Los himeneos de las rosas
Los himeneos de las rosas se mueven sobre el vértigo.
El pistilo se anuncia al comenzar la madrugada
y en un solo instante la conciencia se libra
y entonces se expande.
Cuando el manto de la eternidad nos suple
la esencia de la vida, la noche es su acompañante
eterna que nos atraviesa como un río fuliginoso
dentro del corazón,
mudable en sus cadencias, desigual en sus glosas
y cuya marea ya va sacudido por vientos preñados
de rayos centellantes.
Clemencia resonante de arpas neolíticas,
suena sobre tu espalda ante la,
hosquedad ascendente desde el plenilunio,
chiste agrio de luna entre las escápulas,
siglo rutilante de autopista abajo por
aquella suerte venturosa que tragó la
pesadilla de los mares dominando la
melancolía humana que crecía
y ese mal era un gran bisonte oscuro.
Las almas gemían la testarudez del cielo.
Y unos ángeles como soledad deshilachada
se fecundaban.
Ivette Mendoza Fajardo