Geometría del Deseo Delirante
Todas las
formas y sus símbolos deliran hacia su fin,
bajo sus
extremidades se oculta el ornamento de escarcha,
como el
ferviente lamento del crepúsculo, para apoderarse
de una
franja de niebla vedada al deseo,
una tonada
de extraños pensamientos para cardos que aun
balbucean
en los bordes del mutismo, donde el alma se repliega.
Toda la
aurora zapatea sus marismas de carabela de luto,
las formas
tetraédricas de bramantes nebulosos se atraviesan,
sepultan
alientos: ceremonia de la emoción, de cualquier
modo como
prisión en vacío de incógnito,
y el dolor
adopta máscaras de geometría antigua.
Combinando
los gemidos, que de oídos se abrazan, o se
aniquilan
el rastro del aire, de por vida perduran y vuelven,
giran en su
lumbre gastada, caen inhalando pena,
una caricia
de albaricoque en besos de astillas,
rescatando
la ternura de escombros del tacto.
Al
anochecer, en ellas desde su propia cosecha
descansa
una vida errante,
una vida
que alguna vez amó,
y aún
suspira, rozando con los pies la voz de un amor ido.
Ivette
Mendoza Fajardo
