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viernes, 16 de mayo de 2025

Quién Habita en la Sombra

Yo perseguí la estela del errante,
descifré la clave secreta en la noche cerrada,
dejé mi garganta marcada por un filo de miedo,
y en mi ausencia, que gritaba sobre la arena,
forjé mi verbo preguntándome si aún eras sombra en mí.
Algo lúcido me estremeció las raíces,
escuché el murmullo de mi propia fuente,
vi mi rostro con extrañeza y pregunté:
¿quién me habita ahora? Me quité el desdén,
me senté a esperar con las manos abiertas.
Por vez primera, al mirarme, mi alma se rompió sin consuelo.
 
El soplo me arrastró lejos. Y fue entonces —
cuando el presente me rozó — que entendí el vacío.
 
Desde el balbuceo del alba rompí mis orillas
con un temblor que supo decirme. ¡Ah, caes a lo oscuro!
me lancé a sus brazos, besé su dicha, me dejé envolver.
 
La noche ardía entre nuestras manos.
La tormenta escribió su canto.
Nuestros cuerpos rasgaron el hechizo.
Y yo, con mi bufanda,
cubrí la desnudez que tú dejaste en la aurora.
Ivette Mendoza Fajardo