,
decretó el descalabro, siendo más vieja que el pinol
acusaba a la tristeza de amelcocharse en
sus dominios con sigilo. ¿Saldrá jodida de razón?
¿No será este el eterno danzar de antiguas penas?
Quedando en un quedar, y metiendo su cuchara
para resolver un bochinche, en un acto herculino,
nombraron un testigo Masaya, huésped de mi pecho
quien ya amanecía siempre de luna,
el pobre corazón, en su danza del garañón,
con sus patas para arriba
no pudo pronunciar un dictamen deacachimba.
En su lugar, sin ni más ni más me sentenció a implorar,
deseando que tristeza y zozobra no cedan su espacio
a la radiante esperanza, ¡dijo aquí mando yo
y los tendré a mi lado, eternamente!
 
¡Oh, mi corazón obstinado, ve para arriba ve su barriga!
Bulliciosamente desmarimbó cualquier súplica, jayanamente
como acostumbra meter palos en las ruedas
¿y ahora qué, mete el miedo con no despachurrar su choza de talalate,
si oso hacerme la loca con su chiflado mandato? ¡Ay de mí!
Ivette Mendoza Fajardo

lunes, 1 de julio de 2024

Besos de fuego

 

¡Oh, amor, te brindo las tormentas de mis besos de fuego!
Arden delirantes en los rubíes salvajes de mi pasión,
mientras el mundo se convierte en un pañuelo bordado
con los colores vibrantes de mi tiara.

Llora un chigüín, llora hasta desfallecer,
en la lasitud de mis precipicios hambrientos,
donde una garúa despeina los días de vuelos,
transformándolos en malabarismos tejidos con huellas de pinol.

Lágrimas que se vuelven sacuanjoches,
explosiones bajo arcos de madroños en flor,
relámpagos que parten el hielo en el amor,
elixires sin memoria que desgarran el canto de los cenzontles.

Subidas que zarandean el retiro de las abejas,
y un coraje devorado que juega a ser pantomima,
mientras en una Managua desolada,
un corazón de helechos florece en la selva negra.

Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 30 de junio de 2024

De un jicarazo se despabiló

 

De un jicarazo se despabiló
la otra mitad de nuestra existencia
en el ocaso carepalo vespertino,
sin transmutaciones enclenques de ron en pío quinto
ni milagros de perrerreques ni atolillos en la penumbra.
 
Desde la lejanía oímos a las guardatinajas del reproche,
y la carajada se nos reveló en susurros pinoleros,
así que le dimos la vuelta a la tortilla
y elegimos amarnos como dos tortolitos,
erigiendo una Asososca de deseos
en el epicentro del Momotombo, nuestra alcoba.
 
Dando un quiebro antes del alba,
andábamos a rienda suelta,
jugábamos a la rayuela sumisa infinita,
ofreciendo tamales malhechos como espíritu de contradicción,
mientras contemplábamos la ciudad desde el mirador
de Catarina.
 
Resolvimos enterrar aquellos amarres de caras asustadas
y brindar con una Toña por nuestro efímero noviazgo.
Ivette Mendoza Fajardo
Con jerga nicaragüense

Al comal y al pinolillo

 

Al comal y al pinolillo,
tejedores del júbilo en el cenit de la marimba,
concebidos al tacto de lo nica,
jeva del crepúsculo en llamarada,
encantadora de tu mirada más tuani,
¡tremenda, tremendísima!
 
Patebreque peregrino de trancas mudas,
noble canillera de mi ser entotorotado,
ritmo chiflado de alas chambonas,
repentino cacho quemado en el confín.
 
A todo mamón, sutil habitante de mis días,
te convoco con el descalabro de los justos,
del mandado ilícito,
para comunicarte la fatal vista hacia el icaco
de ser besuqueada en el aposento cordial
que ha sido tu santuario en mi atarantado corazón,
y que tus ojos han rechimado de sueños.
 
A mucha honra, te concedo hasta
mi último aliento de extremo a extremo
—que quede claro—
para acatar esta sentencia chocha,
de poder a poder, arrasaré mi pecho de
charrangachanga,
sin miramientos sabijondos, ¡cada loro en su
guanacaste!

Ivette Mendoza Fajardo
Con jerga nicaragüense

Sobre esta manta rígida

 

Sobre esta manta rígida se estrella
la timbuca sinfonía de las olas patulecas;
en la bruma labiosa que besa mi semblante,
se revelan las venas vaciadas
de un madroño desgastado,
el cachimbo de aromas del incienso bazuquero,
lejos de sus fervores y los plásticos retumbos
del milenio a borbotones.
 
A carta cabal, el confundido en su sofocado retiro,
oscila entre la confianza y la duda de esta runga, ¿qué nota?
la camellada de los buitres, a plena vista,
las estelas huesudas y vibrantes de su descosida caballada.
 
Desenrolla la lengua en tu mente de papel enloquecida,
desafiando a la arrogancia salina y jayana,
a diestra y siniestra, la sutil farsa de los océanos
que recogen el ocaso de las trampas torcidas,
la arrecha rectitud del primer desmadre anual.
 
Al intentar caminar sobre el texto sulfúreo,
descubro, frotando mis pies, joyas ahuevadas,
lunares enterrados en la arena.
Ivette Mendoza Fajardo

Con jerga nicaragüense 

sábado, 29 de junio de 2024

Pereque de tierra natal

 

Pereque de tierra natal, se temblequean
en el travesear de tufos desérticos,
de pulsos amocepados que apelmazan, azareados,
en las vetas del tiempo.
 
Bajo la mirada del bochinche,
la neblina andrajosa danza cañanbuca,
desmarimbando el despelote con las macanas
de sueños niquiriches.
 
En esta ciudad, pipiriciega de trampas,
para rebanar la onda de almas errantes,
se sulibeyan los berrinches de un venado
entre el vulgareo y el vocerrón.
 
El zopilote de un trueno trompudo, ebrio
de horizontes sin trancas desvanecidos de tereques,
susurra secretos al viento robacunas.
 
Esa hechicera mechuda lambisquea un hacha, desafiante,
para darle un bojazo a la ira dormida
de los peluches terrenales.
¡Oh, qué carambada!
 
Los cañanbucos, testigos de Masaya de antiguos ultrajes,
son ahora charamuscas de esta metrópolis
cuya esencia chiflada arde, feroz,
chimando coyundazo como el llanto silente de la Mocuana.
 
Bajo el metiche yugo de miradas que todo lo devoran
dentro del pocillo, nos volvemos a desencuevar
hacia los enzacatados de acero de la era moderna.
 
Hasta el cerco, un jugado de cegua
al asfalto motetero que corre por nuestras venas rebanó,
palmado donde nuestros ojos deben ser cuchillos
con tanta pinchería, más pinches que la opulencia
sobaqueado de la pizpireta tranquilidad.
Ivette Mendoza Fajardo

Con jerga nicaragüense 

jueves, 27 de junio de 2024

Martirizado, siniestro resquebrajado de amor

 

Martirizado, siniestro resquebrajado de amor,
una hebra de melancolía se retuerce, aclamando
el silencio de tanta perpendicularidad,
de tanta travesía mortecina,
fotografiando en su pesadez, escuálida,
la opinión de una luz
maravillosa, hospitalaria,
oscura y perenne en una mañana agitada
por paradojas de silbidos y pacas de clemencia.

La humareda calibra un dejo, un esternón roto,
lleno de suspensos, como una telenovela llorona.
Los sufribles vapores chorrean falanges
sobre ladrillos lesionados,
y aquellos vientres al céfiro doliente
visitan en compañía las pupilas juveniles.
Las maquilladas de becerros endulzan fuegos,
arrugas corteses;
la estepa militar de la llamarada.

Ivette Mendoza Fajardo

martes, 25 de junio de 2024

La divina molécula de colosal travesura

 

La divina molécula de colosal travesura

no permitió que en sus aristas acariciantes

y felices, ningún vicio se ocultara

sin ser desafiado en la quinta resonancia

de su humanismo enhebrado.

Las negras marañas exhalaron sus alientos,

filamentosos, de centrípetas alas

sobre los huesos esparcidos de luna punteada;

sus pupilas se convirtieron en música sombría

que repetía: “por el hilo se saca el ovillo”,

taconeando en arpas huérfanas de un miedo feroz.

Cien cuervos agrietaron el cielo en una hidratación

odorífica de tinieblas depiladas de un dolor insincero,

surcando los estigmas celestiales de absurda desvalidez.

 

Escarneciendo los vestigios de lo que fui,

ligué mi esencia al génesis de mi alma

incomprendida. ¡Ah, taimada desmesura!

Ahora, el azogue pregona en el devenir de los tiempos.

Comercializo sombras y luces desprovistas de melancolía,

orejas griposas que bailan el tango de la muerte

en la noche estrellada de versos, en el río Danubio,

bajo los soplos bucólicos del viento,

en el lecho lexicológico de la polifónica vida.

 

Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 23 de junio de 2024

El ave desobediente que penetró en mi mente

 

El ave desobediente que penetró en mi mente,
no hallará escape en cubrecaliz insonoro,
ni siquiera por la melena numérica del pensamiento.
Sus alas saltanejoso han sido depiladas, su vuelo truncado.
¿Dónde encontrará su reposo en este laberinto?
No alcanza vaciedad en manchón imperativo,
¡No habrá retorno expresionista ni metamorfosis desopilante!
No seremos testigos de un nuevo Pericles.
 
La idea de una contienda sumergida en la sapiencia de los clásicos,
del montículo de oro no inquieta mi descanso nocturno.
¡Qué ironía contemplar la grandeza sin temor a la derrota!
En el témpano redoblón anida sus sueños en la cúspide humana,
la cabeza novísima se abate bajo un follaje de reflexiones intrigantes,
mientras el enjuiciamiento enojón alcanza
su apogeo en el crisol del ser.
 
El ensamblaje de palabras apologéticas murmura en tono solemne:
-Apéndice abstracto del manuscrito en la tentación usurpada de abrojos-
 
Homero diserta, amarilla la esencia de un antiguo pasaje de emociones,
sin perturbar mis sueños que se acalambran al escuchar un dueto de dulzura,
¿Será acaso la eternidad la que dibuja estos anhelos?
No a la meditación sobre un libro alucinado y habilidoso al incentivar anhelos.
 
The disobedient bird that penetrated my mind
 
The disobedient bird that penetrated my mind,
will find no escape in a soundless chalice cover,
not even through the numerical mane of thought.
Its fluttering wings have been plucked; its flight truncated.
Where will it find rest in this labyrinth?
It doesn’t reach emptiness in an imperative blot,
There will be no expressionist return or uproarious metamorphosis!
We will not witness a new Pericles.
 
The idea of a struggle submerged in the wisdom of the classics,
from the golden mound, does not disturb my nightly rest.
What irony to contemplate greatness without fear of defeat!
In the rounded ice, it nests its dreams in the human peak,
the newest head bows under a foliage of intriguing reflections,
while the irate judgment reaches
its peak in the crucible of being.
 
The assemblage of apologetic words murmurs in a solemn tone:
-Abstract appendix of the manuscript in the usurped temptation of thistles-
 
Homer lectures, yellowing the essence of an ancient passage of emotions,
without disturbing my dreams that cramp upon
hearing a duet of sweetness,
Could it be eternity that draws these longings?
Not to the meditation on a hallucinated and
skillful book encouraging desires.
Ivette Mendoza Fajardo

sábado, 22 de junio de 2024

En el lecho de zumo ciclonópata

 

En el lecho de zumo ciclonópata
de la enfermedad, la espera mana
corazones consumidos que se suman
al notar mi precipitado insomnio,
escuchando su voz cleptómana
de noches enteras.
 
La mudez cinética es la sombra
venenosa lavando las generaciones
con disfraces perdidos. Me nombra
fría entre dopados crepúsculos,
saboreando los delirios de una muerte
barroca, mezcla de tranquilidad y pena.
 
Curiosidad incriminatoria, deontológica,
tiene tanto que decirme que tienta
al borde del precipicio, como un eje
depresivo que le pone la soga al cuello.
 
En el lecho de zumo ciclonópata
de la enfermedad, el ruido de la vida
debilita la melancolía y las flores
de troyanos lamentos, última agonía
de la humanidad maniatada de
resurrecciones verde olivo y
gozo derrumbado.
 
¡Ah, zarzales de rostros incoherentes!
¿Por qué Edipo muerde lo imposible?
Nací de un rayo de luz de soledad
infinita, moviendo las tinieblas en una
aurora dualista de ensayos y errores.
 
In the bed of cyclonopath juice
 
 
In the bed of cyclonopath juice
of sickness, the wait exudes
consumed hearts that join
upon noticing my rushed insomnia,
listening to its kleptomaniac voice
of entire nights.
 
The kinetic silence is the venomous shadow
washing generations with lost disguises. It names me
cold among drugged dusks,
savoring the deliriums of a baroque death,
a mix of tranquility and sorrow.
 
Incriminating curiosity, deontological,
has so much to tell me that it tempts
at the edge of the precipice, like a depressive axis
putting the noose around its neck.
 
In the bed of cyclonic juice
of sickness, the noise of life
weakens melancholy and the flowers
of Trojan laments, the last agony
of humanity bound by
olive-green resurrections and
collapsed joy.
 
Ah, brambles of incoherent faces!
Why does Oedipus bite the impossible?
I was born from a ray of infinite solitude,
moving the shadows in a
dualistic dawn of trials and errors.
Ivette Mendoza Fajardo

jueves, 20 de junio de 2024

Estrella abogada como buen samaritana

 

Estrella abogada como buen samaritana
que es desaliñada por desliz y por su contorno,
yo soy la lucha como chivo expiatorio
y solamente cargaba el cuerno de la abundancia,
no la boca que polariza, miente, ofende,
a mi pulsación electromagnética en el plasma
de mis días,
y cuando su constante lumínica guarda queda infrarroja.
¿Quién puede comprender el dolor de mi lucha eterna?
¡Ay, anestesia factorial de lenguas entrelazadas!
con el movimiento de palabras textean solas
yo soy el parto de Saturno que cruje el peso de su luz
cuando afilados bailes arrancan a carne viva el quinteto
índigo de mi alma.
En la variedad de tus besos de carmín yacen los espectros
en pie de guerra
agitan sus fuegos en muertes siderales como un foco ciego
de inflamadas geometrías,
en las muy afortunadas noches de confusión, el asombro
es un virus de alta acrobacia de turbinas vaporizadas y se
deja caer sobre el amor en soplos, luego se engorda hasta morir.
Soy como Penélope, diosa que teje y desteje la ilusión y la ausencia,
tristeza doy, más ingrata en su cama de olivo que llora y espera,
aquella locución mágica que implorara el regreso de Ulises
para una vez besarlo y amarlo en una alcoba oscura.
¿No es acaso la espera la más cruel de las penitencias?
 
 
Star advocates like a good Samaritan
 
Star advocates like a good Samaritan
that is disheveled by slip and by her contour,
I am struggling like a scapegoat
and only carried the horn of plenty,
not the mouth that polarizes, lies, offends,
to my electromagnetic pulse in the plasma
of my days,
and when its constant luminescence remains infrared.
Who can understand the pain of my eternal struggle?
Oh, factorial anesthesia of intertwined tongues!
with the movement of words, the text alone
I am the birth of Saturn that creaks under the weight of its light
when sharp dances tear at the indigo quintet
of my soul.
In the variety of your carmine kisses lie the specters
ready for war
stirring their fires in sidereal deaths like a blind spotlight
of inflamed geometries,
in the very fortunate nights of confusion, astonishment
is a high acrobatics virus of vaporized turbines and it
falls upon love in breaths, then fattens until it dies.
I am like Penelope, the goddess who weaves and unweaves illusion and absence,
I give sorrow, more ungrateful in her olive bed that cries and waits,
that magical speech implored the return of Ulysses
to once kiss and love him in a dark chamber.
Is not waiting for the cruelest of penances?
Ivette Mendoza Fajardo

Al pie de la letra guían nuestros santuarios

 

Al pie de la letra guían nuestros santuarios
que habitan el edén de escamas flotantes:
Como profundo y diáfano su lente divergente
en la concavidad de sus animosidades que
dejan los monocromáticos ósculos de espumas etéreas
y es el estremecimiento de espasmos ancestrales
que escarban mis sienes en su punto de rocío.
¡Qué magnificencia encierra nuestro edén de escamas flotantes!
Ahora la llama es apenas un roce dicho y hecho
en la sinuosidad del tiempo ante su onda oscilatoria,
sobre un trecho recorrido en algas que duermen,
como un lirón junto a sus calideces y remembranzas.
Nos guía el edén y echa a rodar sus azules armaduras
ungido de esencias echando raíces de salamandra y nereidas;
de tatuadas dermis de arcángeles inermes, de serafines que
van dejando un hálito de frutos pecaminosos dejando así
las venideras estrellas de serenidad en la memoria.
¿Quién puede negar la guía profunda de nuestros santuarios?
 
 
To the letter, our sanctuaries guide us
 
To the letter, our sanctuaries guide us
that inhabit the Eden of floating scales:
As deep and diaphanous as their divergent lens
in the concavity of their animosities that
leave the monochromatic kisses of ethereal foams
and it is the shudder of ancestral spasms
that scrape my temples at their dew point.
What magnificence our Eden of floating scales holds!
Now the flame is merely a touch, said and done
in the sinuosity of time before its oscillatory wave,
over a stretch traveled in sleeping algae,
like a dormouse next to its warmth and remembrances.
The Eden guides us and sets its blue armor rolling
anointed with essences rooting salamanders and nereids;
of tattooed skins of defenseless archangels, of seraphim that
leave a breath of sinful fruits thus leaving
the coming stars of serenity in memory.
Who can deny the profound guidance of our sanctuaries?
Ivette Mendoza Fajardo

miércoles, 19 de junio de 2024

A buen recaudo, el umbral sereno

 

A buen recaudo, el umbral sereno
grita a corazón abierto sus gentilezas
y llega sutil y dulce a su vejez de varicelas.
Ni materia contradicha ni alma a sangre fría.
Portaba la inclinación cleptómana de un navío,
doblemente ciego, y una luz de alba de inercia neuroléptica.
No era cadencia de prejuicio semántico, ni melodía
de sugestión naciente, ni color tangible de superegos.
¿Qué sentido tiene esta danza? ¿Por qué el corazón se esconde?
El corazón, a todo trance juega, pero narrar no podría,
porque no tiene forma al abrir su mano,
ni sus picos en sus ejes carcelarios, ni en forma contiene
un tiempo en cuestión.
¡Oh, maravilla de las sombras! ¡Qué inmensa la casualidad!
Lengua, arcilla mortal de hipnotismo inicial,
cincel torpe de subjetividad suicida que abarca
el requiebro puro del concepto chamánico
en esta plasticidad simbiótica de mi unión alámbrica.
Entona suavemente, humildemente,
la alucinación, la sombra, la casualidad que se adorna
con garras mitológicas,
mientras me llena el alma entera de sus lobotomías
circunspectas y plenas.
 
 
Safely, the serene threshold
 
 
Safely, the serene threshold
cries out its gentleness with an open heart
and arrives subtle and sweet to its age of chickenpox.
Neither contradicted matter nor cold-blooded soul.
It bore the kleptomaniac inclination of a ship,
doubly blind, and a dawn light of neuroleptic inertia.
It was not the cadence of semantic prejudice, nor melody
of nascent suggestion, nor the tangible color of superegos.
What sense does this dance make? Why does the heart hide?
The heart, at all costs, plays, but could not narrate,
because it has no shape when it opens its hand,
nor its peaks in its carceral axes, nor does it contain
a time in question.
Oh, wonder of the shadows! How immense the coincidence!
Tongue, mortal clay of initial hypnosis,
clumsy chisel of suicidal subjectivity that encompasses
the pure break of the shamanic concept
in this symbiotic plasticity of my wired union.
Softly, humbly intones,
the hallucination, the shadow, the coincidence adorned
with mythological claws,
while it fills my entire soul with its circumspect
and full lobotomies.
Ivette Mendoza Fajardo

domingo, 16 de junio de 2024

Desde el confín y a contratiempo inerte de la razón

 

Desde el confín y a contratiempo inerte de la razón, surge
una voz esquiva con cara y cruz que repica
desde una gruta oscura, braceando en el aire, como Dios manda,
posándose en la melancolía como un soplo divino de presagios,
hendiendo la penumbra que se encoge de los hombros por lo gris
de los atardeceres.
Muestra los dientes en un torbellino de aves donde
se encuentra la melodía entrando en la materia casual de la astucia;
el vértigo indómito de mi garganta escupe al cielo, y Sócrates
divaga, conjetura, encumbra, enaltece
la arquitectura del baladro, la precisión del alma débil
del sonido insaciable.
En la distancia, Platón, en la cuadratura del círculo, asciende y
asciende por el alba a la hoguera de los atlantes,
vigorizando el cauce de la madre del cordero,
como si un tsunami apocalíptico
recorriera la manzana de la discordia de la memoria,
desenrollando el velo del tabú secular de la historia.
Aquí está la alienación astrolábica de la tristeza,
midiendo la perpendicular de la noche, su medida indescifrable,
y en la otra cara de la moneda sus destinos ocultos, mientras
la duda despilfarra sus pretextos.
¿No es acaso Anaxímenes de Mileto quien cruza el borde
del infinito,
sino una dulce idea que la parálisis del sueño no captó,
varada en la panacea del mundo que, pese a todo, sigue
perdiéndose en el vacío,
mientras su plataforma etérea se atrinchera entre las piedras
de la muerte y su substancia emocional?
 
 
From the edge and inert counter time of reason
 
From the edge and inert counter time of reason emerges
a fickle voice with heads and tails that rings out
from a dark cave, thrashing in the air, as God commands,
settling into melancholy like a divine breath of omens,
cleaving the twilight that shrugs off the gray
of the sunsets.
It bares its teeth in a whirlwind of birds where
the melody is found entering the casual matter of cunning;
the untamed vertigo of my throat spits at the sky and Socrates
wanders, conjectures, rises, exalts
the architecture of the outcry, the precision of the weak soul
of the insatiable sound.
In the distance, Plato, in the squaring of the circle, ascends and
ascends through the dawn to the pyre of the Atlanteans,
invigorating the flow of the mother of the lamb,
as if an apocalyptic tsunami
traversed the apple of discord in memory,
unrolling the veil of the secular taboo of history.
Here is the astrolabe alienation of sadness,
measuring the perpendicular of the night, its indecipherable measure,
and on the other side of the coin, its hidden fates, while
doubt squanders its pretexts.
Is it not Anaximenes of Miletus who crosses the edge
of the infinite,
but a sweet idea that the paralysis of sleep did not capture,
stranded on the panacea of the world that, despite everything, continues
to get lost in the void,
while its ethereal platform entrenches itself among the stones
of death and its emotional substance?
Ivette Mendoza Fajardo

sábado, 15 de junio de 2024

Clausuradas las justificaciones

 

Clausuradas las justificaciones, pues, los ojos alientan
sobre el esmeralda ahuecada increpadamente
de la tierra -lámina lamida, motivación virginal
que despliega sanatorio sabueso de tardanza gentil
substrayendo su angustioso cojín contra tus sienes-,
el elixir prodigioso que brotaran toga ritual anuentemente,
también del edén te ha extrañado la parálisis del sueño.
¡Ah, calamitosa profecía de soledad atrincherada!
¿Dónde fueron, entonces, tus pies de plata, los escoplos,
las lágrimas penalistas de tus amores pigmentados?
Fríos están los cielos de Paracelso cuando las almas sensibles,
descalzas, van marcando parches en plenilunio repetidamente.
¡Oh, qué maldición oculta tras cada astro en fuga!
Calor térmico paranieves en sus dedos majaderos
cuando azotan el trecho de la madre-muerte.
Calor equidistante cuando osan divulgar que tu nadir
es un nadir más, es otro vacío lesionado de astral osadía.
Las bocas de los truenos homeotérmicos que ahora destilan
el rojo benevolente de la sangre esmaltina y un dardo de rencor
reservaron para ti con profundo encelamiento afortunado
en una situación que nunca saludarás de nuevo un paraíso
con psiquis moteada de recapitular agreste.
¿Qué destino prorroga en el quicio de tal tenebrosidad?
 
Locked away justifications
 
Locked away justifications, then, the eyes encourage
over the deeply hollowed emerald
of the earth-licked sheet, virginal motivation
that unfolds a watchdog sanatorium of gentle delay
subtracting its anguished cushion against your temples-,
the prodigious elixir that sprang forth ritual toga solemnly,
also, Eden has missed the paralysis of sleep.
Ah, the calamitous prophecy of entrenched solitude!
Where then went your silver feet, the chisels,
the legal tears of your colored loves?
Cold are the skies of Paracelsus when sensitive souls,
barefoot, repeatedly mark patches under a full moon.
Oh, what curse hides behind each fleeing star!
Thermal warmth like snow on their coarse fingers
when they lash the stretch of mother's death.
Equidistant warmth when they dare to reveal that your nadir
is just another nadir, another void injured by astral audacity.
The mouths of the homeothermic thunders that now distill
the benevolent red of enamel blood and a dart of resentment
reserved for you with profound, fortunate jealousy
in a situation where you will never again greet a paradise
with a psyche mottled from rough recapitulation.
What fate prolongs in the hinge of such darkness?
Ivette Mendoza Fajardo