Senderos de Cristal
Giran
senderos en el cristal encorvado del orbe;
me tejen
adivinanzas de espigas y derrota
entre los
perfumes del milenio. Allí, la historia estalla:
veranos de
auras solitarias, —viñedos en llamas—
chocan
contra las plumas acróbatas de quienes olvidan
el poema, y
repiten la oligarquía de mil alma-pantera.
—Guitarras
y buñuelos ensortijan las doctrinas—
las que
guardo en el pecho. Bajo el cielo revolucionario,
en el
refugio de pasto, me persigno:
el invierno
se extravía desde mis manos… se juegan barajas.
Y el
vestigio de la memoria —no es piedra—
es un
panteón de esquinas virginales
donde una
bayoneta colosal, también, se pudre.
El corazón
de velitas blancas me devora, mareándome
a través de
la noche en la divinidad de una pestaña,
que navega
en la locura eterna.
Ivette
Mendoza Fajardo