Abre el tiempo, sus décimas,
muerde renacuajo innavegable,
quien no entiende su humedad
lasciva, no ve su herrumbre
saliva.
Abre el tiempo endecasílabos
rimando con los codos, apenas
si toca su raíz de vena
abierta.
¡Ábrete como caja de muñecas!
rubia cabellera cabalga en
llanura
incierta. Ábrete hendidura del
llano feliz. Fotogénicas son
las horas
para añadirse al manco de Lepanto,
y vamos cabalgando.
Este es el tiempo para
peregrinar
por caminos errantes que te impulsan
ver la rosa estallada. La suma
de mis
anhelos de mi vida amorosa: Son
cinco
tres y uno breve y leve octosílabos.
Ivette Mendoza