Y los labios cuelgan del motor térmico del beso 
 
Y los labios cuelgan del motor térmico del beso,
atascado a las sienes que como un instrumento
sutil utiliza las oscilaciones del sueño acongojado
y la entalpía elemental de la ficticia sensatez.
¡Ay y ya dispuestos siempre a palpitar en el lecho
 del átomo exaltado!
 En cualquier molaridad la angustia dramatiza
su entorno y el corazón de la humanidad
 se torna erguido junto al
agachado olvido que atrapa al aire su liberación.
Su prédica de sombras y enigmas,
suave predica para su energía latente que suplica
por esas manos diestras,
que levantan desde los sepulcros hacia el
 poniente ansioso por donde la alborada
 comienza a germinar y el sol espigado de elocuencia,
sale y termina hasta reclamar su sediento mundo.
Ivette Mendoza Fajardo