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domingo, 11 de mayo de 2025

Obsesión Marchita

Obsesión marchita de mi
tibio esternón que sacude
o, quizás, inmoviliza el alma, pero
yo retorno anónima a oír los lamentos
y retorcerlos tras la puerta.
Y, si bien frágil, su repetida sangre
me corta el molde al descubierto
como sombra redonda que brilla
bajo su disco rayado. ¿Craso error?
Soledad de besos audaces encadenados,
de dudas, angustia de paladar incierto:
yo asciendo al coágulo de mi espiga acantilada
–roce agudo del verbo batallante
en el regazo herido de mis muecas–.
Nota tensa, intuida a modo de réplica,
señal vacía para el preciso momento,
sin ser santo de mi devoción,
para la sangre que da forma
a un refrán desgastado de anhelos que mis manos reciben:
–maniquíes sin sueño en la
atadura del mediodía, siguiendo pasos ebrios,
la gota recién nacida, áspera–.
Camino valiente el trazo del vértigo,
como plenitud callada, como papel mojado
ardiendo en nuestros cuerpos, midiendo las costillas.
Ivette Mendoza Fajardo