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jueves, 9 de mayo de 2024

En las penumbras de un horizonte ocioso

 

En las penumbras de un horizonte ocioso,
en el silencio monosilábico de la tarde de ojos pardos,
¿las preguntas engañosas surgen?
se divierten en una esquina madrugadora y entran en mí,
deseosas de intuirme ferozmente.
¿No hay más dudas fieles en un caluroso e ígneo verano?
¡Ni hay factoriales larvadas que proteger contra
las fricativas concordancias,
perennes y hoscas literalmente!
Adelantan, con intentos desmesurados
en lentitudes caviladas,
y se mezclan en el alma,
dagas de titubeos que destruyen y purifican todo.
Saben a qué atenerse justamente,
¿cómo narcotizar nácares entretejidos
ansiosamente días atrás hasta un diametral cansancio?
¡Sin esperar los frutos ostentosos de Afrodita,
ni promesas desordenadas entre manos agrias
a dioses azarosos!
Son esas penumbras inquietas las que me amedrantan
en un jugo de pasamanos confabulados sobre estas frías
noches de letargo agreste,
y en casi todas las orillas de un invierno expeditivo,
me informa la trémula noche que, en su eterna misericordia,
protegerse contra una penumbra granívora
aún significativa,
es el acero frío de la queja intrigante.
 
In the penumbras of an idle horizon
 
In the penumbras of an idle horizon,
in the monosyllabic silence of the evening with tawny eyes,
do deceptive questions arise?
They frolic at an early corner and enter into me,
eager to ferociously sense me.
Are there no more faithful doubts in a hot, fiery summer?
Nor are there larval factorials to protect against
the fricative concordances,
literally perennial and grim!
They advance, with excessive attempts
in contemplated slowness,
and they blend into the soul,
daggers of hesitations that destroy and purify everything.
They know exactly what to expect,
how to narcotize interwoven nacres
anxiously days ago until a diametrical exhaustion?
Without waiting for the ostentatious fruits of Aphrodite,
nor disordered promises between bitter hands
to capricious gods!
It is those restless penumbras that frighten me
in a juice of colluded handovers on these cold
nights of rugged lethargy,
and almost all the shores of a swift winter,
the trembling night informs me that, in its eternal mercy,
to protect oneself against a grain-eating penumbra
still significant,
is the cold steel of the intriguing complaint.
Ivette Mendoza Fajardo