Mi corazón
late sin sabor en alfabetos vivos,
mi tercer
ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me
atraviesa este ritmo de espasmos
que la
ciudad me impone sin clemencia.
Llevo
conmigo un diccionario exhausto, lleno de quejas laceradas,
y siento
cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa
lágrima de avellana que sueña,
esa arena
que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
Me levanto,
intento atrapar una imagen de viento arisco,
mi mano
derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende,
con torpeza, la hoguera de sus melodías.
Me habitan
espirales que se sienten como carne de cañón,
soy agua entrelazada
en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una
monomanía oscura de pertenencia,
el dorso
del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve
ácido en mi verso del mañana,
y entre
recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el
calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette
Mendoza Fajardo
mi tercer ojo, lúcido, acicala recuerdos,
y me atraviesa este ritmo de espasmos
que la ciudad me impone sin clemencia.
y siento cómo mi talón se disuelve en el hueco frío de la soledad.
Soy esa lágrima de avellana que sueña,
esa arena que refleja el ruido ebrio del anochecer sin rubor.
mi mano derecha escucha las uñas que arañan el silencio,
y prende, con torpeza, la hoguera de sus melodías.
soy agua entrelazada en fuego, frágil como una pompa de jabón,
una monomanía oscura de pertenencia,
el dorso del desierto en natalicios que luchan con rabia.
Llueve ácido en mi verso del mañana,
y entre recuerdos dispersos en este palimpsesto del alma,
aquí, en el calabozo enfermo de la luz,
yo soy.
Ivette Mendoza Fajardo