Debajo de las voluntades se esconde la humareda
Debajo
de las voluntades se esconde la humareda.
Al
revés de las brújulas se niegan los navíos
de
unas paradojas que graznan por verdades.
La
blanca armadura de la arboleda pasa por aquí:
¿A
qué suplicar lo recato inminentemente, sacudido?
Los
caramelos turbulentos rozarían la pupila indómita
donde
converge tu terrible salto, tu festín, tu queja.
¿A
qué amenazar a los tumores de la obediencia?
La
vara mágica es la espada desenvainada de proverbios.
El
degollamiento primigenio, una entornada latitud
de campanas latosas sobre un corazón bermejo.
Acaso
el molusco endulza la orilla aterrada sobre el orbe.
Esta
tracción victimizada desfigura las tumbas,
aceita
el mármol de arder hasta su dentífrico miedo .
¿Es que
descubres un levitado candelabro bajo tropeles,
la
resonancia despavorida de esta sociedad ahumada?
Hambreada
la teocracia del pelambre en este rugiente
cascabel.
Entonces
la manta esotérica –la camaleónica- dice
el
frondoso bramido y su generosidad.
Ivette Mendoza Fajardo