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domingo, 18 de mayo de 2025

Un Capricho en la Espera

A la tristeza por los oídos le lloran los días infinitos
pero nadie contesta en los laberintos del primor.
Quedaron encerradas a la orilla de tu lecho,
como las memorias vivas del deseo.
Entonces decidí poner un rostro helado y
juntar los silencios en las rocas lejanas
de tu enronquecida voz sobre mi almohada.
Y vi tu imagen, moviéndose como un péndulo
—colgada—
en el relámpago de la desolación y
mis tormentos. Era igual estar dormida.
Trazabas otra historia ardiendo insospechada
de madrugadas ácidas, entre la lluvia y mi broche
de violetas que proyectan tu sentir como página vacía
en mi lejanía.
Fui hasta el santuario donde enterraste las monedas
de nuestras verdades, ¡Todavía valen en la tímida realidad!
sobre figuras acaracoladas fantasmales de horas compartidas.
Y volví a decirte:
¿Hacia dónde vas en sereno tiempo, con el rostro escondido
como un capricho que se espera?
Ivette Mendoza Fajardo
La Sombra Borda el Silencio
 
Era inútil esperar una palabra doblada de todo.
Tu aliento, quieto, invocaba la flaqueza del deseo,
reposaba sobre la tarde como una promesa
que traía de regreso un milagro dulce
entre el crujido del frío.
Entonces entendí
que no hay regreso sin hambre,
que hay manjares ocultos en el crepúsculo,
y soles que no arden,
sino que despiertan como panes frescos
llenos de memoria,
rebosantes de perdones
que rezan al queso que se funde lento.
Pensé:
la sombra es como terciopelo,
puede bordarse también
sobre la lentitud de los párpados.
Y el amor como diciendo algo entre las paredes —
—ese amor que arde desde el barro,
que huele a tierra mojada —
se hornea en capas de savia y silencio.
Pero ya era tarde, y la poesía se había ido
con aquella bandada de pájaros
que supieron cantarnos bajo la briza.
Ivette Mendoza Fajardo