Me
construyo de grietas leves
bajo lunas
voraces de pechos dormidos:
soy la
última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra
que aprende a nadar entre mis propias
paradojas,
en este cuerpo de alambres dolidos.
Mis huesos
—ajenos al calendario—
golpean el
yunque de lo incierto,
mientras la
noche, cómplice de horas frígidas,
me presta
sus ojos para entrever
los giros
de la niebla del cansancio.
Sobrevivo
de mitos: ¿quién dijo miedo?
siete
muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me
duele al doblar la ropa,
siete
nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos
vuelven con sabor a lanza y derrota.
No es el
fuego lo que quema, sino este frío que dibuja
—con tinta
de sombra— mi perfil en los muros
del olvido:
una picardía insistente, que no ahoga
el rito del
amor.
Ivette
Mendoza Fajardo
bajo lunas voraces de pechos dormidos:
soy la última noticia extraviada en la línea del silencio,
la penumbra que aprende a nadar entre mis propias
paradojas, en este cuerpo de alambres dolidos.
golpean el yunque de lo incierto,
mientras la noche, cómplice de horas frígidas,
me presta sus ojos para entrever
los giros de la niebla del cansancio.
siete muertes me hilan, sin que me trague la tierra,
una aún me duele al doblar la ropa,
siete nombres arrojo al vacío —rompiendo el hielo—
y todos vuelven con sabor a lanza y derrota.
—con tinta de sombra— mi perfil en los muros
del olvido: una picardía insistente, que no ahoga
el rito del amor.
Ivette Mendoza Fajardo