Carromato de barro, sombrío
Carromato de barro, sombrío;
flores de aluminio, abrumadas por el
espacio,
fingimiento azul en el parabrisas al ocaso.
El último mundo, trágico, de tus idilios
se convierte en un tumulto de almas
afligidas.
Blanquea tu cadera, rasgada de laberintos,
y tus sienes, dos gladiolos manchados.
Este rencor que albergo, a ti te lo debo—
¿acaso no merodea aquí el acechante de las
sombras?
Un dedo lo señala misericordiosamente.
Me regodeo, desgarrado en signos;
manos domadas dentro del vientre de un
avestruz,
diluyendo sonrisas ciegas.
Sonidos de vientos sin luces se inclinan
sobre
el párpado gris; la ansiedad descansa sobre
la predilección encantada de Venus.
¡Ah! Una vestimenta musical caída,
temerosa,
una molécula sangrienta queda para la
posteridad,
saciando una marea de ojos que luchan
por su existencia felina.
Calles que duermen sin piedad, respiran y
exhalan,
soltando las cobardías de horas célebres.
Contemplar en la oscuridad luminosa
requiere reflexión en tiempos de hambruna
digital.
Piernas lisiadas de soledad brillante,
cansadas de vivir
en botellas al fondo de un mar de
apariencias.
The cart of mud, grim
The
cart of mud, grim;
aluminum flowers,
overwhelmed by space,
blue pretense on the
sunset windshield.
The tragic final world
of your romances
turns into a tumult of
saddened souls.
Your magnificent groin
whitens, torn by labyrinths,
and your temples, like
two tainted gladioli.
This resentment I
harbor, I owe it to you—
does the stalker of
the shadows not prowl around here?
A finger points it out
mercifully.
I revel, torn apart in
signs;
hands tamed within the
belly of an ostrich,
dissolving blind
smiles.
Sounds of lightless
winds lean over
the gray eyelid;
anxiety rests upon
the enchanted
predilection of Venus.
Ah! A musical garment has
fallen, fearful,
a bloody molecule
remains for posterity,
satiating a tide of
eyes fighting
for their feline
existence.
Streets that sleep
mercilessly breathe and exhale,
releasing the cowardices
of celebrated hours.
Observing in the
brightness of darkness
requires reflection in
times of digital and appliance famine.
Lame legs of
phosphorescent loneliness, tired of living
inside bottles at the
bottom of a sea of appearances.
Ivette Mendoza Fajardo