Alacranes de la Angustia
Mueven los
vientos sus manos de fuego,
—su pantano
hondo de llanto—: allí
donde el
faro ve el asombro y el cataclismo.
Algo es
llevado a los símbolos de la saliva...
Ella
respira. Ella piensa en el ondear de la ilusión.
El bramido
de las miradas —ese ladrido de corazones
despavoridos—
suelta cabelleras de luces.
¿Las
sueltan, acaso, colmados de frutas?
¡Ah! Y yo,
junto a la mar, sollozo sobre el mármol.
Me gime un
alma cavernaria, enchapada de medallas,
con olor a
trajes húmedos, que empuñan sonidos,
visten
joyas del anochecer.
Muertas de
infamia, las aguas dormitan en el rincón.
Me exigen
llevar la especie enloquecida —
adúltera,
bailarina—, que patina sobre
la lengua
fragante, sobre los alacranes de la angustia,
que me
buscan en la antología del sueño.
Ivette
Mendoza Fajardo