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lunes, 14 de marzo de 2022

Dormita el silencio

 

Dormita el silencio conmigo, a mi lado, se acercan los corazones
sangrantes que nunca besaremos, suda el resplandor de tus costados.
Se asfixia el metal manso, incalculable. Lo mutila el apetito, el resquicio
enmudecido de un objetivo claro, el dintel que encierra misterios, o
aborto de muchas auroras. Una muchedumbre de noches inefables
corroyendo mis entrañas, una pantera anhelante, algún camino ciego.
Las horas soberbias substraen signos vagos en las imágenes, restituyen
a la tristeza su libertad sonora. Grazna la mecánica constante de miradas.
Se desvía la racionalización humosa en esta recta. Parece que el afán peregrino
se guardó de sombras. Es temprano en las celdas explícitas que no comparan
al suave vicio pantomímico de la congoja. Es un violín sobrehumano
si lo tocas de cerca o de lejos, que en medio de la tarde va abriendo una
melodía fervorosa, como torneando solo el rumor de mi luz germinal.

Ivette Mendoza Fajardo